Entonces, ¿Qué hacer cuando aprisionan tu vida?, ¿Cómo protegerte? ¿Cómo librarte de ello?

En mi situación lo más sensato es salir por la puerta, pero también podría ser mi fin, el hombre que me tiene aquí debe de tener un plan, seguridad para lo que encerraste no salga, no encadenas a un perro con la cadena floja, pero no perdía nada con intentarlo; Camine solo de puntas hasta llegar a la manija, gire lo más lento posible evitando que algún ruido saliera de la puerta y al llegar al tope mis altas expectativas de una huida desaparecieron, tenía el candado, como lo supuse desde el principio.

La luz de la estancia se prendió y al girar sobre mis talones me encuentro de pie junto al encendido a el hombre de este lugar.

-Espero que perdieras tu camino para llegar aquí. –Fue lo que salió de sus labios.
-No, trataba de huir. –Conteste sin la necesidad de mentirle, él presencio mi fallida huida por una patética puerta.
-No sé si es tu manera de sonar interesante o la verdad es que eres muy estúpida. –Camino de la manera más despreocupante y se posiciono a un metro de mí. –Para acabar con tus innecesarias huidas, tengo que decirte, si es que quieres prestar atención, que nos encontramos a un par de horas de la ciudad en carro, imagino que corriendo no llegaras a ninguna parte.
-No necesito la ciudad, solo alejarme de ti.
-Confirmaste lo estúpida que eres. –Elevo sus hombros y se alejó de mí. –Tu sales y no me sería tan difícil traerte de vuelta.

Lo seguí por los corredores, a distancia de él evitaría cualquier cosa.

-¿Y qué ganas haciéndolo? Tenerme aquí no te hará millonario.
-Oh, claro que no. Ya lo soy. ¿Por qué necesitaría más? –Llegamos a la cocina, no puedo evitar impresionarme, todo es grandísimo y demasiado moderno. Saco dos vasos de un cajón y del refrigerador una jarra de jugo, sirvió y me tendió uno. Me negaba a aceptarlo, él lo agito en el aire y lo dejo frente a mí en la isla del centro.
-Millonario y Secuestrador. ¿Algo más necesito saber? Quizás tu nombre, para poder denunciarte a la policía. –Dio un sorbo a la bebida.
-Raúl Ortega. –Dijo cuándo despego el vaso de sus labios. –Pero todos me dicen Ortega, tu puedes llamarme Amor.
-Ni en tus mejores sueños me escucharas decirte así. –Le solté con rabia.
-¿Sabes? Me canse de ti, sí quieres algo tómalo y dejas limpio, después pasas a tú habitación a descansar, la falta de sueño te ponen más fea. –Movió su cabeza de lado y dejo su vaso junto al otro. –Ahórrate buscar una salida, no la encontraras. –Y volvió a dejarme sola.

Me quede en total silencio, para ser una casa tan grande y solo para dos personas se es tan vacía.
El reloj del horno marcaba 3:45am, alce mis cejas al sorprenderme de la hora. Ya no son horas para cenar, pero moría de hambre, busque entre los gabinetes y saque dos cajas de cereal, tenía hojuelas de miel o maíz inflado cubierto de chocolate, el chocolate gano mi atención y acompañándolo con leche comí en silencio.

En algún momento llegue de nuevo hasta la habitación, la adrenalina que no sabía que tenía en el cuerpo hizo su desaparición y con ello llego mi cansancio.

A lo lejos una voz se escuchaba.
-Señorita! –Insistieron una vez más. –Es hora de despertar.
-No. –Aun adormilada acomodé la almohada y en ella mi cara.
-Es desayuno está servido. –Se escuchó de nuevo aquella voz.

Con fastidio abrí un ojo y la imagen de una señora mayor se presentó en ellos.

-¿Quién es usted? –Aleje mi cuerpo de su alcance y frote mis ojos.
-Soy Martina el ama de llaves. El señor pide que baje a desayunar.
La mire ahora con poca pereza, mi sueño se había esfumado.
-Puede decirle que no bajare.
La señora agito sus manos como gesto nervioso.
-El en serio quiere que baje. –Insistió.

La mire sabiendo mediante su nerviosismo que aquel hombre se enfadaría con ambas si no acatamos sus órdenes. Suspire y sin remedio camine hasta la puerta, la señora me dedico una sonrisa relajada y camino tras mío, mientas bajaba las escaleras acomodaba mi desordenada cabellera y la ropa del día anterior.

En la cocina tomé asiento frente a él.
Vestía un conjunto con corbata podría jurar que es el mismo modelo que usaba ayer, solo que este tenía adornos en tonalidades negras. En sus manos tenía el periódico del día. Y un característico ceño fruncido.

-Puedes servir. –Ordeno a la señora.

En silencio desayunamos y a medio plato de él reviso su reloj acomodo su saco sobre el cuerpo y dio un último sorbo a su café.

-¿Trabajaras? –Me anime a hablar.

Él solo me dedico una mirada y tomo el maletín de su lado.

-Traerás más niñas a casa. –Susurre para mí.
-Claro -Sonrió- Traeré un par de morenas con piernas largas! Podrían llegar a ser buenas amigas.

Lo vi dirigirse a la puerta y con una serie de dígitos logro abrirla. Dejándome de nuevo sola.

~~TRAFICANTES DEL AMOR~~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora