- Por cierto, yo soy _____ y ellas son Eleanor, Rocío, Elizabeth y Janelle -señalé a cada una.

- Yo soy Andrea.

ERA LA CHICA NUEVA. Es decir, la de la lista. ¿Cómo era que no la había visto ayer? No habría venido porque sino sabría ir hasta clase.

- ¿Y dónde vives? -preguntó Elizabeth.

- Me acabo de mudar a aquí, pero realmente soy de España -nos paramos todas en seco y se extrañó. Pegué un pequeño grito y me tapé la boca. Yo no era tan entusiasta como parecía pero venía con demasiada energía del verano.

- ¡¿Enserio?! -exclamó Janelle perpleja y ella asintió.

- Es genial -dijo Eleanor.

- Tampoco es para tanto, en cambio Londres es magnífico -suspiró. Tonta.

- ¿Y acaso España no? A mi me fascina, pensamos en hacer un viaje allí el año que viene -dije volviendo a emprender el camino- bueno, cuando no rompa la hucha para comprarme algo -reí.

- Podéis venir a mi casa cuando queráis -la abracé antes de que acabase la frase- siempre que os presentéis con chocolate -condicionó. Sabía que solo era una formal invitación porque del dicho al hecho había un largo camino pero ir a España era un gran sueño que teníamos las cinco y si una de nosotras nos lo mostraba, la cosa era más divertida.

- No te lo he dicho antes pero ¡TE AMO ANDREA! -rió ante mi comentario.

- Se le va la cabeza, tranquila -dijo Eleanor despegándome de ella.- tú solo me amas a mí -me pegó levemente en el brazo.

Sonó el timbre y nos dirigimos cada una a nuestras clases. Al entrar, Laura dejó de besar a su queridísimo novio y posó su mirada en Andrea, lo que hizo que el también se girara y la mitad de la clase empezara a murmurar. ¿Habrían visto la escena de antes? Al parecer, sí. Panda de cotillas. Andrea se sentó al lado de Eleanor y las tres empezamos a hablar. Nos enseñó un tatuaje que tenía en el hombro derecho. Era una especie de clave de sol transformada en un corazón con un piano por dentro, era muy bonito. Entraron los últimos compañeros que quedaban seguidos de la profesora. Cuando la profesora se percató de la presencia de Andrea, la mandó presentarse. Sonreía porque sabía lo incómodo que era, eso y la cara del irlandés.

- Niall la baba -susurré.

- ¿Eh? -apartó su mirada de Andrea.

- Vas a crear una piscina de saliva a este paso -reí por lo bajo.

- Entonces por fin tendremos una piscina climatizada.

- Claro, te traeremos a Andrea para echar saliva caliente y nos la llevaremos para la fría.

- Cállate -me demandó avergonzado.

- Es guapa -admití y asintió.

- Es española, dile que te enseñe el idioma y... -lo dejé en el aire con una sonrisa pícara, abrió los ojos como platos y reí.

Ella volvió a su asiento y nos callamos. En los recreos le enseñamos todo lo que había y le contamos muchas cosas al igual que ella a nosotras. Hablamos de múltiples temas y también le pusimos al corriente sobre otros varios como los cotilleos de aquí. Queríamos integrarla rápido, para poder hablar de cualquier cosa sin problemas. No nos tachéis de abuelas chismosas, pero es que aquí uno se entera de todo. Antes de que puedas hacer algo, ya lo sabe medio mundo. Es la única manera de matar el tiempo aquí. Si nos aplicásemos, podríamos crear una revista de rumores.

Hablamos también de nuestras vidas familiares. Al parecer su padre está en la cárcel y su madre no le hace mucho caso, dice que sus amigas hacían extraescolares y se pasaba las tardes sola. A veces creo que tenemos un don para encontrar a chicas provenientes de hogares rotos. Y sobre lo de sus amigas... Se hartará de vernos a todas horas, aquí tienen gran afición por salir. Podríamos vivir en la calle y nadie notaría la diferencia.

Quedaban dos minutos para irnos a casa asi que empecé a recoger, justo acabé y tocó. Me levanté a la velocidad de la luz e intenté salir pero alguien taponaba la puerta.

- Aparta, estas taponando -levanté la mirada del suelo y vi a... Harry. Una expresión de asco se manifestó en mi cara. ¡Mátenme! O mejor, ¡mátenle!

- ¿Y si no quiero? -vaciló. Podría tirarle el tacón de su novia bien lejos y que fuera a buscarlo, como su perrito que es. Bufé.

- Aparta -intenté pasar pero no me dejó.

- No, quiero estar aquí.

- Imbécil -dije entre dientes.

- Boba.

- Inútil.

- Eh, ¿nos vamos? -preguntó Eleanor. ¡Lo estoy intentando!

- ¿Andrea? -aparté la mirada de Harry quien no se iba ni con agua ardiente.

- Viene su madre a buscarla, venga vamos -cruzó por un hueco que Harry había dejado libre. ¿A ella sí y a mí no? La sangre me hervía cada vez que le miraba.

- Idiota -le empujé a la vez que pasé por su lado.

Del odio al amor solo hay un paso (Harry y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora