—Esas son... —las palabras de Ángela se perdieron al mismo tiempo que detenía su paso, pues señalaba con sus ojos una especie poco conocida para el ojo humano, y que sin lugar a dudas, sólo se encontraba en el inframundo.

—Así que la conoces —me acerqué y ella asintió—. Es inesperado que tengas de éstas aquí —voltee con una mano ya en la cintura hacia el dueño.

—Hay más de esas, y muchas otras especies raras que traje del tártaro. Pero no estamos aquí para hablar de herbología, así que sigamos —de ahí nos movimos al siguiente punto, una sala bien acomodada y que se veía mucho más anticuada que las que había visto hasta el momento desde mi llegada. Una vez todos nos acomodamos, excepto el vampiro, quien se quedó afuera haciendo vigilancia, empezamos con la charla.

—Bien, imagino que tienes un buen motivo para traernos hasta aquí —me crucé tanto de brazos como de piernas, y esperé pacientemente su explicación. Por su parte, él sonrió.

—Exactamente, y como has de adivinar, mis motivos son simples, y los rumores sobre tu objetivo, vuelan incluso más rápido que la pólvora —asentí—. Y ya que me ha despertado el interés, te ayudaré con una condición.

—Alto ahí. ¿Qué ganas tú ayudándome? Pues entiendo que Aini haya accedido por razones personales, ya que se rumorea que anda con una humana. Sin embargo, a ti te desconozco por completo, y es por eso que no entiendo el porque te arriesgarías —le mencioné.

—Es muy sencillo, hay algo que tu padre me ha negado, y es un descanso.

—¿Ah? —expresé confundido.

—Así es, quiero poder descansar un poco de las guerras. Sabes... es mucho más divertido torturar psíquicamente a los humanos y que se destruyan por mano propia, es por eso que quiero concentrarme más en ese punto, pero teniendo a cuestas a tú padre... creo que lo comprendes. Por otra parte... tengo un favor que pedirte, y dado que actualmente estoy ocupado con temas actuales, voy a decirte lo siguiente: si me entregas la capa de Aamon, quien es un demonio de un estatus inferior, puedo asegurarte que todas tus batallas se verán aseguradas respecto a su victoria, ya que ese objeto, entrega grandes dotes a su portador. La encontrarás en el desierto del Armagedón, en el cual se haya un oasis de aguas carmesí. Si la encuentras, te aseguro que te seguiré y te recompensaré, siempre y cuando también cumplas con lo primero que mencioné.

—Entonces, ¿solamente debo ir a buscarla? —le dije. La tarea me parecía sencilla, sin embargo, no podía asegurarme que nada se interpondría en mi camino, es por eso que me tomé más seriamente aquella prueba.

—Así es —me sonrió con amabilidad, lo cual hizo que mi estómago se revolviera—. No tienes por qué preocuparte por ese ángel, ni tampoco por tu lacayo. No les haré daño, siempre y cuando cumplas con tu palabra —me aseguró, pero Ángela, quien estaba escuchando dijo algo a todo esto.

—No es como si no fuera a defenderme si me atacas —mencionó algo temblorosa.

—Sé de lo que eres capaz, muchacha —aseguró Abigor medio burlándose de ella.

—Como sea —no entendía bien a que se refería, ¿pero acaso podría hacer algo más allá esta tonta?, la verdad es que nada podía asegurármelo.

—¿Te irás ya? —me preguntó el pelirrojo al ver que me levantaba.

—Sí

—Ve por detrás del castillo, allí encontraras un portal que te llevará al desierto, por lo demás... tendrás que arreglártelas solo —me informó.

—De acuerdo —me dirigí hacia la puerta, pero antes de irme, lo miré por sobre mi hombro y le eché una advertencia—. Espero que cumplas lo que dijiste, sino... tendrás serias consecuencias, y te aseguro que las legiones que posees no serán suficientes para detenerme —él se echó a reír a todo pulmón, y asintió varias veces.

Tumulto: Oscuridad y Luz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora