—¡Claro! Nos vemos después —exclamó y colgó.

Abrí la puerta con cautela, al entrar me encontré con que todo estaba demasiado silencioso y las cortinas se encontraban cerradas.

Caminé a la habitación esperando ver a Lisa dormida, pero el latido de mi corazón se alteró al encontrar la cama vacía y tendida. Fruncí el ceño, quise asegurarme de que tal vez acababa de despertar y la arregló antes de hacer otra cosa. Sentí mi estómago comenzar a revolverse como fruto de la ansiedad que cada vez aumentaba más y más.

Me acerqué a la puerta del baño al notar que estaba entre abierta, traté de abrirla con el corazón resonando en mis oídos pero sentí algo bloqueándola.

Una horrible presión que me dificultó respirar se posó sobre mi pecho y empujé con más fuerza la puerta. Cuando finalmente logré una abertura por la que pude pasar mi cabeza, mi mundo se derrumbó.

Un cuerpo inmóvil se encontraba tirado en el piso del otro lado, dos charcos de sangre rodeaban cada muñeca.

—¡Lisa! —grité, desesperado. Empujé la puerta como pude y rápidamente tomé las toallas que colgaban de la pared para ponerlas sobre sus muñecas e intentar detener la hemorragia—. Por favor, responde —rogué con un nudo en la voz mientras trataba de sacar mi celular.

Llamé al número de emergencias, pero la espera se me hizo eterna. Cuando finalmente contestaron, clamé por ayuda y respondí las preguntas del operador atropellando las palabras. El rostro de Lisa estaba muy pálido y la sangre comenzaba a manchar las toallas alcanzando mi piel.

La persona me informó que estarían ahí en unos minutos, que mientras esperaba debía seguir presionando para tratar de parar el sangrado. Cuando colgué, dejé caer el teléfono al piso e hice más presión como si con aquello pudiera revertir lo sucedido.

—¿Por qué? —pregunté con la voz quebrada.

Todo pasó muy rápido: un momento estaba explicándoles a los paramédicos lo que sucedió, y al siguiente me encontraba en el baño del hospital tratando de quitar la sangre que manchó mis manos

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Todo pasó muy rápido: un momento estaba explicándoles a los paramédicos lo que sucedió, y al siguiente me encontraba en el baño del hospital tratando de quitar la sangre que manchó mis manos.

Podía sentir mi cuerpo temblar mientras el agua se llevaba el exceso de líquido rojo, me puse una vez más jabón mientras dejaba escapar aire por la boca. Sentía que no podía respirar, mis pulmones habían dejado de cooperar desde el momento en el que encontré a Lisa; el agua se mezclaba con la sangre y yo me estremecía.

«¿Por qué?» en mi mente se repetía una y otra vez como un mantra; no lograba entender qué empujó a Lisa a cometer tan aberrante acto.

Deseaba con toda mi alma que aquello fuera una horrible pesadilla. Esperaba despertar en cualquier momento y encontrarla en mis brazos quejándose de cómo no la dejaba dormir.

Solté un suspiro que amenazó con convertirse en sollozo y, tras cerrar la llave del agua, puse las manos a cada lado del lavabo, temblaba como si me estuvieran electrocutando y podía sentir dolorosos tirones en el corazón.

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