Entonces Eddy sí se preocupaba por mí, no como tanto me hizo creer durante estos diez años.

Evan era musculoso y alto, no tanto como Jason o Ian, pero igualmente lo era. Sus brazos eran grandes y se notaba que ejercitaba todos los días de su vida. Su cabello estaba atado en una coleta desalineada y sus ojos claros se mostraban impasibles. Impaciente, seguramente. Él sabía todo lo que pasaría y quería, a lo mejor, evitarlo. ¿Él tendría algo que perder si elegía cuidarme, así como le prometió a mi papá?

—Vamos, rápido. —apremió el más grande: Beer.

Salimos todos de casa, mirando frenéticamente a los lados. No había autos, entonces ¿cómo vinieron hasta casa?

—Kate, aquí. —Eddy me agarró del hombro, juntándome con los demás que se encerraron en una ronda.

Greg extendió el brazo, obligando a cada uno de los presentes apoyar nuestras manos en él. En un parpadeo estaba viendo todo distorsionado, negro y, tras otro parpadeo, caí de rodillas y completamente mareada. Tosí, sintiendo las arcadas en mi garganta. La bilis subió por mi garganta, asqueándome.

—¿Qué acabamos de hacer? —pregunté a duras penas, sintiendo las manos de alguien tirando de mi cuerpo.

—Nos transportamos más rápido —burló Evan, ayudándome a caminar hacia el interior de la misma biblioteca en donde escogí el libro—. Camina Kate, no te deben ver.

Me dejé llevar, mirándolo atontada. Nadie nos seguía, por lo menos es lo que mi ojo poco entrenado pudo captar. Él no se veía nervioso por si alguien pudiese seguirnos, por lo que no me preocupé demasiado.

—¿Quiénes no me deben ver? —indagué, caminando con los vellos de punta.

—Los cazadores, Kate, los cazadores te están buscando.

Nos refugiamos en la inseguridad de la biblioteca. Dudaba de que este recinto nos protegiese de la maldad de quienes nos buscaban: de los cazadores.

—¿Por qué, Evan? No entiendo por qué me buscan. —sus manos me tomaron con fuerza, caminando más rápido.

—¡Porque eres la hija de Shannon Collingwood! Sabes un montón de cosas que todos quieren saber, eres valiosa para Virmold.

Sentí un retortijón. Una señal, como siempre. Algo malo pasaría, estaba completamente segura.

—Evan... —quise decirle que algo malo sucedía a nuestro alrededor, que alguien nos estaba traicionando.

—No me digas que no sabes quién es. —se burló, pegándome más a su lado.

Miré sobre mi hombro: Ginger iba al lado de Eddy; Greg seguía los pasos de mi padre. Beer desapareció. Él, él nos traicionaría.

—No, Evan. Siento que... —una explosión a nuestras espaldas me robó el aliento y todas las palabras.

Evan puso sus manos en mi cabeza, cubriéndome de los vidrios y madera que salieron disparados para todas las direcciones. Caímos en el suelo, acompañados por los gritos de terror y agonía de los demás guardianes que se refugiaban en nuestra guarida. Las risas socarronas de los cazadores me sacaron de mis casillas, poniéndome en alerta.

¡Cómo iban a creer que este lugar, tan poco cuidado, nos iba a proteger de la furia de los cazadores! Me extrañaba de mi padre haber confiado en algo tan inconsciente como venir a este lugar en donde les sería muchísimo más fácil que llevarme.

—Quédate donde estás, Kate. Ellos te quieren a ti —Evan me cubría con su cuerpo, hablando cerca de mi boca. Su aliento caliente cosquilleaba mis labios fríos por el miedo.

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