– Si... si, estoy bien –al fin hablé.
Se acercó a una cámara que estaba colocada en el frente.
– Hola, soy Dylan Parker.
Las puertas se abrieron en cuestión de segundos, me sorprendió que para su peso el motor fuese tan rápido.
– ¡Sobrino! –exclamó un regordete que salió de la casa.
El sobrino y el tío se saludaron con abrazos.
– Tú debes ser Alana, mucho gusto preciosa.
Aquel rollizo me había llamado Alana, no sabía que decir.
– Hola, Hannah, igual es un gusto conocerle.
Dylan me miró arqueando las cejas, supongo que pedía que fuese menos amargada.
– Pasen adelante, siéntanse como en casa.
Mientras entrabamos admiraba con la vista los retratos que colgaban en la pared, era una decoración elegante y sofisticada.
Nos presentó a su esposa e hijas, eran pálidas y de gran tamaño, nos saludaron con un cordial saludo.
Nos acomodamos en la recamara, una ducha y colocarnos ropa limpia fue lo primero que hicimos.
Pasamos al comedor, era para veinte personas, nunca había visto uno así, si acaso el de mí casa es de seis, las vajillas y losas de porcelana daban un toque de elegancia a la mesa, la cena estuvo exquisita, conversamos de todo un poco.
Dylan se encontraba cabizbajo durante la conversación, lo entendí, estaba pasando por un momento difícil.
Christina, la esposa de Jake sugirió –Dylan podrías citarnos tu dolor, te sentirás mejor.
– Era una buena persona, no lo entiendo.
– Dios sabe lo que hace –expliqué, mis palabras se mecieron en el aire, me sentí fuera de lugar, todos me miraron como si hubiese dicho algo estúpido.
– Era memorable, noble, sencilla y maravillosa, cuya partida ha dejado un gran dolor y un vacío en el corazón de cada una de las personas que las tratamos, ya que dejó en todos nosotros una huella de amor y disposición para ayudar y consolar a quien lo necesitaba, aún a pesar de sus propias penas.
Una mujer en toda la extensión de la palabra, madre excepcional y una excelente compañera. Justa y objetiva, nunca puso los intereses personales por encima de la razón y con eso logró ganarse el corazón de todos nosotros. Creo que hablo en nombre de todos cuando digo que la vamos a extrañar pero siempre la recordaremos con mucho amor y una sonrisa en los labios, como ella lo hubiera querida.
La mayoría sollozaba, al igual que mi amor. Christina era la siguiente en discursar, Dylan caminó hacia su asiento, lo besé y abracé tratando de calmar sus penas, pobrecito, yo no hubiese soportado algo de ese índole.
El funeral fue algo extenso, personas de todo el mundo estaba unida para decir adiós a la señora, nunca había imaginado que Dylan tenía una familia tan magna.
Tenía años sin sentirme agotada como ese día, de la funeraria al cementerio, del cementerio a la mansión, de la mansión a la funeraria a pagar lo que faltaba y otra vez a la mansión hicieron que fuese algo caótico, pero no hay nada que el sueño no pueda compensar, Dylan dormitó toda la noche, a veces me despertaba con sus movidas, perder a tu madre es algo cruel, es un pena.
Por educación tuve que madrugar, fue como ser parte de la realeza, desayuno en la cama acompañado de hermosas flores decorativas, comí lo que pude, Dylan me ordenó que me bañase con él, ambos entramos a la tina, por respeto quise estar alejada de su cuerpo, pero él me recostó en su pecho, ahí duramos una hora, fue un baño refrescante, sentí su pesar, su intranquilidad y remordimientos, descifraba cada latido de su corazón, eran como mensajes, eran como "ayúdame a estar bien".
Tuve la idea de salir a conocer, así olvidaría todo por un momento, me vestí con un vestido negro que llegaba a mis rodillas, dejando ver mis piernas largas y bien estructuradas, mis silueta se resaltaba, Dylan tardó más de lo acostumbrado en ponerse una camisa, con jeans y zapatos de piel, buscó algo en las gavetas y lo entró en sus bolsillos, no dejó que yo viese, fue un momento extraño, él siempre me tenía confianza y no me ocultaba nada, traté de olvidar eso y seguir con la agenda.
Dimos un paseo en un bus de dos pisos, tomé algunas fotos de nosotros en una cabina telefónica, era evidente que estábamos en Londres.
Fuimos al museo Madame Tussauds, el museo de cera más famoso del mundo y a la Torre de Londres, fue algo inolvidable que se consolidaba con la muerte de la progenitora de Dylan, pero no podía desaprovechar el viaje a Inglaterra.
Mientras caminábamos por las calles en busca de algo de comer, Dylan fotografiaba mis pasos y yo fingía ser una modelo, posando como en una pasarela, Dylan sonreía mostrando sus hoyuelos, al fin logré alegrarlo.
Encontramos un restaurante de pizza, ordenamos una de tomates, el sonrisa linda me miraba fijo y tarareaba una canción.
– Amor ¿qué cantas?
– Algo para ti –siguió con su canto.
– Vamos, quiero escuchar, sube la voz.
– No, no lo haré preciosa.
El mesero nos interrumpió colocando la pizza sobre la mesa.
– Te dejaré en paz sólo porque tengo hambre –aclaré.
– Como digas bobita.
Lo amaba como a mi vida, ese día lo amé más.
– Teee... teeee... teeee... ahora dirás te quieres –cantaba.
– Te quiereees...
– Casaaarconmiiigoooo...
No lo podía creer, quedé en Shock, mi voz se reusaba a salir y mis palpitaciones eran cada vez más rápidas.
– Dylan ¿qué dijiste?
– Escuchaste bien –se levantó de la silla, poniéndose de puntillas hacia mí mostrando lo que me ocultó, abrió un cofre en que había una hermosa y brillante sortija de oro.
– Todos los presentes en el restaurante se aglomeraron alrededor nuestro.
– A... acepto –me puse de pies y salté para abrazarlo.
Mi prometido me levantó alejándome del piso, depositó el dinero en la mesa y me llevó fuera del lugar, los espectadores aplaudían llenos de regocijo. Estaba algo sorprendida, no esperaba eso y menos en aquel momento, me sentí especial, pues Dylan había olvidado todo por un momento para hacerme feliz.
Antes de cruzar la calle mis pies tocaron el pavimento, ya los brazos de Dylan no me cargaban, se encontraba cansado y aún nos faltaba un largo trayecto por llegar a la mansión, hicimos señas a taxis pero ningunos se detenían.
– Para poder llamar la atención de un taxi deben tirarse a la calle y cuando uno frene de golpe tocando sus piernas entonces podrán subirse a él –dijo un señor regordete.
Dylan y yo reímos asintiendo, pero ninguno íbamos a hacer eso, preferimos caminar y seguir viendo los hermosos monumentos y paisajes que nos ofrecía la hermosa ciudad.
Ya estaba anocheciendo, teníamos que encontrar la forma de llegar, mis pies no daban para más, de pronto Parker saltó a la calle mirando hacia todos lados, buscaba algo en específico, solo puede pensar en lo que dijo el regordete, un taxi.
– Dylan, ¿estás loco? Vuelve en este instante –ordené pero no obedecía.
No podía creer lo que mis ojos veían, un taxi se aproximaba por el carril contrario, Dylan corrió a él esquivando autos, intentaba no ver, mis piernas temblaban y mi voz se rehusaba a salir. Dylan llegó un poco tarde al carril sintiendo el roce de aquel auto amarillo.
– Dylaaaaaaaaaaaan.
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Hannah Blake
Teen FictionLa adolescente Emily Thomson encuentra una especie de mensaje y una hermosa historia de amor escritas en una libreta que despertarán su curiosidad y le harán emprender un viaje. Únete junto a Emily en la búsqueda de Hannah Blake, quien envió la libr...
Capítulo 18: EL VIAJE.
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