Maggie miró la espalda de su esposo, según la opinión de Emma lo hacía con una melancolía propia de los años, como si su vista se perdiera en otras épocas que ella no conocía ni conocería, luego de un rato volvió sus ojos a su nieta que la había estado observando todo ese tiempo, le sonrió calmándola pues ambas sabían que su abuelo no estaba tan feliz de tenerla con ellos.
– Ve a descansar cielo– le dijo cuando comenzó a recoger los trastes de la mesa.
– Te ayudaré– negó ella recogiendo los platos, su abuela que ya había caminado a la cocina se volvió con el dulce semblante de toda señora de sesenta años.
–No es necesario cariño– dijo quitándole el plato que estaba en sus manos–, estás cansada por el viaje, sube a ordenar tus cosas y duérmete temprano.
Y por el tono en su voz Emma no tuvo más remedio que sonreírle en agradecimiento y dejarla con todo ese desastre. Cuando pasó por la sala para subir las escaleras, el televisor estaba encendido en las noticias y su abuelo no la miró ni por un segundo.
No lo culpaba en absoluto, ¿Quién lo haría? Después de todo, ella era la razón por la que su único hijo no iba a visitarlos.
Aquella noche al regresar a su casa Antuan se encontró a su madre en la cocina con un enorme pastel de almendras y del otro lado de la mesa que separaba el comedor estaba su tío Ethan que le sonrió divertido.
–¿No te habías quedado en la estación?– le preguntó receloso, el hombre rubio y vestido con su uniforme azul marino le sonrió a medias.
–¡Antuan!– lo reprendió su madre– No le hables así a tu tío.
El chico rodó los ojos y se acercó hasta donde ella estaba, se inclinó sobre la mesa depositando un suave beso en su mejilla y en ese momento su madre olvidó completamente su enojo y le dedicó una tierna sonrisa.
Ethan los observó en silencio, les tenía una envidia saludable. Su hermana y su sobrino a pesar de toda la desgracia que había caído sobre ellos... seguían en pie. Y es que,había personas como ellos que a pesar de lluvias y tormentas seguían adelante, eran valientes, era de osados seguir de pie después de tantas tempestades.
–No deberías darles tantas libertades– le comentó a su hermana mitad en broma, mitad enserio– ¿Me puedes decir que hacía este jovencito en la estación de autobuses a las tres de la tarde? ¿Es que acaso la escuela ya no importa?
Su madre, Marleen observó extrañada a su muchacho que tenía la vista clavada en el rostro de su hermano, furioso por desvelar su secreto.
–¿Antuan?– le preguntó en busca de una explicación pero su hijo no la volteó a ver, en cambio se mordió los labios nervioso y estancó su vista al suelo. –¿Estás faltando a la escuela de nuevo?
– Estaba ayudando a Don Jorge en su trabajo– admitió en voz bajita. Marleen abrió los ojos horrorizada, ¿A don Jorge? Eso sólo significaba una cosa, con el corazón desbocado miró a Ethan quién también había atinado a sus pensamientos.
– Antuan– comenzó su tío, el chico volteó el rostro molesto pues sabía lo que seguía, la larga reprimenda de parte de su tío–, ya sabes cómo se pone tu madre respecto a trabajar con Don Jorge, no es...
–Sólo necesitaba ayuda con unos leños– contestó secamente– ¡Es un hombre mayor y necesitaba ayuda a cargarlos a su camioneta! Yo no le veo ningún problema...
– Si lo hay Antuan– dijo Ethan con voz fuerte, ambos sobrino y tío tenían una batalla de miradas, tan duras en sus palabras– ¡¿Es que no piensas en tu madre?! ¿No vez lo preocupada que está cuando vas a el bosque?...
–¡No me pasó nada!– dijo nervioso, sintiendo la mirada de preocupación de su madre en su perfil, dolía, para Antuan esa mirada era siempre lo que lo regresaba a la tierra de los vivos, su madre era su gran debilidad– No... me pasó... nada.
– ¿Puedes asegurarlo siempre?– le insistió Ethan–¡¿Puedes Antuan?!
Silencio.
Una incomodidad latente cruzó la estancia. El chico de los ojos verdes tenía sus palmas vueltas puños, nervioso y enfadado a la vez, su madre lo observaba con pena y su tío con furia retenida.
–Deberías pensar más en tu familia– continuó Ethan con voz más tranquila–, no eres ni mayor de edad ni tampoco vives solo para hacer lo que tú regalada gana, Antuan. Debes pensar mejor las cosas antes de hacerlas y pensar que no afectarás a nadie. ¡Ya no eres un niño!
– ¡Y tú no eres mi padre!– respondió colérico. Ethan se calló estupefacto, su sobrino tenía la cara roja y parecía estar a punto de explotar.– No eres mi padre... Sé que no soy un estúpido niño, por Dios... ¡Sólo fui a ayudarlo por diez minutos y nada más!
— ¡¿Y la escuela?!– dijo levantándose de la mesa, llegó hasta su sobrino y lo miró agachando la vista, Ethan era más alto que él y por lo tanto imponía – Tu madre no está pagando tu educación para que decidas simplemente no ir...
– Salí temprano...
– No mientas– lo interrumpió– Hoy es viernes, tienes asesorías de lengua y escritura todos los viernes, ¿Crees que no me entero de lo que debes hacer?
–¿Acaso me estás vigilando?– preguntó incrédulamente, Ethan tragó saliva aún sin despegar sus ojos de él, pero no respondió. No tenía que haberlo dicho. Antuan aún sin creerse que aún después de casi cinco años lo siguiesen vigilando miró directamente a su madre en busca de una explicación pero ella tampoco se la dio, se quedó de piedra alternando la vista entre él y Ethan muda de la impresión– Increíble...
Y dicho esto caminó rumbo a la puerta de su hogar.
–¡Antuan!
–¡Vuelve aquí jovencito!
Pero no los escuchó , caminó más deprisa hasta llegar a la entrada, dando un portazo al salir de su casa y se hecho a correr en mitad de los campos de calabaza.
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El Secreto de Antuan ©
ParanormalMuy lejos de las luces de la ciudad, existe un bosque maldito... En él, grandes tragedias han sucedido. Todo aquel que ha entrado , jamás a salido. Pero tú eres diferente, tú querido mío has vuelto de entre los enormes árboles y has regresado para c...
Los enormes Campos de Calabaza
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