Madara maldijo.

—No estamos en condiciones de atender a nadie. Apenas podemos alimentar a nuestro propio clan ¿y ahora tendremos que acoger a Uzumaki y a sus hombres? Necesitamos semanas para prepararnos para un evento como ese, no sólo días.

Itachi hizo una mueca y cerró los ojos.

—¿Qué? —preguntó Madara bruscamente.

—No días. Día.

Más maldiciones brotaron de los labios de Madara.

—¿Día? ¿Cuándo llegará?

Itachi suspiró y se enjugó la frente con cansancio.

—¿Por qué crees que casi arrastré a mi caballo por todo el camino para llegar hasta aquí? Uzumaki llegará por la mañana.

—¿Madara?

Madara se volvió para ver a Minato de pie a poca distancia, con la mirada interrogante.

—¿Me das permiso para hablar?

Madara levantó una ceja, sorprendido de que incluso se lo pidiera. Pero también vio lo nervioso que parecía cuando miró a sus dos hermanos.

Le tendió la mano y el doncel se apresuró a tomarla.

—¿Necesitas algo, Minato?

—Los oí, quiero decir, acerca de que viene el Lord Uzumaki. ¿Hay algún problema?

La preocupación ensombrecía sus ojos azules cuando levantó la mirada hacia él.

—No, fierecilla, no hay ningún problema. Lord Uzumaki y yo estamos en medio de unas negociaciones. No es nada por lo que debas inquietarte.

—¿Estará aquí mañana?

—Sí.

Minato frunció el ceño y luego cuadró los hombros.

—Hay mucho por hacer, Madara. ¿Vas a ponerte difícil acerca de mi lesión y hacer que me quede en cama o me vas a permitir cumplir con mi deber de modo que no esté avergonzado cuando tengamos invitados importantes?

—¿Avergonzado?

Minato resopló con exasperación.

—La fortaleza no está en condiciones para recibir visitantes. Hay limpieza por hacer, comida que cocinar, instrucciones que impartir. Porque, si alguien llegara hoy, pensarían que soy el doncel más incompetente de todos. No solo yo estaría avergonzado, sino que tú lo estarías también.

Minato sonaba tan horrorizado con la idea de ser una vergüenza para él, que su mirada se suavizó. Le apretó la mano, que aún sostenía entre las suyas.

—Siempre y cuando te comprometas a refrenarte si empiezas a sentir algún dolor, no tengo ningún problema con que trabajes para preparar la fortaleza. Sin embargo, espero que cualquiera de las tareas más duras sea asignada a las mujeres o a los demás donceles. No quiero que hagas nada que pueda desgarrarte los puntos.

Su sonrisa iluminaba toda la habitación. Sus ojos bailaban y le apretó los dedos. Minato parecía eufórico, como si quisiera arrojarse sus brazos, pero se replegó y dejó ir su mano.

—Te lo agradezco, Madara. No te defraudaré.

Hizo una rápida reverencia y salió corriendo.

—Bienvenido a casa, Itachi—le expresó al pasar.

Entonces se detuvo y se volvió con un mohín adorable en sus labios. Se apresuró a retroceder hacia Itachi y tomó su mano.

—Perdóname. Ni siquiera pensé en preguntarte si habías recibido algún refrigerio después de tu viaje. ¿Estás bien? Estamos felices de tenerte en casa.

Enamorado de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora