—Buenos días, niños...— sonrió la mujer mientras se acercaba y dejaba una bandeja repleta de comida sobre la cama.

—Buenos días...— respondieron al unísono, mientras uno de ellos alcanzaba la sábana y los cubría de la vista de la mujer mayor.

—¿Qué es todo esto, mamá?

—Me gusta creer que soy una buena madre que recuerda el cumpleaños de sus hijos. — sonrió— Y hoy es el tuyo, Ji Yon. ¿Cuándo ibas a decirnos? — viéndose repentinamente nervioso, el muchacho simplemente se enderezó y evitó la mirada de ambos.

—¿Mi amor? — Seung Hyun tocó su hombro, sintiendo la tensión en el cuerpo ajeno.

—Supongo que lo olvide...— murmuró— De todas maneras, nunca ha sido una fecha particularmente esencial. — sonrió falsamente— Ni cuando era niño, ni cuando era adolescente, menos el pasado par de años. — tragó saliva— Siempre había algo más importante. — miró a la mujer— No creo que usted deba recordarlo, no tiene la obligación de hacerlo.

—Escucha Ji Yong...— andando por la habitación, se sentó al lado del muchacho— Sé que no comenzamos bien, y tampoco seguimos mejor pero ahora, eres parte de la familia. Y no es hipocresía ni nada por el estilo, pero intenta entenderme. Todo lo que te dije antes, era porque mi hijo estaba mal y yo creía que eras el culpable. Ahora sé que lo único que haz hecho es sobrevivir a todo lo que los demás te han hecho. — suspiró mientras tomaba la mano del muchacho— No digo que debas aceptarme, puesto que al único que debes aceptar y querer es a mi hijo, pero quiero que sepas que hay una familia para ti aquí. Y yo defiendo a mi familia con uñas y dientes.

—Eso lo sé...— murmuró.

—Ahora supongo que los dejaré para que se vistan. Los esperaré abajo para un verdadero desayuno...— levantándose, se dispuso a tomar la bandeja, pero antes no pudo evitar inclinarse y besar el cabello de Ji Yong. Se fue después de eso.

—Ella de verdad te quiere aquí. — murmuró el mayor mientras rodeaba al joven y descansaba su barbilla en el estrecho hombro— Nunca me ha traído un desayuno a la cama a mí. — bromeó, haciendo que el menor riese— Te amo, Ji Yong.

—Yo también te amo...— sonrió, ladeando el rostro sólo para recibir un lento beso de parte del pelinegro.

—¡Espero que no estén desnudos porque no quiero quedarme ciego! — el grito los hizo separarse apenas el tiempo suficiente antes de ver a un alto castaño irrumpir en la habitación, lanzándose sobre la cama y aterrizando justo sobre ambos.

—¡Dong Wook!

—Oh, cállate Seung Hyun...— rio— ¡Ey! Escuché que es tu cumpleaños...— habló dirigiéndose al menor, quien simplemente asintió— Sabes, sigues sin agradarme, pero como soy muy cool voy a fingir que lo haces. — dramatizó. El Choi menor no terminaba por entender la extraña relación entre su novio y su hermano. Seguían insultándose, pero cada vez los veía más cerca el uno del otro.

—¡Oh, cierra el pico granuja! Ahora sal de mi cama, antes de que te patee el trasero.

—Quisiera ver eso.

—Si no soy yo, aún puedo llamar a tu madre para que lo haga ella misma. — Ji Yong sonrió mientras se levantaba— ¡Señora Choi, Dong Wook no deja de molestarme! — gritó.

—¡Choi Dong Wook, baja en este instante! — escucharon a lo lejos, cosa que hizo al aludido gruñir y salir de la habitación maldiciendo entre dientes.

—¿Y ahora que le hicieron a Wook? — de pronto, el jefe de la familia entró por la puerta, llevando consigo una pequeña caja con un moño que apenas cubría su palma— En fin, Ji Yong tengo un regalo para ti. Sé que quizás debería esperar, pero no soy ese tipo de hombre. — rio.

—¿Qué es? — inquirió mientras recibía la caja, y encontraba dentro la llave de un auto— ¿Señor Choi?

—Me costó encontrarlo, pero al fin pude localizar al hombre que le vendiste tu auto. Se resistió porque es un buen auto, pero al final conseguí que me lo revendiera. — sonriendo, atrajo al chico a sus brazos— Felicidades hijo.

—Gracias, señor Choi. — murmuró bajo, abrazando al hombre con fuerza.

—Sé que tienes un padre, pero me gustaría ser el segundo. — sonriendo, el menor asintió y minutos después vio al hombre marchándose, dejándolo sólo con el médico.

—Debes creer que soy el peor novio del mundo. — el médico sonaba avergonzado, mientras se acercaba a él con las manos detrás de la espalda— No tengo un regalo para ti.

—Estás tú aquí, y eso es todo lo que necesito. —sonrió, rodeando con sus brazos el cuello del mayor, y poniéndose de puntillas, lo besó. — Una vez me preguntaste quién era yo...— dijo al cabo de unos minutos— Ahora sé que soy el hombre más afortunado del mundo.

—No es verdad...— dijo el mayor, rodeándole la cintura— Ese soy yo, mi amor. — lo besó después. 

ESTÁ PROHIBIDO ENAMORARSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora