Sí, lo sabía. Sabía que iba a ser un trabajo algo difícil, pero así lo había decidido. No podía conformarme con haber sido una de los tres estudiantes mejor cualificados. Mi condición de mujer en medio de todos aquellos estudiantes que me miraban con recelo por haber elegido ampliar mis conocimientos, en vez de estar casada y tejiendo tapetes en tardes aburridas de reuniones de esposas, habían despertado en mí un espíritu competitivo sin límites.
Don parecía contento con la idea de que fuese así, de hecho, había sido en la misma universidad donde nos habíamos conocido, un par de cursos antes de que abandonara su carrera para hacerse cargo de una de las empresas de la bien expandida línea de negocios de su familia. En realidad no le culpaba por su decisión de dejar su carrera a medias, aunque algo en mí le recriminaba el que no tuviera, como decirlo... una meta, una línea individual a la que llegar por sí mismo.
-Te quiero. Prométeme que me escribirás y que en algún momento en cuanto sea posible, viajarás para encontrarnos.
-Créeme que lo haré - responde con voz sincera mientras sus ojos se clavan en los míos y se acerca para darme un dulce beso que se prolonga a unos minutos abrigada por su dulce abrazo.
-Sé que nos harás sentir orgullosos -, me susurra justo cuando afloja sus brazos en torno a mí.
Al mirarle a sus ojos solo puedo sonreírle y, para no provocar mis lágrimas que ya están en la línea de los míos, me giro para intentar abrir la puerta del coche. Cuando lo consigo salgo y la cierro tras de mí.
Don no sale e imagino que también se le hace difícil la despedida, en cambio, acerca su cabeza a la ventanilla de mi lado y levanta la palma en señal de despedida rápida y sutil. Le respondo de igual forma y retorna sus manos al volante mientras le dedico una sacrificada sonrisa que intenta hacerle saber que todo está bien y que lo estaré todo este tiempo.
Sin más vacilación, camino sonriendo al aire, hacia mi portal, mientras tras de mí siento la aceleración pulsada del coche.
Subo a mi dormitorio, tiro mi bolso sobre el sillón junto a la ventana, mientras me acerco lentamente a la mesa, de donde recojo mi portafolios, recopilación de notas con la escasa información sobre la doctora que estoy convencida va a traer a mi vida un paso de importante repercusión en mi carrera. Los llevo conmigo hasta la cama y, sentándome en ella, intento repasarlas. Una sensación extraña en mi dedo le quita importancia a mis papeles para verme contemplando mi mano como una niña. Mis ojos se pierden en el brillo de aquel reluciente diamante. Siento satisfacción y un gran alivio.
"Ahora todo en lo que tengo que concentrarme, es en mi investigación".
Paso la noche intentando repasar mi equipaje, haciendo memoria de esto y aquello y asintiéndome a mí misma con cada cosa, pues de hecho, todo parece estar bajo control.
Abandono esos pensamientos, cuando por fin siento el sueño apoderarse de mí. Parece que sucumbiré, y de pronto un pensamiento inunda mi mente, deja mis ojos de par en par, y de un salto, me incorporo.
- ¡La pomada anti mosquitos! .Que iba a ser de mí sin ella."No son pocos los que me habían advertido que semejantes bichos adquirían una dimensión descomunal por esos lugares. Y yo, que con apenas el zumbido de su vuelo ya significaba una enorme ampolla en mi cuerpo, iba a ser la víctima perfecta". Sin vacilaciones, tomo de mi botiquín un par de esos tubos y los incorporo a mi bolso de mano.
Duermo toda la noche de un tirón, y para cuando mi taxi toca el claxon bajo mi ventana, ya estaba vestida. Doy un rápido y último vistazo a la habitación como un pequeño ritual, cierro la puerta tras de mí, no sin algo de prematura nostalgia, y emprendo mi descenso por las escaleras.
ESTÁS LEYENDO
Destino
RomanceNO ES DE MI AUTORIA Hace muchos años llego esta historia a mis manos, no tiene el nombre de la autora, pero considero que es una historia digna de compartir. Tiene un relato intimo y lento de las historias viejas Una periodista de Filadelfia (Joan...
Parte 1 choque de mundos
Comenzar desde el principio