—Dulces sueños, Emma —la voz fría de Amelia retumbó en sus oídos. Lo último que pudo ver hasta esfumase en la oscuridad, fue ver como Justin le daba un beso apasionado a su hermana.

—¡No! ¡No! —Emma pataleó, haciendo que el agua chapoteara por los pisos del baño–. Oh Dios, fue solo un sueño –se dijo al ver que se encontraba en el baño. Ya no había oscuridad. Ya no era una estatua. Había despertado, Justin la había despertado. Al pensar en él vio el reloj que puso. ¡Mierda! Ya habían pasado los 45 minutos. Se puso la bata, recogió su cabello y salió corriendo escaleras abajo. Sacó la lasaña del horno, no estaba tan mal, solo las esquinas se habían tostado. Pero de ahí en más aquella lasaña se veía deliciosa y Emma estaba ansiosa por la llegada de Justin. Con un papel tapó el recipiente y se dispuso a subir a cambiarse. 

***

Emma prendió la tercera y última vela de la mesa del comedor. Revisó que todo estuviera en su lugar. Alisó su blusa con ambas manos y esperó a que Justin llegara. Era un buen gesto por parte de suya. Justin ya había hecho demasiado por ella, así que esto era algo así como un agradecimiento. Y Emma, al escuchar que las llaves de Justin se introducían en el cerrojo, cerró los ojos e inhaló. Para cuando los abrió Justin estaba plantado delante de ella, con una cara de desconcierto. 

—¡Ta-da! —exclamó.

—¿Qué es esto? —dejó las llaves en la mesa y caminó hacia ella, para después abrazarla y acercarla a él. 

—¿No es obvio? Hice la cena.

Justin alzó las cejas, claramente sorprendido.

—¿Tú cocinaste?

—Uh-huh. Usé uno de tus libros. Sé que te gusta la lasaña, así que eso hice. Es mi agradecimiento por estos meses que llevas ayudándome —le sonrió.

 A Justin se le contrajo el corazón. Nadie nunca le había preparado una cena como aquella. Aquella mujer tenía tantas sorpresas guardadas, que Justin estaba dispuesto a descubrir cada una de ellas. Y por todo lo que lleva sintiendo en estos meses que ha estado compartiendo con Emma, acompañado de la cena que le había hecho, la besó. No fue tan largo como en el London Eye, pero Justin sintió que fue más íntimo y privado. 

Justin se alejó y carraspeó.

—Gracias, Emma. Espero con ansias probar la lasaña.

Emma no supo que hacer ni que decir. Demonios, la había besado, de nuevo. Estaba 100% segura que se sintió mejor que el primero. Evitó llevarse sus dedos a los labios.

—Siéntate. Ahora te sirvo.

Emma trató de hacerlo de una manera calmada. Todavía podía sentir como su rodillas flaqueaban. Se sentó enfrente de él. Vio como se llevaba el tenedor, con un pedazo de su lasaña a su boca. Aquella boca que la había besado hace unos instantes.

—¿Y? ¿Cómo está? —preguntó una vez que Justin terminó de masticar.

Una sonrisa de satisfacción se formó en su rostro.

—Emma esto está delicioso.

—Me alegro que te haya gustado.

Y cuando probó la lasaña, supo a lo que se refería Justin. Esto le había quedado tan malditamente bueno. Se felicitó a ella misma en su mente. No estaba mal para una principiante. 

***

Ambos recogieron los platos, en la cena Emma no estuvo muy conversadora, no como ella solía serlo. Se sintió idiota al pensar que pudo haber sido por el beso que le había dado, cuando estaba más claro que cuando Justin la besaba le dejaba la sensación de no separarse nunca de él. Al terminar de recoger todo, Justin se acercó a Emma y la volvió a abrazar para atraerlo a su cuerpo. Aquello era lo que a Justin mas le gustaba hacer. Emma era una pieza importante para Justin en su vida, en todo.

—¿Sabes lo importante que eres para mi? —le susurró. Y Justin sintió como ella se estremecía. ¿Aquello era bueno, no?

—¿Lo soy?

Justin frunció el ceño.

—Si, lo eres.

—Bien. Por que pienso lo mismo –soltó una risita.

Así que Justin le diría lo que quería hacer desde hace una semana.

—¿Quieres ir a Paris, Emma? —preguntó. Justin creía que sería bueno que Emma saliera de Londres, hace meses que estaba aquí y Justin quiso que ella conociera lo mejor de Europa.

—¿Paris? ¿En serio?

—Si, en serio. ¿Quieres ir o no?

—Por supuesto que me gustaría.

—Bien, nos vamos mañana.

—¿Mañana? —dijo sorprendida—. ¿Dónde nos quedaremos? ¿Los boletos? Eso no se puede hacer en un día.

—Ya lo he hecho —dijo tímido—. No te enfades. Sabía que vendrías. Ya está todo listo.

Emma se emocionó. En las tantas películas que ella había visto en estos meses, habían pasado Paris en la mayoría de las veces. Y por lo que ella veía, Paris no era lo que recordaba. Sabía que al momento de llegar, sentiría la misma emoción que sintió cuando vio en lo que Londres se había convertido en tan solo dos siglos. Además, por lo que había aprendido en aquellas películas... a Paris se le conocía como la cuidad del amor.

Emma se acopló mejor en su pecho y se puso de puntillas, depositándole un beso en su mejilla.

—Justin, en verdad gracias por todo.

—No Emma, gracias a ti.

The Princess [j.b.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora