—Casi te mueres —la reprocho y ella ríe.

—No sabes cuánto te amo —me mira con dulzura— , no pude dejar de pensar en ti...bueno, en mi familia y mis seres queridos, pero estás dentro. Además, no quería dejarte así.

Estaba sonriendo, aunque se le escapaban lágrimas. Me acerco a abrazarla, al inicio hace un ruido extraño para recordarme que debajo de esa venda había una herida, sin embargo, pude sentirla cerca.

—¿Estoy demente? —dijo en un susurro.

—No —le contesté de inmediato— , tienes un don.

—Pues parece que le doy miedo a las personas —habla con voz temblorosa— . No me había dado cuenta de eso. Sólo los niños me creen...excepto Jack, pero bueno, al menos no hizo nada malo.

—¿A qué te refieres? —jugué con su cabello.

—Si vamos a salir, más vale que seamos sinceros —ella se apartó, tomó mi mano entre las suyas y la besó— . Cuando era pequeña, me llevaban a exámenes psicológicos, luego psiquiátricos. Pensaban que tenía algún desorden, que lo que veía no era real y por lo tanto si no podía controlarlo o persistía en la existencia de mis visiones, podían tomarse la libertad de comenzar a medicarme. Nadie quiere a una niña con problemas mentales, ¿sabes? Lo tuve que reprimir; algunas veces veía cosas horribles y no podía decirle a nadie.

Me quedé estupefacto.

—Pero está bien si quieres irte —se encogió de hombros— , aunque no me creas, es lo más honorable ahora.

—No, Winnie —le sonreí— . No voy a irme. Es normal que sientas que eso no está bien, pero todos se han equivocado contigo, es decir, ¿cuántos genios han sido criticados, tachados de locos o herejes? La historia está llena de gente que le dice "A la mierda", a todos los que han intentado hundirlos. No vas a ocultarte debajo de una roca toda tu vida, aparentando ser una virgen santa que no se atreve a hacer algo malo. Tú eres afortunada de ver lo que muchos no podemos, y si tengo que defender eso, lo haré.

—Creo que ahora me siento peor por haber abollado tu auto —sonríe. Me agarra de la camiseta hacia ella y nos besamos.





—No entiendo mi árbol genealógico, te lo digo enserio —me apunta con su tenedor.

Habíamos comprado comida china como último recurso a que ambos estábamos hambrientos. Y nos encontrábamos comiendo a las cinco de la mañana, con las cortinas bien abiertas para ver el amanecer. No saben cuánto pensaba que amaba a esa chica y que al verla a salvo era un milagro para ambos.

—¿Sabes mi nombre? —ella rueda los ojos, riendo— Bueno, lo sabes, pero no completo. Es Winifred Marie Anderson Petrova. No entiendo por qué me pusieron Winifred, pero Marie viene de María Antonieta. Anderson porque mi padre era inglés, vivíamos en Londres con él...la cosa es que él es descendiente gitano porque sus abuelos lo eran. En cambio, el Petrova es porque mi madre es descendiente gitana también, pero de Rusia. Mi abuelo materno alcanzó a enseñarme un poco de ruso antes de morir.

—Interesante —dije con algo de comida en la boca— . Por eso tienes unos ojos expresivos.

—¿Qué hay de ti? —ella subió las cejas mientras metía un poco más de arroz a su boca.

—No lo sé, no conocí a mi padre y mi madre no hablaba mucho conmigo —me encogí de hombros.

—Mark, es una variante de Marte, dios de la guerra. ¿Ya te lo había dicho? Sí, ya te lo había dicho —rió un poco— . ¿Tienes un segundo nombre?...

—Tristan.

—Debes estar bromeando —sonrió ampliamente— . Amo ese nombre. ¿Alguna vez leíste la historia de Tristán e Isolde? Era mi favorita...está en mis favoritas.

—Te gustan las historias de amor trágicas —reí por lo bajo.

—Nosotros somos así —dijo poniendo una mano enfrente de su boca mientras terminaba de masticar— . Aún si no quieres creerme, lo que hemos atravesado ha sido casi igual: mucho sufrimiento o una serie de inconvenientes. Qué suerte que esta vez vamos bien.

—¿Tú crees? —no me di cuenta de que le sonreía.

—Todo parece ser posible ahora —miró a la ventana— , y creo que ese es el mejor regalo de todos, que podamos ser libres de hacer lo que sea, así sea una idiotez, pero que seamos libres de hacerla.

—¿Cómo sabes que éramos nosotros? —le pregunto haciéndola volver la mirada a mí.

—Lo hemos vivido —sonríe— . ¿No sientes ese déjà vu?

La habitación se llenó de luz gradualmente, pude ver cómo su rostro se iluminaba y de cierta forma lo que decía tomaba sentido, claro, poéticamente porque no era alguien tan espiritual como ella.

—Espero que esta historia vaya bien —agarró la amatista de su collar que aún colgaba encima de su pecho— . Sinceramente, lo quiero. Quiero saber qué es estar en calma. Quiero estar contigo, no es mucho pedir.

—Tranquila...

—Siempre había un pero —paseó los ojos por el suelo— . No había suerte.

—Deja de pensar tanto en el pasado —le tomé la cara, ella lentamente subió la mirada— , o no podrás disfrutar el ahora.

Asintió, reía mientras rodaba los ojos. Se abalanzó sobre mí, luego se sentó sobre mi regazo, aún sonriente.

—¿Qué haría yo sin ti? —susurró a pocos centímetros de mi rostro.

—Muchas cosas —respondí, apartándole el cabello de la cara.

Self ConsciousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora