—Nathan... despierta... —susurro y obtengo un quejido en respuesta. Rozo su mejilla de forma delicada y le dan cosquillas, alza su mano para rascarse.

—Déjame dormir —gruñe.

—Hay que volver a la mansión niño bonito.

—No —se queja—, cállate —entierra su rostro en mi cuello y pasa su brazo por mi abdomen abrazándome aún más.

—Hay que volver —suelta un pesado suspiro y se levanta quedando de rodillas en el sofá. Trato de no reír de su cara de pocos amigos y su mirada fría que quiere asesinarme.

—¿Sabes que te odio?

—¿Me odias?

—Sí, y mucho.

Esta vez no puedo aguantarme y me rio. Me siento y me acerco a su rostro, Nathan sigue mirándome como si fuera la persona que más odia en el mundo. Dejo un suave beso en sus labios, pero la expresión de su rostro no cambia, comienzo pasando mi nariz por su cuello desde la base hasta su oreja, sonrió al sentir su cuerpo estremecer cierra los ojos y veo que empuña las manos cuando paso mi lengua por su lóbulo, pero aun así no cambia la cara, paso mi mano por su abdomen y lo acaricio lentamente.

—Aún... te... odio... —susurra nervioso.

—¿Estás seguro de eso? —pregunto pegado a su oreja.

—Sí —alcanzo a oír el sonido que hace su garganta cuando traga en seco y solo sonrío. Me encanta ver el efecto que causan mis palabras en él, me hace sentir poderoso.

—Pues a mí me gustas, mucho —meto mi mano bajo su camiseta y acaricio la suave piel de su abdomen.

—Eliot... —el sonido del timbre me hace parar en seco. Nathan mira asustado la puerta de entrada, me levanto y saco mi arma. Se supone que nadie sabe de este lugar así que es imposible que alguien venga de visita, le hago una señal para que no haga ruido y pistola en mano me acerco a la puerta.

—Ve a la habitación —susurro y el niño mimado niega con la cabeza, le doy una mirada de advertencia y con una expresión angustiada por fin me obedece, lo sigo con la mirada por el corto pasillo hasta que se pierde y escucho el abrir y cerrar de la puerta. Suelto un pesado suspiro para relajar mis músculos empuño el arma en mis manos y le quito el seguro, el timbre vuelve a sonar, pongo mi mano en el pomo y alzo el arma antes de abrir la puerta.

—¡Oh por Dios! —la señora que al parecer era quien tocaba la puerta se toma el pecho y retrocede aterrada al ver el cañón de mi arma frente a ella.

—Oh, lo siento —guardo el arma y la mujer parece relajarse. La señora es más bien mayor de unos sesenta años, bajita de cabello rubio oscuro y ojos claros un tanto regordeta.

—Yo... solo venía a hablar con Daniel —¿quién es Daniel?

—No hay problema. Discúlpeme usted, costumbre de militar —me encojo de hombros dándole la mejor de mis sonrisas a la mujer que aún se ve nerviosa por la escena.

—Señora Jones —Nathan viene desde el pasillo y en su cara se ve la sorpresa.

—Daniel, tu amigo me asustó —miro a Nathan con una ceja alzada. Así que se hace llamar con otro nombre.

La señora Jones es la encargada del edificio y venía a dejar la cuenta de Nathan, perdón, Daniel. Una vez más pido disculpas a la señora antes de que se vaya y me dice que no hay problema, aconseja al niño bonito a poner una puerta con ojo mágico para evitar malentendidos, Nathan dice que pensará en lo que dice y deja un beso en la mejilla de la señora.

—Así que Daniel —digo en cuanto cierra la puerta.

—No quería que nadie supiera quien soy, aunque logré que el antiguo dueño no dijera nada sería difícil obtener lo mismo con todas las personas del edificio así que para los pocos que me conocen soy Daniel Reynolds —se encoge de hombros y yo me río.

Better Than Me.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora