Dallas.

Esa persona representaba para ella una espina en su corazón que con el paso de los meses creyó haber sustraído, pero entonces, ¿por qué su pecho comenzó a dolerle ahora?

Entonces, la respuesta llegó, y noqueó definitivamente a su moral.

Jamás había retirado ninguna espina. Simplemente se había acostumbrado al dolor y lo había hecho a un lado, olvidándose de su existencia por un tiempo.

Sus manos formaron puños, y apretó tanto sus dedos que al cabo de unos segundos comenzaron a dolerle. Pero más aún le dolía el recuerdo de esa persona.

Para Raiden, lo siguiente que ocurrió lo hizo en cámara lenta. Pudo claramente distinguir el puño de la pelinegra aproximándose cada vez más a su rostro.

Pero no intentó esquivarlo.

Tal fue la fuerza del golpe, que lo hizo retroceder unos pasos, y provocó que su espalda chocara con la fría y dura pared.

Llevó su mano a su mejilla que acababa de ser golpeada y su mirada se encontró con la de ella.

Tras aquellos ojos negros se escondían una furia y dolor tremendos. Podía notarlo claramente.

Se escucharon pasos apresurados aproximándose a ellos.

—¡Y encima tienes el descaro de dirigirme la palabra! ¡Muérete, imbécil! —gritó, dejándolo atónito debido a su agresivo vocabulario.

—¡Oi, Aya-chan, cálmate! —pidió Takao, mientras colocaba su mano en el hombro de la joven—. ¿Te está molestando? —preguntó, posando la vista sobre aquel chico de cabello corto negro y ojos azules que desconocía, y entrecerrando los ojos a modo de amenaza. Mas ella no contestó.

Midorima también había corrido hacia ellos, y se quedó estupefacto al ver al joven con la palma de su mano sobre su mejilla, a la vez que a Tachibana con la cara totalmente roja y respirando agitadamente.

Lo había golpeado.

—Takao, Midorima, lo siento —se disculpó a la vez que se masajeaba la sien con la yema de los dedos y cerraba los ojos—. No voy a asistir a la práctica. Me voy...

Se dirigió lentamente hacia la salida, cabizbaja, siendo presa de la mirada de aquellos tres jóvenes, y se fue.

Caminó sin rumbo fijo como por una media hora, y, cuando volvió en sí de su shock, se encontraba en frente de una gran plaza con mucho verde. Había árboles, un hermoso césped y algunos juegos para niños, tales como toboganes o las típicas hamacas. A lo lejos, se podía observar una preciosa fuente y una cancha no muy grande de basketball, llena de jóvenes aparentemente de su edad que se encontraban en medio de un partido.

Bufó. El baloncesto callejero es lo que menos quería ver en este momento.

Decidió sentarse bajo un árbol cercano a aquellos juegos, por cierto repletos de pequeños de no más de 10 años, cuyas enormes sonrisas reflejaban lo bien que se la estaban pasando. Quizás el aura juvenil e inocente de aquellas criaturas lograría animarla un poco.

Una vez sentada allí, abrazó sus rodillas y procedió a dejarse llevar por los recuerdos.

Recordó el día en que lo conoció, un 29 de junio, a sus 14 años de edad.

John, Mike, Brandon, Zack y ella estaban refrescándose y preparándose para el próximo encuentro luego de haber ganado otro minutos atrás. Ahora jugarían contra uno de los equipos más fuertes de aquel "torneo callejero" en el que se encontraban participando.

Eres un idiota ~ |Midorima Shintaro| - EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora