Cuando había terminado, Hannah consideró poner la siguiente película pero su vista se fue a Stiles eventualmente y simplemente se quedó observando cómo dormía. La tranquilizaba el ritmo pausado de su respiración. Suspiró, su corazón llenándose de felicidad. Nunca creyó ser capaz de poseer este tipo de normalidad en su vida, sus padres le habían inculcado que la vida de Beta era corta, que su cuerpo y su mente debían de dedicarse a su Alfa totalmente y que debía de ser feliz con ello. Qué equivocados estaban. Hannah lo tenía todo ahora, lo había tenido todo; amigos, una tarde tranquila de caricias con su novio... y su novio, la persona que más amaba en toda su vida.

Ese era uno de sus recuerdos preferidos porque nunca volvió a vivir algo así. Dos de sus amigos estaban muertos, su vida era un caos y las caricias de Stiles ya no iban nunca dirigidas a ella, sino a otra. A alguien mejor.

Del otro lado de la puerta escuchó vagamente a Stiles, gritando por ella y por Scott.

—¡Hannah! ¡Scott! En la bóveda, adentro con ustedes, están los hongos reishi. ¡Hannah! ¡Scott! ¡Abran la puerta! Está adentro con ustedes, en un tarro en una repisa. ¡Hannah! ¡Por favor, Scott! —a Hannah no le pasó desapercibida la desesperación en el tono de Stiles y cómo golpeaba la puerta de piedra sin parar.

Se le hizo un nudo en la garganta y en ese momento no le hubiera gustado nada más que decirle algo para tranquilizarlo pero no podía moverse. Sentía esos como si fueran sus últimos minutos.

—¿Me escuchan? —gritó Stiles sin aliento, golpeando la puerta una y otra vez. Lo único que pasaba por su cabeza era que era demasiado tarde. No podía ser demasiado tarde, ¿cierto? Kira, Malia, Scott y Hannah no podían haber muerto ya, o lo que fuera que les hiciera la tinta. Pero si no fuera así, ¿por qué no respondían?

Stiles sintió lágrimas correr por su rostro. No, no, no. No podía perderlo todo de repente. No podía perder a Scott y a Hannah. No podía soportar perder a sus amigos. Tendría que haber sido más rápido, tendría que haber hecho algo más. No respondían, no respondían. Derrotado, cayó al suelo, su espalda recargada en la gran puerta hecha de piedra.

Hannah escuchó una especie de alboroto pero no logró captar nada. Sus ojos sangraban, sus fosas nasales, sus oídos, sus uñas. Iba a morir y se iba a llevar a Scott, a Kira e incluso a la zorra de Malia. Si tan solo hubiera sido más rápida, si no se sintiera tan enferma, si no fuera tan débil....

Scott, mientras tanto, había localizado el tarro lleno de hongos. Con sus ojos iluminándose de un rojo intenso característicos de Alfa y arrastrándose prácticamente fue hasta ellos. De alguna manera logró aventar los hongos contra el piso, rompiendo el frasco que los contenía. El simple hecho hizo que todos poco a poco comenzaran a recuperarse.

La puerta se abrió, provocando que Stiles se parara, sus ojos frenéticos buscando a Scott y a Hannah. Scott fue el primero en caer a sus pies, con la respiración frenética y la mirada desubicada. Ambos amigos se miraron a los ojos, aliviados de que estuvieran bien.

Después de verificar que Scott y Kira estuvieran bien, su mirada se dirigió a Hannah pero cuando Stiles pareció dar intenciones de ir hacia ella, Scott lo detuvo.

—Yo me encargo de ella, habla con Malia —le dijo. Stiles frunció el ceño, ¿por qué tenía que hablar con Malia? Sin embargo, le hizo caso. Fue hacia Malia y se arrodilló frente a ella quedando cara a cara.

—Ey, ¿estás bien? —preguntó Stiles. Malia ni siquiera le miraba de vuelta—. ¿Malia? Malia —Stiles puso su mano sobre su hombro, pero Malia le detuvo mirándole herida. Simplemente se paró y se fue, dejando en el piso la hoja que le había provocado irse: la lista de muerte donde aparecía como Malia Hale.

Losing /Teen Wolf |running#3|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora