—No se preocupe —la tranquilizó—, si fuese lo contrario, hubiese ocurrido lo mismo. Asumo que usted es la señorita Evelot O'Connor —esperó la confirmación de la atractiva mujer que aguardaba en el otro lado de la mesa, situada a un costado de la puerta.

—Así es. Puedo concluir que usted es el hijo de Katherine.

El mencionado tomó hacia su derecha para bordear la mesa y situarse a escasos metros de ella. —Mucho gusto, Abraham Campbell. Señorita O'Connor. —extendió su mano—. He sabido de usted por referencias.

Estrecho su mano a continuación, y no le fue de desconocimiento alguno la corriente que sintió surgir con ello. La aceptó, pero se negó a definirla. Tranquilízate.

—Todo lo contrario, el gusto es mío. Al fin puedo ponerle un rostro.

—¿En serio? ­—alzó una de sus abultadas cejas—. ¿No estuvo en el entierro de mamá? —cuestionó, causándole dolor el recordar como su adorada madre ya no estaba con él.

—Lamentablemente no pude asistir, un imprevisto familiar se me presentó ese día.

—Entiendo. —se quedó observando con profundidad el mar que esa chica tenía en sus ojos—. Bonitos ojos. —soltó e inmediatamente se recriminó por no haber podido conectar su cerebro con su boca y dejar ese hecho en meros pensamientos.

—Gracias. —un poco avergonzada, agradeció—. ¿Esperamos a alguien más para empezar la reunión? —buscó cambiar de tema inmediatamente. Aunque no fuese una colegiala virginal, los comentarios atribuidos a su belleza le seguían provocando vergüenza—. Permítame llamar a Beatriz —asumió que la conocía, porque antes de ser su secretaria, lo fue de Katherine por muchos años—, para que tome nota de lo transcendental que vamos a dialogar.

—No. No de momento, señorita O'Connor. Necesito hablar primero con usted a solas. —no sonrío. Evelot presintió que sus días como editor en jefe habían culminado desde hoy. Volteó y arrastro la primera silla a su paso—. Siéntese.

Para no incordiar más el hecho de que iba a ser despedida, tomó asiento en el lugar que él escogió, y aguardó hasta que el tomó asiento en la cabera de la mesa que estaba más cerca. Un asiento los separaba.

—Cada mes, a mi despacho llegan todos los porcentajes y números de ventas de la revista. —comenzó aclarando—. No voy a mentirle diciendo que los reviso, pero si tengo quien me haga control de ello. Desde hace tres meses se están reportando números de ventas sumamente bajos en relación a los otros años. —gesticuló con sus manos—. ¿Qué ha pasado? No vengo a juzgarla, o a ponerla como responsable principal, sólo quiero respuestas.

—Definitivamente no sé qué me habla, señor. —expresó sorprendida por la acusación de bajas ventas, cuando a su escritorio llegaban los reportes y todo iba acorde a lo previsto, hasta con un alza de porcentaje en ventas a relación de los otros años. Seguramente se habrá confundido de empresa—. ¿Tiene acaso esos reportes que me muestre? Porque yo tengo los míos, y ellos demuestran algo diferente a lo que usted me expresa.

—Por supuesto, no iba a venir sin pruebas. —comentó, algo molesto. Era abogado y que supusieran que hablaba sin pruebas, no le hacían honor a su título que resguardaba sobre la pared de su estudio, en su casa. Tomó la carpeta y la extendió hacia ella.

Evelot inmediatamente la abrió, y continúo con una revisión exhaustiva, aunque se demorara más de lo previsto, pero era su puesto el que estaba en peligro y no lo perdería por algo injusto. Tomó un bolígrafo que traía consigo desde su oficina, y antes de marcar, preguntó: —¿Puedo resaltar?

—Adelante. —permitió Abraham—. Es una copia, la original la tengo en mi oficina.

Luego de encerrar determinadas cifras, que sabía que eran contrarias a las que tenían en sus reportes, se puso de pie y disculpo su ausencia por un momento. —Iré a ver mis reportes para que vea que hay un error en las que se le ha emitido. —se encaminó hacia la puerta de salida, y Abraham no optó por perderse ninguno de sus movimientos, y agradeció, sino se hubiese perdido el pronunciado natural del contoneo de sus caderas y trasero.

Regresó tres minutos después con una carpeta fucsia bajo su mano, tomó asiento en el mismo lugar de antes, y ahora fue el turno de ella, de extenderle la carpeta a Abraham. —Puede revisar que efectivamente hay un error en sus reportes.

Abraham constató, y de acuerdo a las pruebas, si había un error. Pero, ahora se cuestionó cuál será el correcto.

—Se puede deslumbrar inmediatamente el error, pero hay otra consecuencia directa, señorita O'Connor. Los reportes fueron firmados por usted luego de ser revisados —acusó—, y es luego de su firma que son enviados a mi despacho.

—Correctamente, ese es el procedimiento. Pero lo que usted me demuestra son copias, y yo necesito efectivizar si mi firma fue a pulso mío.

Con una sonrisa de lado, que derritió por completo toda la anatomía de Evelot, le entregó la otra carpeta con los reportes originales. Comprobó que claramente si habían sido firmados por ella.

—Entonces, señorita O'Connor, ¿usted firmó esos reportes?

—Así mismo lo indica esto —alzó el papel y los extendió hacia su dueño, de regreso—, pero realmente resulta imposible, porque me encargo de revisar ambos reportes, tanto los que van dirigidos hacia mi persona y hacia usted, y nunca vi esa baja de porcentajes.

—¿Cómo explica su firma en su lugar?

—Mire señor Campbell, usted está pretendiendo ser el juzgador del presunto "culpable" ... —gesticuló con las dos manos, y sus dedos índice y medio representaron las comillas.

—Por supuesto —la interrumpió—, soy abogado y claramente voy a defender mis intereses. La empresa es mía y no voy aceptar bajas.

—¿Cuáles bajas, señor? —cuestionó—, no ve que hay errores de datos en sus informes.

—¿Por qué cree que son los míos? Acaso, ¿no pueden ser los suyos?

—¡Claro que no! —exclamó furiosa. Le estaba doliendo que la acusarán de ser la responsable de la baja comercialización de la revista, pues amaba esa revista como si fuese de ella y estaba segura que daba todo para que eso no ocurriera.

—Tranquila, no debería exaltarse si usted no es responsable. —sonó sarcástico, y sin intención aumentó la furia de Evelot—. Aunque ante los ojos de todos, lo es directamente por el cargo que ostenta en la revista.

—Jamás sería capaz de destruir mi lugar de trabajo. Amo esta revista, amo este cargo y siempre lo valoraré por Katherine. Ella fue mi guía en esta profesión y me resulta doloroso, aunque ella ya no este, defraudarla.

Le gustaba que recordará a su mamá con mucho cariño. Katherine fue una maravillosa persona con todas las personas a su alrededor, y las palabras de Evelot lo confirmaron. Había una duda razonable para asegurar que el error estaba sobre los informes que él tenía, puesto, había otros que indicaban lo contrario. ¿Cuál sería el verdadero? —Entonces, no le será de inconveniente hacer una auditoria con personas cualificadas.

—Por supuesto que no. Adelante con las personas que usted desee emplear para que hagan el control.

—¡Muy bien, así será! —se levantó, abrochó su saco gris a juego con sus pantalones, y tomó las carpetas—. ¿Me permite darle un sano consejo?

—Dígame.

—Es preferible que guarde discreción y no diga absolutamente lo que está pasando. Si usted no ha firmado mis informes, entonces hay posibilidades de que alguien quiera perjudicarla. Permita que la gente se dé por enterada cuando vean a los profesionales en materia haciendo el trabajo.

—Sé muy bien lo que tengo que hacer, señor Campbell. Aun así, le agradezco su consejo.

—Me retiro. —comunicó poniéndose frente a ella, y luego extendió su mano para despedirla—. Lamento que haya sido este el motivo por el cual nos tuvimos que conocer. —estrechó su mano con la de ella, y la misma corriente que sintió al inicio apareció. Evelot tampoco pasó de desapercibida sobre ello.

El renacer del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora