Todavía recuerdo cuando dije ser inmune, vaya.

Entonces recuerdo la foto que me hizo aquí, estaba arriba de mí, y el roce de su pierna estaba matándome de los nervios... Debió ser difícil y aquí estamos, en el mismo lugar para decirle el incómodo gracias, pero no gracias. Es sólo recordarle que soy una terrible opción y que me alegraría muchísimo verlo con otra chica que lo hiciera feliz...

No, no me alegraría.

¿Qué acabo de pensar...?

—No tienes que decir nada —rompe el silencio—. No es que te pidiera que fueras mi novia o algo así. Además sé que Dimas...

Calla y tengo un nudo en el estómago.

La verdad, no sé qué estoy haciendo.

—Yo sólo quería decirte que he juntado el dinero para reparar el golpe de tu automóvil.

No sé, no sé, no sé.

—¿Cómo?

Me tiemblan las manos y tengo que cruzar los brazos sobre el pecho para ocultar el movimiento.

—Eso.

Suelta un suspiro apenas perceptible. Estoy muy conmovida, no puedo creer que pueda causar ese efecto en alguien y mucho menos en Eric. Me parece imposible que piense que soy linda o que en el escenario lance indirectas y que siempre esté ahí para mí.

—Ya te dije que no importa.

Sus palabras tienen esa risita adherida que no termina de ser una risa.

—Sí, importa. No puedo ir por ahí golpeando autos...

Está vestido con un pantalón negro y una playera roja, supongo que por la canción que interpretó. Su piel se ve pálida, como siempre, y ya, no puedo verlo a la cara.

—No quiero que cambien las cosas —murmura.

La canción más famosa de The White Stripes se escucha amortiguada por las cuatro paredes.

—Yo tampoco, pero es un poco raro.

¿Un poco? ¿Un poco? ¿En serio, Aura? ¡Quieres ser escritora y no encuentras las palabras adecuadas!

—Lo siento...

—No —digo sobresaltada y levanto la vista—. No te disculpes por eso.

Porque fueron unas palabras que no puedo olvidar.

Apenas nos miramos en silencio unos segundos, que parecen minutos, cuando la puerta se abre y los demás chicos de la banda entran. Tardan un momento en percatarse de nuestra presencia y parecen incómodos, como si supieran que interrumpieron algo. No creo que se pueda guardar mucho más tiempo que Eric me ha dicho lo que siente...

Puedes tener más que un autógrafo de mí.

Maldita sea... ¿Por qué dijo eso? ¡Me ha desarmado!

Eric se relaja, o finge hacerlo, y comienza a cantar la canción que se escucha desde el pasillo. Creo que han dejado reproduciéndose un álbum completo de The White Stripes.

—Bien hecho, Eric —felicita Gabriel.

Él sonríe, pero sigue cantando con esa voz que no le escuché hasta hoy y no consigo dejar de mirarlo. Es demasiado hipnótico y me hace morder el cigarro.

—Estás muy seria —dice Dimas y se sienta a mi lado.

¡¿En dónde está Minerva?!

Me convierto en una gelatina temblorosa porque no veo a la violinista por ningún sitio; de lo contrario, Dimas jamás se acercaría tanto ¡Estamos hablando más en este día que todos los anteriores juntos!

La Melodía de Aura 1 - PreludioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora