La calma era el deseo, y el deseo se cumplía intermitente por el peso de las memorias.
La sonrisa se le deshojó del rostro. Los labios le temblaron y el temblor se diseminó al resto de su cuerpo. Volver a Yokohama reanimaba pesadillas. Quería irse a casa, a donde no hubiera riesgo de encontrarse con el ayer. Necesitaba huir...
-¡Papi!
La vocecilla espantó los horrores del pasado, palomas oscuras que echaron a volar al resonar de los pasos del niño de cinco años cruzando los adoquines del parque, deteniéndose a su lado, trepándose en el mármol de la fuente y ciñendo los brazos a su cuello.
La luz cálida irradiada de su sonrisa desplazó preocupaciones.
-Rihito -lo llamó sujetando su mejilla, besando la sien contraria en un tono de anhelo que desorientó a su hijo.
-Papi te extrañó mucho -intervino Dazai colocándolo a salvo de los monstruos que no le correspondían, y que Chuuya no apetecía que conociera.
Agradeciendo a su esposo la mentira piadosa, y a su hijo la inocencia de su edad, Chuuya asintió.
-Te extrañé.
-Pero si sólo nos fuimos unos minutos a comprar galletas -señaló la caja que Dazai traía.
-Pero eres tan hermoso -se levantó y lo alzó en brazos cubriéndolo de besos-, ¡que unos minutos son una eternidad!
El niño rio. El tintineo de su alegría iluminó la noche.
-¿Galletas de qué compraron?
-De mantequilla, nata, naranja, besos de nuez...
Rihito enumeró con entusiasmo cerca de diez tipos diferentes de galletas, y conforme la lista creció Chuuya frunció el ceño en dirección a su esposo.
-A mí no me veas así -Dazai se acercó a ambos, tomándolo de la cintura para besarlo-. Nuestro pequeño es un experto saboteando mis intentos de negarme a sus caprichos.
-¿Y eso debería hacerme sentir mejor? -protestó más por costumbre que por enojo.
-No lo sé. Sólo sé que es idéntico a ti en ese sentido, Mr. Crema Batida.
Las mejillas se le colorearon, comprendiendo a qué se refería.
-¿Crema batida? -intervino Rihito extendiendo los brazos a Dazai, reclamando su atención-, ¿debimos haber traído el pastel en vez de las galletas, papá? -sus ojos azules mostraron preocupación.
-No es eso, amor -Dazai le besó las mejillas-. Papi tuvo antojo de crema batida la otra noche, y me hizo llevársela para comerla en la cama.
-¡Papi me regaña por comer en la cama! -infló las mejillas molesto, exigiendo una explicación a Chuuya-, dice que la comida se sirve en los platos y los platos van en la mesa -puntualizó.
-En su defensa, papi no uso plato... más bien fue el plato -añadió cerca del oído de Chuuya, en la intimidad de un susurro para que Rihito no lo escuchara.
-¡Eso es peor! -señaló el pequeño.
El juego de Dazai, en que su hijo se mostraba aludido dadas las normas impuestas que no seguía -desde su perspectiva-, y el recordatorio en doble sentido de la fantasía cumplida; arrugó su ceño y le tornó rojo el rostro hasta la punta de las orejas... Mas antes de estallar lo comprendió...
Aquel era el Dazai que se protegía por medio de la broma, de las bufonadas, encerrándose en su caparazón idiota, no por serlo para reír sino por evitar sentir. Ese era el Dazai de la Port Mafia que al ingresar en la Agencia seguía sin encontrar un camino claro, no el hombre con el que escapó y formó una vida. Quien lo abrazaba, encorvado el cuerpo sobre su familia, contradiciendo en el gesto protector la sonrisa despreocupada, era un hombre con miedo a los mismos fantasmas del pasado que lo asechaban a él.
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Insane Dream
FanfictionUn hilo rojo manipulado para destruir, rescatar, traicionar, abandonar y unir. Un hilo rojo bañado en furia, en lágrimas y olvido. Un hilo rojo impregnado de pasión. Un hilo rojo para amar y morir.
10. Epílogo
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