—Nada —susurró con esfuerzo—. No sé si yo ahora... o si puedo soportar esto, ¿de acuerdo?
Siguió sosteniendo fuerte mi mano. Asentí y entonces comencé a llorar. No sabía por qué; sencillamente el llanto se apoderó de mí. Lucian me besó las lágrimas de los ojos, me miró y su mirada era un contacto, una caricia profunda en mi interior.
—Te amo, Rebecca —dijo.
Me espabilé y vi que hablaba en sueños. Estábamos igual como nos habíamos acostado, estrechamente abrazados, con su pecho pegado a mi espalda. Primero pensé que escuchaba su voz en mi sueño, pero luego m edi cuenta de que era él quien soñaba.
—... yo también... —escuché que él decía. Sonaba atormentado, impotente—... pero debes... mas no... no conmigo... cesa... deja... de rogar... no puedo... de lo contrari...
Se sobresaltó y vi que el sudor el corría por el rostro. Sus cabellos estaba húmedos.
—¡Oye! —le dije—. Estabas soñando. ¿Qué... era?
Prendí la luz, Lucian parpadeó. Se le veía por completo aturdido y pareció necesitar un buen rato para registrar dónde se encontraba.
—No sé —murmuró azorado—, no sé qué soñaba. Normalmente lo veo justo frente a mí, pero ahora ha desaparecido.
Sonrió, torciendo la boca, y reclinó la cabeza sobre mi pecho
—Ha de ser culpa tuya, porque tú puedes desechar los sueños de inmediato —me atrajo a sus brazos, pero ya no dormimos.
—Tengo sed —dijo en determinado momento y se iba a levantar, cuando lo detuve.
—Deja que yo vaya —comenté—. De todas formas tengo que ir al baño.
Recorrí torpemente todo el pasillo a oscuras y en la cocina llené un vaso de agua del grifo; busqué el baño mientras regresaba al cuarto de Lucian. Abrí la puerta de lo que resultó ser un guardarropa, un trastero, y en la tercera búsqueda tuve suerte. Busqué a ciegas el interruptor y me topé con una enorme sala de baño con lavabo de mármol y una lavadora de ropa. Había ducha y bidé, pero no inodoro. Mientras pensaba si debería usar el bidé, la puerta se abrió. Me di vuelta y, asustada, dejé caer el vaso.
Frente a mí se encontraba una mujer desnuda. Era más o menos de la edad de Janne, llevaba cabello largo y castaño, con un aspecto revuelto que decía con mucha claridad qué había estado haciendo hasta unos momentos antes.
—Yo... ah... —tartamudeé y hubiera querido que me tragara la tierra, lo que la mujer en cueros advirtió, en un abrir y cerrar los ojos.
—Bueno, por lo visto hoy no soy la única visita femenina —dijo, divertida—. ¡Hola!, me llamo Kim. ¿Y tú quién eres? —me sonrió, como si nos hubiéramos encontrado en un coctel.
—Yo... yo —¡cielo santo, no me pareció tener que decir mi nombre!
—Déjalo, cariño —dijo la mujer—. Está bien. ¿Qué te parece si regresas a la cama y me dejas que arregle lo del vaso?
No necesité que me repitiera la pregunta. Con la velocidad de la luz, salípitando hacia el cuarto de Lucian.
Cuando le conté lo que había pasado comenzó a reír.
—¡Bueno! —repuso—, al menos ahora ya tienes una prueba acerca del sexo de mi anfitrión.
—Muy chistoso —bufe—, pero ¿no me vas a presentar?
¿Ahora? —preguntó arqueando la ceja.
Con una sonrisita, respondí que no.
—Quizá mañana —dije mirando a la puerta, aprensiva—. ¿Y crees que enrealidad esto... está bien?
—¿Qué? ¿Que mi anfitrión reciba mujeres?
—No, que tú... recibas muchachas.
—No he leído ningún reglamento de la casa que lo prohíba —aclaró—. Tranquilízate. El tipo es a todo dar. No me va a retorcer el cuello.
—¿Lucian?
Me miró interrogativo.
—¿Dónde está el baño? —pregunté algo avergonzada.
—Oh —sonrió—. Es muy fácil. Justo al lado de mi cuarto.
Cuando regresé, Lucian tenía el libro de mi madre y lo estaba hojeando.
—Quisiera saber —musitó— en que parte cesan.
—¿Cesan? —arrugué la frente—. ¿Qué quieres decir?
—Mis sueños sobre ti —me explicó—. Vienen al azar como escenas de una película que se hubiera roto y luego la hubieran pegado en desorden. Pero, ¿dónde está el comienzo, dónde el fin? ¿Entiendes lo que quiero decir? En realidad quería preguntarle a tu madre esto, pero... no sigue —dijo mirándome.
Asentí, y de inmediato me di cuenta de algo. Tome el libro, abrí las últimas páginas y se las mostré a Lucian.
—¿Has leído este capítulo sobre sueños lúcidos?
—No creo. ¿Qué dice? —preguntó, levantándose de la cama.
—Es muy parecido al estado de trance en que te pone mi madre —contesté—, solo que tú mismo lo puedes hacer. Antes de dormirte puedes intentar desear un sueño. Yo nunca lo he probado, pero con la mayoría de las personas parece que funciona, según dice Janne. Solo es necesario concentrarse con la suficiente fuerza.
De repente me sentí terriblemente excitada.
—Quizás esto sea una pista. Quizá deseaste soñar cuando me viste la última vez. Antes de que... perdieras la memoria —comenté, titubeante.
Lucian asintió con lentitud.
—El intento vale la pena —respondió, extendiendo los brazos—, pero no ahora. Ven acá. Durmamos un poco.
Apagué la luz, me acurruqué otra vez en los brazos de Lucian y olí la noche en su cabello y a mí misma en su piel. La siguiente vez me despertó el celular. Era Suse, quien dio la alarma. Janne había hablado a su casa al teléfono fijo.
—Le dije que estabas en la ducha —me explicó—. No creo que sospeche nada, pero es mejor que regreses.
Suspiré. Lucian no apartó los ojos ni un momento de mí mientras me vestía.
Se le veía algo trasnochado, los cabellos revueltos, el rostro desencajado, pero la febril intranquilidad que le rodeaba había desaparecido y, por primera vez desde que lo conocí, se vea feliz.
—¿Cuándo te vuelvo a ver? —me preguntó cuando estuve lista, y añadió sonriendo—: Tú ya sabes dónde vivo y dónde trabajo también.
Dudé que hoy pudiera desaparecerme otra vez. Lo que menos deseaba era arriesgar mi felicidad y despertar las suspicacias de Janne.
—A más tardar mañana, ¿de acuerdo? —le respondí—. Después de la escuela tengo que ayudar a Spatz en el traslado. Se muda a un nuevo atelier, pero luego le diré simplemente que me voy a nadar.
Lucian se levantó de la cama y me abrazó. Hundió la nariz en mis cabellosy murmuró:
—Te estaré aguardando. Vigila. No corras delante de coches.
—Prometido —de mala gana me desprendí de su abrazo—. Hasta mañana, a más tardar.
Cuando bajaba las escaleras, sentí de nuevo la pesadumbre en mi pecho, pero esta vez no era mala.
Afuera brillaba el sol, y mientras iba por la calle tuve la sensación deflotar.
Continuara...
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Lucian (TERMINADA)
Teen FictionUna joven se enamora de un hombre que parece ser un vagabundo, y están unidos por algo: él es su ángel guardián, pero no recuerda nada porque padece amnesia. Lo único que sabe es que cada sueño que Lucian tiene sobre Rebecca, se hace realidad...
Capitulo 17 3/3
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