Ella me miró sin perder su sonrisa, evitando, como era usual, hablar sobre el tema que se negaba a abordar.

—Estoy bien, Vanne —respiró profundo con tranquilidad—. Me alegra que Adam no pudiera recibirnos, realmente iba a ser difícil asistir. 

—Sí, tienes razón. Debemos esperar un par de semanas para eso. ¿Estás bien con no verlo durante tantos días?

—Tendré que encontrar algo más en qué distraer mis pensamientos —respondió.

—¿A qué te refieres? —pregunté, confundida. 

—Vannesa —dijo Danna— ¿No deberías estar con Christina ya?

—Sí, yo... iré —tenía muchas preguntas por hacer, pero no sería en ese momento—. ¿Puedes cuidarla mientras regreso? 

—Desde luego —respondió, mientras continuaba acercando una cuchara con comida a su hermana. 

—Despide a Christina por mí, ¿está bien? —dijo Gabriela.

Christina y yo bajamos las escaleras una vez que tomamos sus maletas. 

Arturo nos esperaba en el garaje cercano al jardín para equipar el pequeño FIAT en el que llegaríamos al colegio. No era raro suponer que todos continuaban durmiendo, o eso creímos, pero me pareció un lindo gesto que él despertara para estar con nosotras antes de irnos. 

Mi teléfono vibraba con insistencia mientras Arturo le entregaba a Christina una cámara fotográfica, con la que esperaba pudiera capturar cientos de imágenes en el lugar al que iría. Órdenes de Andrea.
Ella le obsequió un abrazo como agradecimiento, pidiéndole que cuidara a su hermana los días siguientes.

Casi como si hubiera escuchado que la llamaban, Jennifer salió de casa presurosa en ese momento. Y, a diferencia de lo que cualquiera podría haber pensado, se acercó a Christina sin decir palabra, entregándole un cálido abrazo. Quise llevar a mi memoria un recuerdo de algún otro abrazo entre ellas, pero no hubo ninguno. 

No evité sonreír al tener noción de que parecía mejorar la relación de ambos pares de hermanas en casa. 

—Ten cuidado, Christina —dijo Jennifer, al finalizar el abrazo—. No pierdas de vista tu teléfono en ningún momento. Llámanos si necesitas algo. 

—Gracias, Jennifer. No te preocupes, lo haré. 

Estuvimos a punto de subir al auto cuando escuchamos que la llamaban desde la puerta principal. Andrea caminaba hacia nosotras a paso lento. Probablemente había despertado al escuchar que estábamos afuera. 

—¿Madre? —Christina corrió para llegar a ella. Hablaron unos segundos, pero no escuchamos sobre qué había sido. Otro abrazo de despedida concluyó en ese instante. 

—Arturo... —dije en ese momento.

—¿Sí? —ambos mirábamos esa radiante escena.

—¿Podrías asegurarte de que Andrea llegue a su habitación? Me parece que aún luce cansada.

—Por supuesto —se dirigió a ella al momento que Christina volvía hacia mí.

—¿Todo en orden? —pregunté.

—Sí —respondió—. Todo está perfecto.

—Entonces vamos. Un autobús te espera].

Con cada kilómetro que recorríamos, no pude evitar sentir tristeza al saber que pasaría las siguientes mañanas sin su compañía.
Una parte de mí tenía la sensación de que esos 7 días serían eternamente largos, como si cada día sin ella equivaliera a 1 año, pero intenté calmarla.
No permití que Christina notara la aflicción en mi corazón cada vez que miraba mis ojos. A cambio recibía la más sincera de mis sonrisas. 

No puedes elegir de quién te enamorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora