Capítulo 29: Alumbrándome con su oscuridad

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Susana se estremeció al decir estas palabras. Lágrimas amargas cubrían su enrojecido rostro. Con los ojos inyectados en sangre me gritó:

—Sé que fue Sara quien te lo reveló por alguna razón, pero Teby no tenía que saberlo y vos, Tamara, no tendrías que haberlo inducido a la magia. No te diste cuenta de que su vida está en peligro. No entiendo por qué Sara te eligió como heredera. ¿No te das cuenta de que cada vez que usás la magia queda una huella perceptible por otros hechiceros, aunque afortunadamente no sea muy clara? La maldad de esa mujer no tiene límites. Está cerca, y si sabe que él está con vida, lo va a asesinar, como posiblemente lo hizo con tu abuela e intente hacerlo con vos. Si sabe de tu poder y no te unís a ella, te va a considerar su enemiga. Tu abuela malogró muchos de sus planes y la odiaba profundamente. Sara debe haberse descuidado y la debe haber encontrado. Estoy segura de que ya sabe de vos, aunque no tenga muy claro dónde encontrarte por el momento, pero probablemente lo hará y te forzará a elegir. Va a tratar de tentarte, te va a engañar y cualquiera sea tu elección, a la larga va a destruirte. No te acerques más a mi Teby. Si llega a saber quién es...

Corrió junto a Esteban e intentó abrazarlo. Él la apartó de su lado, rechazándola. Yo lo comprendía, su vida giraba alrededor de una mentira.

Susana, consternada, se apoyó sobre el mostrador. Me hubiese gustado poder apaciguar la situación que yo misma ocasioné. Teby tenía el derecho de saber la verdad, no podía lidiar contra algo que aún ignoraba. No pude decir nada, pero Susana nuevamente me atacó con sus hirientes palabras.

—Tu abuela era maravillosa. ¿Por qué no podés ser como ella?

Mis ojos se llenaron de lágrimas. Teby estaba muy quieto, pálido como una estatua de mármol. Sin piedad, ella continuó:

—Sara siempre intentaba reparar los daños ocasionados por la magia oscura. Ella planeó cómo salvar a Esteban sin dejar ningún hilo suelto. Todo era perfecto hasta que llegaste a nuestras vidas. Cuando ella me dijo que iba a dejar a alguien en su lugar para cuidar a Teby, no pensé que sería una mocosa imprudente con aires de grandeza. Tu abuela era una hechicera blanca, piadosa. Si bien no tenía tanto poder como los grupos oscuros, su voluntad, su inteligencia y su fe siempre lograban encaminarla hacia la victoria. Tienen que ponerle un fin a todo este jueguito de querer ser poderosos, ya que esto no es ningún juego. Es obvio que saben de vos y tarde o temprano van a rastrear dónde estás y vendrán a buscarte, para que te unas a ellos o para eliminarte. Heredaste un gran poder y lo estás usando muy mal. Si todavía no saben de vos, es mejor que no lo hagan. Ahora mismo voy a ir a hablar con tu mamá a su trabajo. Ella te tiene que alejar de todo esto y yo te mantendré alejada de Teby, sea como sea, aun si tengo que usar más hechizos en tu contra. Creí que con las sombras que te envié te había asustado lo suficiente como para alejarte de todo esto. No quiero que se muevan de acá. Volveré con Raquel en un rato. Obviamente, no le voy a contar todo... pero, Tamara, no voy a permitir que dejen que te acerques a mi hijo y sé que lograré que te apartes de la magia.

Las venas de su cuello se hacían cada vez más notorias. Cerró la puerta y nos dejó en un profundo silencio solo interrumpido por mis sollozos. Pasados unos segundos, miré a Teby, quien parecía estar absolutamente calmado. Me regaló una media sonrisa y añadió:

—No va a decir nada. No va a hacer nada.

Me abrazó y me condujo hacia la cocina. No entendía cómo podía conservar la calma en un momento semejante.

—Tamy, no te preocupes.

Buscó en un cajón del aparador tres velas negras y tras encenderlas las colocó en un candelabro de plata. Sacó una navaja de su bolsillo, cortó su palma y luego la mía. No pude evitar soltar un gemido de dolor cuando el filo rasgó mi piel. Unimos nuestras manos y Esteban las guio estrechadas hasta que quedaron sobre las velas. Hizo que nuestra sangre mezclada rociara las llamas, mientras repetía frenéticamente para dar poder al ritual:

—Nada ni nadie nos separará, ni se opondrá a nuestra voluntad.

Pronto comencé a decirlo yo también.

Soltó mis manos mientras seguíamos repitiendo la oración. Con la sangre aún fresca, dibujó dentro de un círculo una estrella de cinco puntas. Las velas quedaron dentro. Me miró y cambió la oración:

—Ella no nos delatará, ni se opondrá a nuestra unión.

Me tomó las manos nuevamente y también yo comencé a repetirla.

Estuvimos el tiempo necesario, aproximadamente cuarenta minutos, hasta que las velas se consumieron por completo, repitiendo oraciones que surgían de Teby. Tomados de las manos y mirándonos a los ojos, como en un trance. Ambos parecíamos hipnotizados el uno por el otro. Las velas se apagaron y cortó el aire el sonido del teléfono.

Teby me sonrió y añadió:

—Está hecho.

Se apresuró a atender. La momentánea felicidad de su rostro se esfumó tan rápido como la luz de un relámpago. Le dijo a la persona con la que hablaba que no podíamos ir porque su madre  se había llevado sus llaves por equivocación. Colgó y después me informó:

—Era tu madre. Susana se descompensó al llegar a la clínica en donde trabaja. Ya no va a decir nada.

Palidecí. Creí que la habíamos matado con el conjuro de Esteban, pero él, abrazándome, agregó:

—Tranquila, querida, ella estará bien, pero no va a recordar nada. Todavía los médicos no lo saben, pero tuvo lo que ellos dirán que fue un pico de presión, un colapso nervioso, cuya única secuela será un olvido selectivo.

Me di cuenta de que Teby sabía perfectamente lo que había logrado con el ritual. Una parte de mí estaba extremadamente feliz porque nada nos podía separar. Susana ya no hablaría ni se acordaría de lo que Esteban había averiguado y olvidaría lo que ella desde siempre sabía. No sería más un obstáculo para nosotros y nuestros planes. Sin embargo, me sentía destrozada y avergonzada. Habíamos llegado a caer tan bajo como para recurrir a la magia negra, haciéndole así un daño casi mortal a una persona para que no se oponga a nuestra voluntad. Lo único que podía rescatar de la situación era que él sabía ahora la verdad y que nos teníamos el uno al otro. Sabíamos contra quién luchábamos y de dónde provenía la poderosa herencia mágica de Esteban.

Lo que aún no podía entender, era por qué yo, que descendía de magos blancos, estaba cayendo en la seducción de lo oculto y caminaba de la mano de Esteban entre la luz y la oscuridad. Crisy ya me había advertido. Debería elegir de qué lado estar, pero todavía no veía con claridad la línea que separaba el bien del mal.

 Debería elegir de qué lado estar, pero todavía no veía con claridad la línea que separaba el bien del mal

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