Tengo un miedo increíble porque mis sentimientos hayan sido expuestos por Aileen y que ahora El Príncipe, enterado de todos mis actos afectivos, sepa que mi corazón solo se acelera por él, nada más que por él.

¡Con un demonio, he sido descubierta!

─Voy a revisar a los otros pacientes. Michelle, cuando me desocupe quiero hablar contigo ─la voz de Aileen me saca del trance y hace que mi pequeño cuerpo brinque del susto.

─D-d-de acuerdo ─tartamudeo nerviosa. Quiero golpearme a mí misma.

Aileen ensancha las comisuras de sus labios, a la vez que atraviesa la cortina de la habitación dejándonos solos.

¿Todo esto le causa gracia? Qué patética debo verme a los ojos de una anciana que ya ha experimentado el amor. Los adolescentes podemos llegar a ser tan idiotas con este tema.

Y yo, soy la numero uno.

Inhalo y exhalo el aire de mis pulmones lo más disimulado que puedo. Doy pasos firmes hacia El Príncipe y dejo la cesta con los ingredientes sobre la mesita al lado de la cama. Retiro mis manos temblorosas antes de que se agiten con más descontrol y expongan mi estado real. Soy consciente de que debo pronunciar alguna frase antes de irme, pero sé que si lo hago mi tartamudez saldrá a flote y me hará ponerme más nerviosa de lo que ya estoy. Por lo que me giro bruscamente y camino rápidamente hacia la salida.

─ ¿Por qué tienes tanta prisa? ─me detengo alarmada. El tono de su voz a mis espaldas es tan seco que no descifro su intención.

¿Lo sabrá o no?

No respondo, el martilleo de mi corazón ha creado un nudo en mi garganta.

─Da igual ─dice aburrido. El ruido de sus manos tomando la cesta y revolviendo su interior me tranquiliza. No parece que vaya a introducir el tema─. Ven en un rato, no me tomara mucho tiempo prepararlo ─boto el aire lentamente y mis ojos se cierran cansados.

Falsa alarma, lo que sea que le haya dicho Aileen, no ha afectado mi dignidad ni ha causado un efecto en El Príncipe. Seguramente, fue algo sin importancia.

Con el estrés fuera de mi cuerpo, me dispongo a poner en marcha mis pies.

─Espera, me falto decirte algo ─pronuncia cortante. Este martirio no tiene fin─, ¿Puedes virarte? Quiero decírtelo de frente.

¡¿DE FRENTE?! ¡AY NO! ¡EL NUNCA ME DICE NADA DE FRENTE! ¡VOY A COLAPSAR!

La lentitud con la que me giro hacia él es impresionante. Llegado a este punto, ya no sé qué pretende decirme, ni como reaccionaré. Estoy mentalmente preparada para negarlo todo, lo que sea. Me haré la amnésica o le restaré importancia. Debo protegerme, si este hombre es consciente de mis sentimientos románticos hacia él, será el fin.

El fin definitivo.

Mis ojos se cruzan con los suyos, su mirada es más fuerte que la anterior. No me dejo vencer y lo observo de la misma forma. Mi pecho esta tan comprimido que temo que mi corazón sea aplastado por el nerviosismo.

─Gracias...─dice serio. Me quedo perpleja ante su agradecimiento, mis oídos no están acostumbrados a sus muestras de gratitud─, Michelle.

Luego de escuchar su voz ronca pronunciar mi nombre, dejo de captar más sonidos. El tiempo se pausa y todo se vuelve lejano. Mis ojos se abren tanto que siento la resequedad en ellos, la apertura de mi boca es lenta, mis manos han parado de temblar y mi corazón ha pasado de estar en crisis a no sentir nada porque la impresión lo ha dejado en shock a el también, tanto que no sabe cómo debería hacerme sentir.

─Repítelo ─murmuro deseosa, ida completamente.

Mi voz sale casi como una caricia, como un anhelo ferviente por comprobar cómo suena mi nombre pronunciado por sus labios. Inmediatamente, bajo a la tierra y tapo mi boca con mis manos, avergonzada por lo que acabo de pedirle. Me encorvo un poco, queriendo esconderme internamente.

Sus ojos llegan a abrirse asombrados, también lo ha tomado por sorpresa mi extraña petición. No tarda en suavizar su rostro nuevamente y la siguiente expresión en su cara me deja atónita.

─Gracias, Michelle ─sonríe levemente.

Y eso es todo para mí.

La forma de sus ojos alargándose al sonreírme junto con esa pequeña sonrisa sincera, ha detonado algo. Las mariposas se han desatado dentro de mi estómago y mi rostro completo está al rojo vivo.

Lo he visto tantas veces fingiendo y puedo decir que su sonrisa no ha sido falsa; pero tampoco ha sido como la que tiene con Selene. Esta fue diferente, única, una sonrisa que nunca le había visto.

Una que solo existe para mí.

Y su voz. Su voz repitiendo mi nombre y dándome las gracias. Se escucha tan carrasposo, tan varonil, tan lindo. Es mi nuevo sonido favorito.

La sonrisa de imbécil que debo tener debajo de mis manos debe ser la sonrisa más estúpida que alguien pueda tener. Afortunadamente, tape mis labios con anterioridad porque si no El Príncipe estaría enterado de mi desbocada felicidad.

¡Es que quiero salir saltando de un pie!

Se me escapa una risita que produce que se me achinen los ojos, mis manos siguen tapando mi boca, y así mismo, salgo corriendo de la habitación porque no puedo contener más las ganas de saltar como enferma y gritar de la emoción.

¡Qué buen día para estar viva!

Atrapada en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora