Muero por saber qué paso. ¿Por qué discutían?
Él parece notar que alguien lo mira y voltea, encontrándose con mi mirada.
—Vamos a dormir —me digo a mí misma y entro nuevamente.
Royce
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Ya la has hecho.
—Bueno, otra —corrige e inhala antes de preguntar—: ¿Sigues amándome?
Estamos en el balcón de la sala, de pie y solos. Estoy comiendo cotufas y cuando ella me pregunta eso siento atorarme con una, literalmente.
—¿Por qué tu pregunta? —frunzo el ceño.
—¡Ay por Dios! —alza la voz—. Es muy obvio. Estás tan diferente que me duele mucho. ¿No lo notas? Antes era todo distinto. ¡Me acabas de decir que dormirás en el sofá!
—Sólo estar solo. No siempre queremos estar en compañía de alguien.
Ríe irónicamente.
—Claro, claro. ¡No me creas una niña Royce! He tenido más experiencia que tú en estas cosas y créeme que también he dicho esas mentiras. Seamos directos, sólo dime si sigues sintiendo lo mismo que yo. Todo pasó desde el accidente. ¿Me crees menos mujer por no poder darte hijos?
—¡No es eso...!
Proceso momento después lo que he escuchado.
—¿Qué has dicho?
—No podré darte hijos —repite, su voz se debilita y salen algunas lágrimas a la vez que sus labios tiemblan—. Lo supe el día del accidente.
—¿Y esperas decírmelo ahora Dafne? ¡¿Ahora?!
Siento una presión en mi pecho y todas las ideas que me hice en faceta de padre se desvanecen.
—¡Quería decírtelo pero pensé que me rechazarías!
—¿No se supone que somos parejas?
—Te lo quería decir pero no pude. Tú eres un adolescente. Querrás tener hijos, verlos crecer y yo no podré dártelos. Soy una inútil.
Da un paso hacia atrás.
—Con o sin hijo podríamos ser felices.
—¿Podríamos? ¿Por qué no dices podemos?
—No sé.
—Dime que tienes otra, porque lo sé, es lo que creo.
Veo de reojo a Camila sentarse en el sofá.
—No.
—Sé que sí. Tu actitud lo demuestra.
—¿Tú tienes otro?
—¿Te soy sincera? Un hombre me llama la atención pero yo no tendría el coraje y el valor para enredarme con él teniéndote a ti.
—¿Quién es? —pregunto sin mirarla.
—No lo diré hasta el tanto tú no me digas quién te ha cambiado tanto. Otra cosa, ¿quieres seguir con planes de boda? Dímelo para así no esforzarme tanto.
Golpeo el barandal de metal y me acerco a ella.
—Sólo dímelo —dice, casi suplicándome una respuesta.
Acaricio sus mejillas.
—Dame tiempo —es lo único que digo, y beso su frente.
—¡Maldito tiempo! —grita y entra a la casa.
Intercambia algunas palabras con su hija y después ambas suben.
Me dirijo a la cocina donde saco una botella de whisky y una copa. La lleno hasta el tope para después salir de la casa caminando alrededor de la piscina tomando desesperantes sorbos. Pateo una silla de metal a la vez que tomo lo que quedaba sintiendo aquél sabor recorrer mi garganta; saboreo y me sirvo más.
Llego hasta la orilla del mar y me dejo caer para comenzar a jugar con la arena. Todo iba tan bien antes: cuando conocí a Dafne en uno de sus trabajos en producción de un canal al cual asistí por una entrevista.
«—Te diré algo y espero no que me rechaces como lo demás, pero tengo una hija.
—Créeme que la sabré tratar. Haré que ambos nos llevemos bien y eso no será un problema entre nosotros dos, si te acepto a ti, la acepto a ella —le respondí sin imaginar qué pasaría después.»
Después fui conociendo a Camila. Cuando ella comenzó a mirarme de una manera diferente, cuando a veces me esquivaba por no querer hablar conmigo. Sentí atracción por ella pero no quise aceptarlo hasta el día en que casi muere. Todo cambió cuando pasó nuestra primera noche. Ella se apoderó de mis pensamientos las veinticuatro horas del día.
Siento la mirada de alguien y pienso que es Dafne para pedirme que olvidemos esto y que todo volverá a ser como antes, pero me encuentro con aquella chica a lo lejos en su balcón, observándome. Para cuando me doy cuenta ya he terminado la botella de whisky y quiero ir en busca de otra.
Son más de las once. Yo sigo aquí sentado, pensando y pensando. Busco el anillo que he guardado en mi bolsillo y vuelvo a ponérmelo. Opto por regresar a casa; se me dificulta el camino y tengo que parpadear varias veces. Siento la necesidad de buscar a Dafne y hablar con ella pero cuando entro a la habitación está dormida. Quito mi reloj, lo dejo sobre el peinador para salir y dirigirme a la habitación de Camila.
La cama está cubierta por el dosel y puedo ver su silueta. Me acerco y sus músculos están totalmente relajados, sus labios ligeramente separados incitan a besarla y su cabello esparcido por la almohada haciéndola lucir más hermosa. Uno de sus brazos descansa debajo de su almohada y el otro escondido bajo las sabanas.
Me acerco lentamente y presiono suavemente mis labios en su frente.
Capítulo 83
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