La gota que derramó el vaso

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-¿qué me paso?-dijo al aire y sin comprender lo que había pasado.
-¿qué me hizo, ser así?- la necesidad de analizar y repetir  sus recuerdos lo invadió, aquellos que lo hacían sentir bien y orgulloso de lo que había sido, esos que el recordaba con cariño y con deseos de revivirlos.

        Aplausos aquí y allá, su familia en primera fila gritando su nombre con orgullo, los científicos deseaban hablar con él y la mirada de orgullo y cariño de su amada abuela. Todo parecía estar bien, un año después, las cosas cambiaron su abuela había fallecido, dejando atrás solo una vieja llave de jade, tan vieja que parecía haber pasado por más personas.

        Un pequeño objeto, único en su clase y con gran valor sentimental. El joven genio la usa siempre, creyendo que esta le dará  suerte, protección y que su abuela seguirá  a su lado, siendo ahora un collar que sería su amuleto sagrado.

        Una conferencia se hizo en el recinto de la universidad, las personas llegaban y se sentaban ansiosos de lo que podría decir el científico, pero esta vez, era distinto a todos los demás. Su mirada era fría y muy calculadora, sus movimientos eran precisos y veloces, sus pasos demostraban seguridad, su rostro serio y tan sólo su presencia hacia intimidar a los espectadores.

        Los ojos rojos del gótico brillaron al ver a un científico así, era evidente su edad, su rostro ya marcaba las arrugas de su ceño, su cabello peinado hacia atrás de manera perfecta estaba tornado de un gris platinado, pero eso no lo hacia parecer menos, Jack sintió emoción y admiración ante aquel científico, pero su admiración creció al saber que no era un simple científico sino uno malvado.

        Ya lo recordaba a la perfección, aquella conferencia y platica privada que tuvo con el científico, lo habían invitado a formar parte del mal, las palabras de aliento del malvado hombre lo guiaron hacia ese camino. El albino cambio su apariencia, toda su ropa se convirtió en ropa oscura, su cabello estaría de punta y su meta se había retorcido por completo.

        Ante el último concurso ganado, su familia comenzó a tener ocupaciones, el tiempo en el que los veía se acorto de manera irreal, ya no los veía y ya no tenía compañía. El dinero empezó a llegar a su cuenta privada, los regalos caros eran cada es más grandes y esplendorosos. Mientras que la soledad crecía y el vacío se ampliaba.

        Una semana su padre envió una caja antigua, diseño desconocido, la tapa era un espiral de una compuerta, estaba hecha de madera, parecía que un ligero oleaje se mecía en los costados de la caja. Jack abrió la caja con cautela, pero en su interior sólo había una máscara extraña con la forma de un rostro algo tenebroso, ojos marcados con amarillo, líneas negras que separaban los rasgos, rojo formando la nariz y parte de lo que parecía ser su cabello o frente.

        Aquella mascara tan extraña y poco bella, era en realidad Wuya en su forma fantasmal. Wuya al  ver los nuevos deseos del chico malvado le hablo de los shen gong Wu , y  eso sólo le había puesto un camino que seguir hacia lo que deseaba él, el mal. Y algo con lo cual intentar llenar el vacío que se había creado.

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        Un escalofrío recorrió toda la espalda del pequeño dragón verde, su cola podía sentir cierta fuerza que lo llevaba hacia un lugar del mundo, pero antes de salir volando hacia el lugar, debía llamar a los pequeños monjes que debían ir.

-¡chicos!- grito Dojo con fuerza dentro del templo Xiaolin.

        Era temprano, no más de las 6 de la mañana, los jóvenes monjes salieron de sus cuartos con los rostros cansados y bostezando una que otra vez.

-vaya, vaya pequeñín, ¿por qué el alboroto?, gritas tan fuerte como mi madre al regañar- dijo Clay con su habitual alegría y tono vaquero, era el único de los 4 que ya estaba despierto y listo para la ocasión.

        El pequeño Omi seguía en su pijama y frotando su ojo con pereza, Kimiko salió con el cabello desarreglado y la pijama enredada, mientras que Raymundo seguía en su habitación durmiendo de manera placentera.

        Los nervios de Dojo aumentaron, estaba eufórico por el Wu revelado.

-¡chicos!, necesitamos ir ahora, este no es un Wu normal-la voz del verdoso dragón, estaba por completo desesperada y este insistía en que los monjes salieran con la pijama y sin perder tiempo en arreglarse.

        Raimundo, había salido de su habitación hecho por completo un desastre y adormilado; pero cierta parte de el prestaba atención. Una queja de parte de la chica resonó con fuerza y eso no sería lo único que se escucharía en forma de reclamo

-Dojo...¿que hace el Wu?- hablo molesta la pelinegra.
Estaba claro la tensión que se había formado en el ambiente, se podía sentir la seriedad adquirida por el dragón y el tema tan delicado.

        El rostro del dragón se ensombreció y pasando saliva de manera sonora, saco el pergamino antiguo.

-este Wu, es capaz de copiar otros Wu y de crear nuevos.

        El silencio reino en el pasillo y los monjes que antes, dormitaban, ahora estaban por completo despiertos y tratando de asimilar lo que Dojo había dicho.

-Dojo, ese Wu, ese Wu es imposible- la voz de Omi sonaba más sería de lo normal y al mismo tiempo estaba preocupada.

-Omi, este Wu lo pensó el maestro Dashi, fue construido por un inventor anónimo y el maestro le dio la magia, y con ella creo los otros Wu. Dojo había dicho la historia de un Wu que se supone debería estar destruido o desmantelado, pero ahora se encontraba ilustrado en el antiguo pergamino.

Unidos por un wuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora