En el camino platicamos de cosas sin sentido: el clima, partidos de futbol (se estuvo burlando de mí porque apoyo a Tottenham), el tráfico; y la verdad no me sentí tan nerviosa pero cuando llegamos a la pista me aterré. ¿Y si me caigo y hago el ridículo frente a él? ¿Y si todos se burlan de mí y él no me ayuda?
—Hey Melody—me sacó de mis pensamientos.
—¿Disculpa?
—¿Qué si te quedan bien?—dijo señalando los patines. Nos estábamos preparando para entrar a la pista. No hay mucha gente pero aun así me aterra la idea de hacer el ridículo.
—Oh... Si si.
—¿Qué sucede? ¿Tienes miedo?—sonrió.
—No, yo... No. ¿Tú?—sonreí poniendo mi cabello a ambos lados de mi rostro.
—Pues... Mi madre, no mi verdadera madre, mi madrastra. Okay, establezcamos que mi madrastra es mi madre, de la verdadera nunca hablo jaja. Bueno, mi madre—se puso de pie con los patines ya puestos y me dio la mano para ayudarme a levantar—. Hacía patinaje en hielo cuando era joven, no estoy diciendo que sea una anciana...
—Lo entiendo jaja.
—Bueno y por eso cree que yo tengo sus mismas habilidades artísticas pero siempre le digo: oye, yo no tengo tus genes, y me ignora—entramos al hielo—. Así que cuando lleva a Thom a sus clases de hockey me obliga a entrar y pues, solo se da cuenta de lo malo que soy.
Dio unos cuantos pasos y se tomó de la barandilla. Lo vi con una sonrisa.
—Si, soy ese tipo de personas que va tomado de la barandilla luchando por no destrozarse la cara.
No pude evitar soltar la carcajada y cubrirme la boca para intentar aminorar el impacto de la risa heredada de mi madre.
—No te burles de mí—dijo también divertido—. ¿Tú sabes?
—No—dije patinando insegura—. Pero mi hermano me obligó a aprender a andar en patines porque quería que jugáramos carreras y supongo que no es tan diferente ¿no?
—¿Tienes un hermano?
—Mayor—asentí—. Y es un idiota.
—¡Ja! Creo que eso mismo dice mi hermano de mi.
—¿No dices que tiene cinco años?
—Exactamente—dijo sonriendo antes de atorarse en el hielo y casi caerse.
Seguimos patinando lentamente y riéndonos de sus comentarios y pequeñas caídas. Todo miedo e inseguridad que tenía en mi interior se esfumó.

El tiempo pasó volando y su patinaje mejoró cada vez más, a tal grado que pudo soltarse de la barandilla.
—Me gusta bastante el patinaje artístico—le dije viendo a una chica a unos cuantos metros de nosotros dando piruetas—. Creo que es un gran talento.
—Mi madre era muy buena. Siempre pone sus videos y los ve con su cara de añoranza. Es difícil tener una madre con talento para algo y yo no tener nada más que oído para la música.
—Muy buen oído—dije viendo aún a la chica.
Cuando terminó de dar unas vueltas impresionantes, se detuvo y siguió patinando. Volteé a ver el piso pensando en lo difícil que ha de ser dar un fouetté a esa velocidad y sobre el hielo.
Me distraje y se me atoró el patín en un pedazo de hielo haciéndome perder el equilibrio y caer de sentón. Theo por querer salvarme quedo sentado al lado de mi sobre el frío hielo.
Mi cara se volvió un tomate. Mi temor se había hecho realidad. Mierda, todo iba tan bien.
—Hey jaja, ¿estás bien?—me dijo Theo.
Asentí sin verlo y me alegré de que mi cabello no lo dejara ver mi rostro pero él lo puso detrás de mi oreja y me obligó a verlo.
—Tranquila jaja, pasa todo el tiempo.
Su sonrisa me inspiró seguridad, sus ojos, Dios mío sus ojos. No se burló de mí, y todos los presentes parecían acostumbrados a estos acontecimientos porque nadie nos hizo caso. Yo no podía dejar de ver a Theo. De repente, vi que empezó a acercarse a mí y yo a él. Sus labios, sus labios... ¡Alto! ¿Qué estoy haciendo?
Un chico no más grande que Theo se puso frente a nosotros.
—¿Necesitan ayuda?—traía uniforme con el nombre de la pista de hielo y unos patines profesionales.
Solté la respiración y tomé la mano que me extendió para ponerme de pie. Theo hizo lo mismo.
Limpié mi trasero con discreción y volteé a verlo, me estaba sonriendo.
—¿Qué tal si vamos por un té?
Asentí aliviada.

Me llevó a la cafetería del mall más cercano y nos pedimos un té y unas galletas como la última vez.
—Entonces ¿ya está mejor?
—Ha recuperado mucho la movilidad y la memoria. De hecho creo que ya lo recuerda casi todo y eso me alegra. Siento que todo está mejorando poco a poco, gracias a dios.
—Me alegro. ¿Ves que si funcionó tu idea?
Asentí con un pedazo de galleta en la boca.
—Tienes un poco de azúcar aquí—dijo señalando la comisura de sus labios.
—Oh... Lo siento—intenté limpiarme.
—Espera...—se inclinó sobre la mesa quedando muy cerca de mi. Limpió el azúcar y nos quedamos mirándonos a los ojos.
—Listo—dijo en un susurró que me hizo estremecer.
Aclaré mi garganta para quitar el temblor de mi voz y poder hablar.
—¿Y qué tal la tienda de discos?—dije para cambiar de tema.
—Bien, las ventas van muy bien. Mi padre siempre me lleva a supervisar esa sucursal y me gusta porque es la más grande. Pero también me gusta la sucursal del centro porque ahí veo muchos turistas entrando y comprando música de nuestros artistas. Me siento como un padre orgulloso y ni siquiera conozco a los cantantes jaja. Los que más se han vendido son los de la cantante Adele, después de que tuvo un accidente o algo así ¿no?
—Si. Un disparo en la cabeza—dije bajando la mirada.
—Pobre—dijo realmente afligido.
Nos quedamos en silencio.
—Entonces, ¿trabajas en varias sucursales?
—Solo superviso las ventas. Mi padre es el dueño de la compañía y me gusta ayudarlo.
—Oh, yo creí que...
—No jaja no trabajo en la tienda. Pero mira qué bueno es el destino que justo el día que estaba ahí fuiste ¿no?
—Si jaja. Que suerte—dije sonrojada de nuevo.
Me gustaría darme una cachetada para dejar de hacerlo.

Then and now... And always Donde viven las historias. Descúbrelo ahora