12 - En busca de Félix

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-¡Félix! ¡Félix! Despierta por favor.

Félix escuchó aquella voz. "Qué extraño", pensó. Conocía esa voz, ¿pero de qué? Abrió los ojos, y se encontró con un rostro muy familiar. Era una chica, muy guapa. Tenía unos bonitos ojos azules, que en aquel momento estaban inundados de lágrimas, una fina nariz y unos labios hermosos. Un pelo lago y castaño cubría casi toda la cara como una cortina. Al principio no supo quién era, pero cuando volvió a oír su nombre salir de aquello labios, la recordó. Era la misma con la que jugaba de pequeño junto a Aros en Villa Lejana; la que le daba ánimos cuando su amigo le retaba a un partido; la misma con la que de vez en cuando se reunía por las noches en la colina situada en las afueras de Villa Lejana para ver las estrellas. La misma que se había adueñado de su corazón.

-¡Shelin, eres tú!- dijo rebosante de alegría.

-¡Félix!- Shelin le abrazó con fuerza y hundió su cara en su hombro- ¡Oh, gracias a Dios que estás bien! Temía que Aros te hubiera hecho daño.

-Tranquila. Hace falta alguien más fuerte que Aros para derrotarme. Oye, no sabrás cómo he llegado aquí, ¿verdad? Lo último que recuerdo es haber perdido el conocimiento tras ser engullido por el portal mágico por el que huyó Aros.

-Yo sólo sé que te trajeron dos de esas terribles criaturas y te dejaron aquí. Al verte con los ojos cerrados me temí lo peor, pero al ver que respirabas me alegré. He estado esperando a que te despertaras.

Félix inspeccionó el lugar en el que estaban. Parecía ser una especie de mazmorra, sucia y mugrienta, llena de polvo y telarañas por el techo y las paredes. Había una jarra de agua en el rincón. Se levantó para beber un poco, pero se lo pensó mejor cuando vio salir una araña enorme de ella.

-Cada tres horas nos traen una jarra limpia y comida. No me preguntes por qué lo sé. No es necesario- le dijo Shelin.

-Jóvenes, vosotros no tenéis que preocuparos por la comida y la bebida. En cambio, yo llevo varios días sin saciar mi sed- dijo de repente una siseante voz.

Félix se percató en que había alguien más con ellos en la mazmorra. En un rincón, algo alejado de ellos, había un hombre adulto sentado en el suelo. Iba tapado de pies a cabeza con un hábito de monje, y su capucha ocultaba su rostro entero. El primer pensamiento fue que aquella persona era la misma que había a sus amigos y al Rey de Feros y Ellein, pero descartó esa posibilidad al examinarle más atentamente. El secuestrador era alto y de complexión fuerte, y aunque aquel hombre también era alto, daba la impresión de ser tan frágil como el cristal.

-Shelin, ¿quién es ese?- le susurró a su amiga.

-No tengo ni idea. Cuando Aros me encerró aquí después de capturarme de nuevo ya estaba aquí. No es muy sociable; nunca prueba la comida y el agua que nos traen los guardias, no habla casi nunca, y duerme mucho- dijo Shelin.

-No hace falta que habléis de mí en voz baja. Soy un prisionero, al igual que vosotros, y según mi criterio, los prisioneros son como hermanos: se ayudan entre ellos, nunca se traicionan entre sí y pueden confiar el uno del otro. Al menos, esa es mi opinión. Juzgad vosotros mismos- dijo el hombre.

Félix se puso de pie y dijo:

-¿Usted...?

-Por favor, no me gusta que me traten de usted. Puedes tutearme, muchacho- dijo el hombre.

-De acuerdo. ¿Tú... no serás por casualidad el Rey del Mundo Literario?

Para su sorpresa, el hombre se echó a reír. Estuvo un buen rato soltando carcajadas y revolcándose por el suelo. "Pobre; debe de llevar tanto tiempo aquí encerrado que la locura se ha apoderado de él", se dijo Félix. Cuando el hombre paró de reírse, dijo:

Los reinos del Mundo Literario. El comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora