Reflejo

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Era una tarde fresca, demasiado fresca para ser mediados del verano, muchas nubes en el cielo tan negras como pueden ser en una amenaza de tormenta; el viento era escaso, así que las nubes permanecían, casi inamovibles, como si las hubieran engrapado al cielo, cuando las vi, por uno momento pensé que el tiempo se había detenido; fue esa la primera advertencia.

Mi sentido de la curiosidad y del resguardo nunca fueron equitativos en mí y solía ser la curiosidad la que ganaba en el duelo; como si el yang se hubiera tragado al ying haciendo de este una gran bola negra con apenas un punto blanco, que es el que trataba de hacerme entrar en razón sobre los peligros.

Recuerdo que caminaba por las instalaciones de la universidad, sin rumbo fijo. Ni siquiera era estudiante, no trabajaba ahí, solo iba porque había áreas verdes y era gratis entrar. Siempre con una mochila vacía para no desentonar(eso me decía aunque bien sabía que no la necesitaba).

Me metí a uno de los baños,gratis, otra cosa que me gusta del campus y al atravesar el espacio del edificio donde se encontraban, pude ver al otro lado, salir a mi copia exacta.

Nunca me había visto caminar y aún así reconocí el paso, clavando fuerte el talón derecho mientras que el pie izquierdo a penas se levanta lo suficiente para no arrastrarlo. Avanzaba a la misma velocidad y me miraba al tiempo que lo miraba.

Me detuve, se detuvo al instante.

Nos miramos.

El primer movimiento que hace una persona al verse en un espejo es levantar la mano; uno se saluda y el reflejo le devuelve el saludo y entonces sabes que todo está bien. Solo que aquí no era un reflejo. Los objetos y plantas detrás de él, no eran los mismos que los que tenía yo, aún así levantó la mano a mi tiempo y me regalo un saludo reconfortante.

Hice algunos movimientos antes de tomar el valor suficiente de acercarme. Teníamos obviamente la misma ropa. Al estar lo suficientemente cerca, pude ver las mismas manchas en la playera, los mismo agujeros en el pantalón y la misma mochila vacía, misma que le enseñe a mi reflejo para que pudiéramos, ambos, ver el contenido de la otra.

Los siguiente minutos mi cerebro se apagó para dar rienda suelta a la estupidez reflejada en mis acciones por la figura que tenía enfrente. Entre bailes, caminatas graciosas, hacer gestos faciales, descubrir una caries en una muela y un duelo de vaqueros, terriblemente malo y a la vez tan hermoso,donde ambos sacamos una pistola imaginaria y moríamos al instante quedando tendidos en el suelo.

Ahí fue donde la cosa se puso inquietante, al levantarme del suelo, después de haber fingido mi muerte en una actuación digna de cualquier premio, tuve que sacudirme la tierra, mi reflejo hizo lo mismo y pude percatarme de como el polvo caía al suelo. Pero la tierra donde él había caído no era la misma donde yo lo había hecho; mientras que de mi lado la tierra era de granos más grandes y húmedos, de su lado era un polvo más fino y seco. Hice un experimento y de un puntapié, mandé un cúmulo de tierra hacia mi reflejo mientras él me devolvía polvo fino; la tierra impactó en su pantalón y se aferró a este.

Me miré directo a los ojos.Ambos movimos la cabeza.

Hasta ese momento, pensaba en espejos, en tecnología láser, químicos en el aire, realidad aumentada, alguna broma para esos programas que ve uno en televisión.Ni por un momento pensé que aquello podía ser sólido, que tuviera textura real, que fuera palpable.

Ya mi curiosidad se había comido a mi sentido del resguardo, lo había masticado veinte seis veces, lo había tragado, regurgitado, vuelto a comer, mascar y tragar. Del punto blanco del ying ya solo quedaba la marca donde alguna vez estuvo sumido en la negrura de su contra parte.

Me acerqué, mi reflejo hizo lo mismo, recorriendo la misma distancia, encontrándonos justo en medio de la distancia que nos separaba de un edificio a otro.

Lo toqué, nos tocamos.

Dimos un respingo, di un respingo cuando nuestras manos lograron sentir a la otra, cálida y un poco áspera. Me aproximé un poco más y toqué mi propia cara, la sensación era familiar y extraña a la vez; ya había tocado mi propia cara antes, conocía la textura de mi piel, de mis cejas, lo flexible de mis parpados y lo suave de mi barba aún estando, como ese día, a solo un par de días de haberme rasurado.

Me acerqué aún más, nuestras narices casi se tocaban, me miraba fijamente a los ojos; el castaño de estos me dejaba perplejo, lograba ver texturas dentro que en los espejos se perdían por culpa de la luz reflejada. Veía mis propios ojos y me escrutaban de la misma manera. Mi mirada entraba profundo en mi cerebro y golpeaba, como martillo, mi lóbulo occipital.

Junte nuestras frentes, me recargué en mi y, siguiendo un impulso, en ese momento inexplicable como inevitable, empujé. Avancé solo un paso, con los ojos cerrados sentí la presión del otro cuerpo ejercer la fuerza contraria.Cuando dejé de sentir la fuerza en contra, abrí los ojos.

El lugar era aparentemente el mismo, las estructuras seguían en el mismo lugar, había algo en ellas que me despertaba cierta inconformidad. El aire era difícil de respirar, pesado, caliente, como estar en un sauna. A los pocos segundos, la piel empezó a picarme terriblemente, ardor, comezón,una sensación de millones de insectos por debajo de la dermis, dolor de mordeduras y piquetes, se hizo insoportable y mientras me rascaba y trataba inútilmente de aliviar el mal frotándome con las manos, me volví para saber que había sido de mi reflejo.

Ya no estaba donde se supondría que estuviera, había avanzado más pasos, me miraba con una media sonrisa y su mirada era más dura, no era mi mirada, era otra con los mismos ojos.

Mi reflejo dio la media vuelta,aún cuando estaba yo sin moverme del lugar. Quise seguirlo y no pude, por un tiempo mis piernas permanecieron erguidas en ese lugar mientras el dolor, intenso al principio, fue disminuyendo hasta convertirse en una pequeña molestia, constante como una gotera sobre una lámina vieja.

Ya son varios años de que quedé atrapado de este lado, abandonado a mi suerte y sin esperanzas de poder volver. He encontrado a otros tantos como yo y he descubierto,con el tiempo, la triste verdad: un demonio se ha robado mi cuerpo y me ha dejado aquí, en alma, a vagar por el limbo.

No paro de imaginar que hubiera pasado si hubiera tenido mi vista perfecta. Si al sostenerle la mirada tan cerca, hubiera podido distinguir entre el rojo de sus ojos y el café de los míos.



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