Sueño 3: El señor Martínez

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—Eso no puede ser cierto. Parece completamente sacado de una película de terror.

—Lo es. Yo lo vi, en el Mercy. Atendí a cientos de personas. Los pacientes originales, y también a los que enfermaron después. —Caminó hacia el televisor, justo cuando pasaban las imágenes de un centro de refugiados, que estaba en llamas y lleno de cadáveres alrededor—, yo, trabajé allí esta mañana, y de todos los que acudieron, solo hubo quince personar infectadas —comenzó a llorar más—. ¡No puedo creer que no lograran salvarse! ¡Debí hacerle caso a George, debimos haber salido de la ciudad cuando aún era seguro!, ¡esto es mi culpa!

—Tranquilízate Sarah —dijo papá, haciendo un ademan con la mano derecha.

— ¿Qué haremos papá? —preguntó Erika.

—No sé —contestó—, no tengo idea.

—La casa de los Martínez —murmuré demasiado alto.

— ¿Qué hay con ellos? —preguntó papá, observándome con angustia.

Me quedé en silencio por un segundo antes de contestar:

—Los Martínez se están yendo de la ciudad. Vi su auto con maletas cuando llegamos del aeropuerto, y aún sigue allí, enfrente de su casa.

—Eso no nos sirve de mucho —dijo Dorian.

—Al contrario —repliqué—. Debemos irnos junto con los Martínez, ellos tienen toneladas de comida en su sótano, así como medicamentos, equipo de supervivencia, y muchas otras cosas.

— ¿Cómo sabes todo eso? —preguntó papá confundido.

—Porque una pelota cayó en su patio, y al ir a buscarla, vi esas cosas por la ventanilla del sótano. Creo que ellos son preppers.

—Entonces vayamos.

—Solo hay un problema. El auto, estaba con la cajuela abiertas, y además había maletas en el suelo, creo que algo les pasó.

—Entonces tendrás que acompañarnos a tú hermano y a mí. Solo tú has visto donde se encuentra la comida, en dado caso que no hallemos a los Martínez, nos quedaremos con sus cosas.

Papá, dejó su arma y la de Dorian en el sofá, se limpió la sangre de las manos en su camisa, que ahora tenía las manchas de sus manos.

—Dorian, ve a cambiarte, ponte ropa y zapatos. En diez minutos no iremos. Jacob, haz lo mismo —ordenó.

Dorian, subió lentamente al segundo piso. En cambio, yo no entendí por qué me pidió que me cambiara, no estaba usando pijama, o estaba usando bóxers, pero, si tendría que quitarme esta ropa, la había usado un día entero, y ya empezaba a sentir que la piel se me pegaba a la ropa. Subí rápidamente, entré al armario de mi habitación, que era un gran espacio de dos metros de largo y uno y medio de ancho. Mu cambié los zapatos azules que llevaba, por unos botines negros. Tomé una camisa de mangas cortas, color gris y además me puse la chaqueta verde oscuro que había usado en el avión. Además, me puse un pantalón más cómodo, de mezclilla azul que era más flexible que el que llevaba puesto.

Me encontré con Dorian al salir del pasillo, llevaba puesto un pantalón de mezclilla gris, zapatos deportivos rojos, y una camisa de tela negra. Se le veía muy nervioso, lo que tuvo que presenciar en casa de Jace, debió haber sido demasiado intenso, como para asustar a alguien de veinte años.

De nuevo estábamos abajo, papá, tenía puesta la misma ropa que usó en nuestro último día en Hawái, unos jeans negros, camisa roja y unas botas vaqueras color marrón, cargaba su arma y la de Dorian, se le veía nervioso, tanto como Dorian, pero, trataba de mantener sus nervios ocultos. Rápidamente fui a por mí arma. Papá, estaba junto a la puerta, revisando a través de la mirilla, que no hubiera personas cómo las del centro.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Where stories live. Discover now