— Digo que si alguno de ustedes tiene una habilidad secreta que no quieren que el otro se entere. — le digo. Peeta ya parece saber que ella es buena con el cuchillo. Al menos que ella esconda algo más grande que la capacidad de apuñalar a alguien, no creo que tenga nada que ocultar.

            Ella mira a Peeta, que dice — Yo no tengo ninguna habilidad secreta. Y sé cuál es la tuya, ¿no? Quiero decir, he comido suficientes de tus ardillas.

            Esto me pilla con la guardia baja. ¿Ardillas? ¿Cuál es, ella puede correr lo suficientemente rápido como para atraparlos? ¿Tal vez ella les tiende trampas? Seguro que no les arroja cuchillos. Eso sería desagradable.

            — Pueden entrenarnos juntos. — ella afirma.

            — Está bien — les digo, echándome hacia atrás en la silla y frotándome las manos. — Así que denme una idea de lo que pueden hacer.

            El Distrito 12 está en una muy clara desventaja en cuento a las habilidades especiales se refiere, ya que aún no aprenden el comercio del Distrito hasta que sus días de cosecha hayan terminado. Estoy de suerte que Katniss puede tirar un cuchillo y que Peeta tenga el aspecto como pudiese prensarme. Ninguno de estos tributos es una criatura hambrienta buscando lo que nunca ha tenido, una comida adecuada.

            — Yo no sé hacer nada. A menos que cuentes el hacer pan. — responde Peeta.

            Hacer pan no es exactamente parte integral de los Juegos. Ni lo es la decoración de tortas o galletas para hornear. Él podría ser capaz de iniciar un fuego decente ya que trabaja en una panadería, pero a menos que tenga un grupo considerable de aliados para cuidar de su espalda, tener un fuego sería el epítome de la estupidez.

            — Lo siento, pero no. Katniss, sé que eres buena con el cuchillo.

            Realmente he estado maquinando esta cosa del cuchillo en mi cabeza. Por lo que sé, podría haber sido un golpe de suerte que ella lo clavará entre mis dedos y también cuando lo clavó genialmente en la pared.

            — En realidad no. Pero puedo cazar. Con un arco y flechas.

            Caza. En el Distrito 12. Alguien ha estado haciendo alarde de la ley, me digo a mi mismo con el fantasma de una sonrisa. En otros tiempos la hubiesen azotado hasta casi matarla, pero esta generación de Agentes de la Paz es un poco más relajada en lo que respecta a obedecer las leyes. Voy a tener que agradecerles la próxima vez que los vea. Comprarles una tarjeta o algo que muestre mi gratitud por su ineptitud.

            — ¿Y eres buena? —  le pregunto con un toque de desesperación. Ella podría ser capaz de cazar un par de conejos de lento movimiento, pero no hay mucha diferencia entre un animalito peludo que busca un poco de hierba para masticar y una lucha contra otro tributo por su vida.

            Ella lo piensa por un minuto.

            — Soy buena.

            Oh. Así que nada especial, entonces. Oh, bueno. Estoy a punto de pasar del tema cuando Peeta interrumpe.

            — Ella es excelente. — argumenta. — Mi padre le compra ardillas. Él siempre habla sobre cómo flechas nunca atraviesan el cuerpo. Ella siempre le da a uno de los ojos. Es lo mismo con los conejos que vende el carnicero. Incluso puede derribar ciervos.

            Interesante. Los ciervos son lo más cercano a un tributo asustado y sediento de sangre que encontraras en el Distrito 12. Quizás tengo algo aquí. Sólo quisiera que mis tributos me contaran directamente en qué son buenos y malos, en lugar de mansamente sugerir que podrían ser buenos en algo. Ambos están molestos con el otro por lo mismo.

A través de los ojos del mentor. «Los Juegos del Hambre»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora