La vida de colores

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— ¿Y, vas a seguir enojada?

Tomas me miraba con las cejas levantadas, y con una mano me frotó la pierna intentando que me tranquilizara.

—Mira para adelante que vamos a chocar —Y le puse la mano en el volante.

Íbamos por la autopista, pero el tráfico como siempre era tremendo.

— ¿Y? —Insistió Tomas, y pasó su brazo por mi cuello, intentando acercarme a él, pero yo seguía erguida, seria, indoblegable.

—Te perdono —Dije correspondiendo a su abrazo al fin, y me pegué a él hundiendo la cabeza en su pecho.

Tomas soltó una carcajada.

Suspiré.

—¿De qué te reís?

—Es que sos muy linda cuando estás enojada —Dijo mientras jugaba con un mechón de mi cabello.

—No me parece gracioso que te comieras la mitad de los bombones —Dije completamente seria— ¿Qué clase de novio le regala a su novia una caja de bombones después de haberse comido la mitad? —Me levanté de golpe, y me enderecé en el asiento.

Tomás sonrió y se lamió el labio.

—Pensé que me habías perdonado —Dijo después.

Volteé los ojos.

—Siempre y cuando no lo vuelvas a hacer.

—Nunca más —Me juró muy convincente.

Lo miré sonriente y lo besé en la mejilla.

De pronto empezó a sonar en la radio mi tema favorito, y le subí el volumen a todo lo que daba.

—¡Raquel sacá eso! —Dijo Tomas y le bajó el volumen.

Tomas odiaba la música moderna.

No le hice caso y volví a subir el volumen.

—¡Raquel! —Volvió a gritarme, y me sacó los pies del tablero que los acababa de poner ahí— ¡Cuantas veces tengo que decirte que no hagas eso! —Y tomó aire antes de seguir hablando —Vas a estropear todo el auto —Dijo más calmado.

—Está bien —Accedí de mala gana, pero obedeciendo.

Tomas seguía manejando, mientras yo bailaba y cantaba al ritmo de las canciones.

—Raquel, podes dejar que terminen las canciones, a todas las cortas por la mitad.

—Es que me aburre escuchar el tema entero.

Tomas volteó los ojos, y no dijo nada, ya sin una mísera gana de contradecirme.

Después estacionó el auto dentro del parámetro del estacionamiento y nos bajamos.

Caminamos unos metros y nos detuvimos un momento en la puerta de la pinturería antes de entrar.

—¿Y entonces de qué color vamos a pintar el frente de la casa? —Me preguntó Tomas, tomándose el asunto muy en serio.

Me miraba preocupado, y es que todavía no nos habíamos puesto de acuerdo.

Faltaba un mes para casarnos y estábamos dándole los últimos detalles a nuestra casa antes de mudarnos.

Nos la pasábamos discutiendo por todo.

Nuestros gustos eran completamente distintos, y nunca estábamos de acuerdo en nada.

Historias que no son cuentosWhere stories live. Discover now