Attempt

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Es una peculiar noche de neblina. 

Calle Argentina. Región montañosa, pueblo Betancourt. 

Se escuchaban murmullos por las calles suburbanas desoladas por la entrada de la madrugada.  

Habitantes de la zona se encontraban rodeando un destartalado auto Mercedes. Blindado, color borgoña, se encontraba abollado por un lado, lo cual da indicios de volcamiento (aparentemente premeditado) cometido por un vehículo no identificado. Según varios testigos presenciales, era mucho más grande que el afectado, como una camioneta. Se ha podido determinar que, según el tipo de choque y el ángulo en el que fue impactado, el automóvil se encuentra a unos 50 metros del lugar de impacto, al final de la cuadra.

Al llegar el detective Roman Salat, enviado por la policía a la escena del atentado, el resto del grupo de investigación le entrega el informe, al que le echa una mirada superficial: Tres personas se encontraban en el auto, todos inconscientes, dos hombres y una mujer, identificados con facilidad dado al tamaño de la población: Ana Santiago, 14 años, sobrina de dos miembros de la policía local, Leonel Ferrer, 15 años, hijo de un importante empresario e inversor del pueblo, y el conductor contratado por el mismo. El chófer fallecido, el chico con heridas graves y la chica con varias fracturas, ambos con contusiones.

Una conclusión, hasta cierto punto obvia, pasó por la mente del detective: Intento de homicidio. A la hora de buscar a los sospechosos no es muy complicado con este tipo de casos de gente importante, sobre todo cuando están en la mira de la misma clase de pretenciosos.

El detective se dirigió a la estación de policía para desarrollar la lista de posibles sospechosos, mientras se le notificaba a la familia Ferrer, que se encontraban en la fiesta de cumpleaños de su hijo mayor. 

Qué pena, pensó, tener un accidente en el cumpleaños de su hermano.

—Encontramos a los posibles sospechosos —dijo Richard Pietro, su compañero en el caso—Y es algo bastante descarado—colocó varios expedientes de mafiosos buscados en vano por la policía; siempre salían impunes por una u otra razón. — Los jefes Ernesto Barbella, Vicente Greco y Franco Luciani. Todos ellos han tenido roces con los negocios de Roberto Ferrer...

Una voz agitada interrumpió, entrando en la habitación—Han llegado los Ferrer para realizar el interrogatorio. —Pietro miró a su compañero previendo lo que diría

—Ni me pidas ayuda, Salat, sabes que aún estoy hasta el cuello con el caso del hijo de Luciani. —El detective suspiró con resignación mientras Pietro se dirigía a la salida— Estaré en la estación sur si necesitas algo —se volvió y dijo—; ¿sabes? Siento que estoy muy cerca de resolverlo—Y salió de la habitación.

Al interrogar a los Ferrer, testificaron que estaban en la celebración conversando con algunos amigos, cuando por un problema personal, Ana, la novia de Leonel y él tuvieron que irse de la fiesta, y el Sr. Ferrer le ordenó a uno de sus choferes que los condujera a la casa de ella a salvo, para evitar cualquier inconveniente innecesario. Se les preguntó si tenían a cualquier persona en mente que pudiera conspirar en contra de su familia para hacerles daño y la respuesta fue la misma: Barbella, Greco o Luciani.

Una media hora luego de eso, se encontraban en el centro de la ciudad, distribuidos en tres grupos de investigadores para llevar detenidos a los sospechosos. Al llegar a la casa de Vicente Greco, cuando el equipo encargado de interrogar a Barbella llamó para notificar que él no sabía nada sobre el accidente y que incluso se reuniría con Ferrer en unas semanas para hacer las paces.

Greco se encontraba en un viaje de negocios, pero aun así, pudieron llevar a su segundo al mando, de apellido Álvarez, a la comisaría, el cual reveló que no tuvo ninguna relación con su familia, pero confesó de primera mano, que el hijo menor de Franco Luciani estaba haciendo negocios empresariales con Roberto Ferrer.

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