-¿Está todo bien?- preguntó Scott al escuchar tanta algarabía desde la acera.

Había salido de la casa de sus padres a dar una caminata. Desde que se había enterado de que el hijo que Jessica esperaba no era de él, no conciliaba el sueño. Cada noche, aquella noche en la cual Jessica había dado a luz y habían exigido una prueba de ADN y se había enterado tres día después que esa niña que esperaba con tantas ansias no era suya, aparecía para llevarse consigo el sueño dejándolo triste y con el corazón desecho. Por mucho que no quisiera a la madre de quién creía que era su hija siempre le hacía ilusión.

Habían sido los dos meses más tristes en mucho tiempo. Por un momento pensó que estaba destinado a no tener hijos y eso le partía el alma. Siempre había querido ser padre pero ahora con esa mentira por parte de Jessica era el detonante de que se sintiera así. Había salido a dar una vuelta por el vecindario e inconscientemente sus pies lo dirigieron a la calle de la que era la antigua casa de Leslie. Cuando se aproximó escuchó algunos gritos y dudó bastante el ir y tocar la puerta, sabía que no era muy bien recibido en ese lugar pero la curiosidad pudo más y se decidió.

-¿Y se puede saber que tu haces aquí?- dijo Liam con el rostro serio pero también algo preocupado.

-P-pasaba y escuché algunos gritos sólo quería verificar que todo estuviera bie...- un grito se hizo presente y luego el llamado de Janices.

Liam dejó la puerta abierta y se fue rápidamente a la sala, a donde estaba su hermana tirada encima de unos almohadones en el suelo con su madre. Scott entró sin ser invitado quedándose como estatua en la entrada de la sala. La imagen que había frente a él le había removido algo en su interior. Ver a Leslie quejándose adolorida, con la frente perlada en sudor y con una sonrisa en su rostro le había hecho sentir algo de envidia a Max. Él había tenido la mejor parte de toda la historia. Leslie lo amaba, había decidido quedarse con él, le estaba dando el mejor regalo que un hombre podía tener.

-S-Scott...- suspiró Leslie al verlo. Sintió que el alma le volvía al cuerpo. Después de tantos meses lo tenía frente a sus ojos.

-¡¿Que haces aquí?!- gritó Janices enojada pero nuevamente los gritos de dolor de Leslie llamaron la atención de las tres personas.

Scott seguía con los pies pegados al suelo sin dejar de observar a Leslie fijamente. Esta le pedía con la mirada que deseaba que estuviera ahí, que lo necesitaba a su lado. Leslie solo pedía que dejara todo su pasado de un lado y fuera y le diga que todo estaría bien aunque no fuese así -A-Acércate...- suplicó Leslie casi en susurros.

Fue como un mandato para él y en segundos él estaba arrodillado junto a ella. Acarició lentamente y con cariño el cabello de ella mientras ella cerraba sus ojos sintiéndose tranquila -T-Todo estará bien...- susurró Scott y besó su frente.

Janices, con unos guantes, verificó todo que estuviera bien. No era doctora pero había asistido partos la mayor parte de su carrera y confiaba en que podía traer a su nieto al mundo. Además, en el pasado, había hecho de partera en algunos momentos de su vida.

-¿Lo prometes...?- preguntó mientras como sentía otra contracción y él asintió.

-Lo prometo, nena.- susurró con una sonrisa en sus labios.

-Leslie puja- pidió su madre y ella asintió entrelazando sus manos con la de él.

Con cada contracción Leslie pujaba hasta llegar al número diez. Tomaba un descanso y volvía a pujar sin dejar de gritar y llorar de dolor. Aunque Scott no se quedaba atrás quejándose de dolor porque con cada contracción, además de Leslie, sufría su mano y su brazo. Liam por otro lado estaba igual de adolorido que él pero se veía la felicidad que sentía al saber que sería tío.

Nuestra jugada perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora