Introducción: Verdades y sobornos

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Se escuchó el remover de los papeles al ser levantados por una persona ansiosa en la penumbra de su habitación, el lapicero de metal del escritorio se oyó tronar al caer al suelo y rodar por este hasta quedarse entré las líneas de la solería y ser pisado por un hombre que salió de entre las sombras como por arte de magia.

La mujer de ojos verdosos y grises como los del Berilo, se giró poniendo las manos tras el escritorio, al sentir la presencia de alguien más.

— Tu... — pareció dudar al principio — ¿Como has entrado? — y la siguiente pregunta se encadenó casi automáticamente aunque la mujer tenía un montón de dudas sobre aquello — ¿Qué me has hecho?! ¿Y mis cuadernos?!... — el reproche fue lanzado al tipo al que reconocía de alguna forma, pero al cual no recordaba del todo de no ser por las notas que tenía en sus libretas. Claramente lo culpaba a él y solo a él de forma automática e inconsciente de todo aquello, como si fuera obvio que no podía ser nadie más.

— ¿De verdad esperabas jugar y ganar?

— ¿De verdad esperabas que no quisiera sacar esto a la luz? — le replicó la mujer automáticamente sin estar muy segura de por que, pero mostrando una notable molestia, y él le siguió el juego.

— ¿De verdad esperabas que alguien te fuera a creer? — ella abrió la boca dudando, claramente sabía que aquel tipo tenía razón.

El carmín de los labios de ella brillaba tenuemente disuelto por la saliva y la ansiedad, mientras miraba aquellos ojos brillantes que estaban frente a ella, la luz del exterior dejó un haz sobre el suelo y las paredes, dando un ligero toque a la penumbra y mostrando el brillo carmesí de aquella mirada cambiante, que era como el reflejo de una copa de vino, a la cual uno acababa rendido... y a la vez hacían ver a aquel hombre como un animal, o un predador hambriento.

— ¿Y qué harás? — la mujer contenía el nudo en la garganta mientras el desfilaba sus ojos por las medias perladas de color tostado de ella, subiendo la mirada por aquella falda negra ajustada de secretaria hasta los muslos, para continuar detallando la camisa blanca semi holgada de manga larga, con ribetes en la tira donde los botones nácar estaban cerrados hasta el escote.

— ¿Tú que crees? — dijo él notablemente insinuante.

— ¿Vas a matarme, o quizás usar uno de tus sucios trucos para sepultar esto acaso?

— No suena mal, es la opción más fácil.

— Eres un ser despreciable. — La mujer sonrió enseñando sus dientes con amargura.

— Vamos... Sabes que eso no es lo único que piensas de mí. — él enarco una ceja.

— ¿Qué?! ¿Y que más pienso eh!? ¿Estas en mi cabeza acaso?

— Bueno, tu lo dijiste...

— ¡Pues yo no lo recuerdo!

— ¿Y que importa eso ahora mismo? ¿Que importa como llegamos aquí? ¿Realmente te importa tanto algo así? Por que yo siento claramente que no es así.

— ¡Claro que si! No te desvíes del tema con alusiones... Quiero saber la verdad.

— Tú... siempre quieres saber la verdad, y te gusta jugar con fuego, sino... ¿para que ibas a seguirme? — Él empezó a andar, sus pasos sonaron contra la el suelo y en pocos segundos estaba delante de ella plantándole cara. — No soy al único que esto le importa de alguna forma... Tú has vuelto a buscarme, obviamente te subestimé, y todo ello tiene consecuencias.

— Lo hicimos ambos. — aquella respuesta inquietó y sorprendió a la mujer a partes iguales, que correspondió al acercamiento dejando que el escritorio chocara contra la pared y el escaso centímetro de margen que la separaba, mientras claramente la tensión entre ambos cuerpo se marcaba por la ruidosa respiración pesada y rítmica de los dos.

— Tienes razón... — el silencio se acentuó en un duelo de miradas y una extraña atracción mutua. — tienes mis respetos...

Aquel reconocimiento sorprendió algo a la mujer, solo mostrando una pequeña arruga en la frente, mientras se contenía, pareció ir a formular su duda de que era lo que realmente haría.

— Puedes contar tu historia si lo deseas, nadie te creerá... y como castigo me pertenecerás, y lo que le cuentes a todos te recordará cada día de tu vida tu error, cuando todos vean la clase de zorra que eres. — dijo de forma contundente sin dudar, para hacer aparecer los cuadernos en la mano y las paginas que habían sido arrancados de éstos. — Ahora... Chupamela y te los daré...

...

(Continuará) 

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⏰ Last updated: Oct 18, 2018 ⏰

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La semana de los condenadosWhere stories live. Discover now