Tras la sombra frutal de Diosa

Se retira, pero no se va, dormita pero vive soñando, es de largas alas y pies pequeños.

Ahora sé que yo era lo que necesitaba, más no lo que quería, una vacuna para un infante de cinco meses que llora cada que toca el lugar de contacto. Un despertar a medio sueño, para ir al colegio, de un adolescente que en verdad adolece. Cómo al despertar uno refunfuña pero a final de cuentas recuerda que verá rostros conocidos y no sólo sombras y reflejos, jugará con ellos sonriente. Incluso el olvidar la tarea parece cosa pequeña al ver posible la diversión de un receso de sí mismo. Porque siempre parece buena idea perseguir el juguete nuevo y reluciente, el que tiene luces y al picar el botón de su estómago dice frases incongruentes; pero ese sólo es un artículo ornamental al pasar los años. La verdadera fuente de la eterna juventud, la piedra angular o primicia es la imaginación.

Por qué cantar sobre la mesa a cautivar al público del Madison Square Garden de Nueva York es más importante que pelear con Barby, porque su life in plastic no es tan fantastic. Correr de su madre para huir de la ducha puede ser una misión imposible, y entre el tarareo de una melodía animada de ayer y hoy, las lágrimas al ser atrapado por el terrorista, los dedos se vuelven de viejito por estar dos horas en el agua de la tina con shampoo aun en la oreja, evaporando las ansias.

¿Qué es lo que me gusta de la inocencia? La infancia no olvidada que se vierte sobre su cuerpo de Diosa. Porque la imaginación puede volar pero es de raíces profundas y bien sujetas a tierra, y a la memoria.