—¡Eres egoísta, Lanza Afilada!

—Es posible. Me duele rechazar tu petición, pero me temo que no puedo compartir a Summer contigo. El que Lucha con el Oso se levantó, muy enfadado.

—¡Viniste a pedirme ayuda para rescatar a la hermana de tu mujer y te la he dado! Pero ¡ya no te ayudaré más! —exclamó—. Has elegido seguir las leyes de los blancos por encima de las de tu pueblo. ¡Tú no eres comanche! Ya no eres bienvenido aquí. Con esas palabras, salió del tipi. Lance se quedó mirando al suelo, apretando mucho los dientes.

No se dio cuenta de que Summer había entrado en la tienda hasta que la oyó preguntar en voz baja:

—¿Qué pasa? Lance levantó la vista de repente, y Summer tuvo tiempo de distinguir un brillo posesivo y protector en sus ojos antes de que los cubriera con la máscara habitual de indiferencia.

—Nada que te concierna.

—¿Estás seguro? Acabas de discutir con tu hermano. Os he oído. Sin levantarse, Lance cogió la manta más cercana y empezó a enrollarla.

—Lance, ¿qué pasa? ¿Qué haces?

—Recogiendo. El que Lucha con el Oso nos ha echado de sus tiendas.

—¿Qué? —preguntó Summer, ahogando una exclamación—. ¿Por qué?

—No tiene importancia.

—¿Cómo puedes decir que no tiene importancia? Summer no entendía nada. Tenían que quedarse hasta que encontraran a Amelia. Pero antes de que pudiera protestar, Lance interrumpió sus caóticos pensamientos con un gruñido.

—No te preocupes. El que Lucha con el Oso puede echarnos de sus tipis, pero no del campamento. No tiene tanta autoridad. Ni siquiera el jefe de paz la tiene. Buscaremos otro sitio donde alojarnos. La joven sacudió la cabeza. No quería una lección de protocolo comanche. Quería saber qué había pasado.

—Pero... ¿Y Amelia? ¿Cómo vamos a encontrarla sin la ayuda de tu hermano?

—Ya se me ocurrirá algo.

—Yo... Lance, no lo entiendo. ¿Por qué se ha enfadado tanto tu hermano? ¿Qué te ha dicho?

—Ha dicho —respondió él, apretando los dientes— que ya no soy un comanche. Que no soy bienvenido aquí.

—¡Por el amor de Dios! Pero ¿por qué?

—¡Porque me he negado a compartirte con él, maldita sea, por eso! Ella lo miró sin comprender.

—¿A qué te refieres con eso de compartirme?

—Te desea, princesa. Quiere dormir contigo.

—¿Cómo? La voz de Summer se había convertido en un susurro agudo, y Lance la miró con hostilidad.

—¿Tengo que darte los detalles sórdidos? La ley comanche permite que un hombre se acueste con la esposa de su hermano. Y cuando digo se acueste quiero decir que se la folle, no me refiero a dormir juntos. El que Lucha con el Oso considera que es su derecho. Summer se llevó una mano a la frente, aturdida.

—Pero... él... ya tiene varias esposas. ¿Por qué me quiere a mí también? Lance sonrió con ironía.

—No te hagas la inocente, princesa. Siempre has atraído a los hombres como moscas a la miel. A ella le pareció una acusación muy injusta. Tal vez hubiera atraído la atención del hermano de Lance, pero había sido algo totalmente involuntario. Su comportamiento había sido recatado en todo momento. No había hecho nada que pudiera considerarse provocador. En realidad, había procurado siempre mantenerse alejada del fiero jefe guerrero.

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