Cuando terminé el ensayo —en el que me demoré unas preciosas cuatro horas—, se me antojaron unas galletas, así que fui a la cocina para buscarlas, el tarro estaba en el estante. No sería mala idea usar la telequinesis para bajarlo, nadie me verá. Así que, ¿Por qué no?.

Me concentré en el tarro descendiendo. No pasaron más de dos segundos cuando ya la luz dorada me había rodeado y el tarro de galletas comenzó a bajar hasta posicionarse a mi altura, a lo que solo lo tomé y regresé a mi cuarto.

Me acosté sobre la cama y encendí el televisor para ver mi serie favorita: Teen Wolf. Es lo máximo, y para ir practicando, me comí las galletas usando mi nuevo poder.

Esto le da un toque interesante.

Me da curiosidad saber cómo es el esplendor cuando lo uso. Si tan solo hubiera una manera para verlo...

¡El espejo! ¡Claro! Así puedo ver mi reflejo.

A veces pienso que tienes el cerebro del tamaño de una nuez — mencionó la doñita, pero no me apetece discutir con ella en estos momentos.

Sin perder tiempo, corrí al espejo de mi habitación y me paré frente a él. Coloqué delante de mí una almohada. Me concentré en levantarla y vi como rápidamente me rodeó el esplendor, pero no fue lo único que ocurrió. Mis ojos se volvieron dorados, al igual que mi cabello; ramificaciones doradas parecidas a venas se esparcieron por toda mi piel, recorriendo desde mi cara hasta mis pies, y la almohada se levantó del piso. Todo ocurrió simultáneamente.

Esto es sorprendente, debo admitir que me gustó como me veía. Parecía otra persona, resplandecía. Lucía majestuosa.

De pronto, escuché el sonido de la puerta principal cerrándose, lo cual me desconcentró, haciéndome perder el control de mi poder y provocando que la almohada cayera. El esplendor desapareció y volví a ser la de antes, sin ningún rastro dorado en mi ser.

— ¡Kamila, ya llegué! — gritó mi tía desde abajo y salí corriendo para saludarla —. Hola cariño, ¿Cómo estuvo tu día? — preguntó con la misma sonrisa tierna de siempre y observé como dejaba una caja con hoyuelos sobre la mesa, despertando mi curiosidad.

— Interesante — contesté resumiendo —, ¿Y el tuyo?.

— Eso suena divertido, el mío estuvo agotador — se quitó la chaqueta —. ¡Hey! Te traje algo — dijo mirando la caja.

— ¿En serio? ¿Qué es? — pregunté emocionada.

— Ábrela.

Al abrirla, me topé con una cachorrita que al verme me brincó encima. No pude evitar soltar un chillido.

— ¡Aahh! ¡Gracias! — grité presa de la emoción —, es hermosa. ¿Qué raza es?.

— Pudder minitoy, ya tiene todas la vacunas. También le compré la taza, la perrarina y el collarcuando dijo esto último me puse a ver el nombre que le había puesto.

— Kira, ese es mi nombre favorito. ¿Cómo lo supiste?.

— Un día pasamos por una tienda de mascotas y me dijiste que cuando tuvieras una le pondrías ese nombre — contestó haciendo un ademán —. Prepararé la cenamencionó repentinamente y se metió a la cocina.

— Bueno, nos quedamos solas, pequeña — le hablé a la cachorra. La tomé en brazos y me fui a mi habitación.

La coloqué sobre la cama y le acaricié la pancita.

🎶I thought that I've been hurt before, but know once ever left me quiet this sore🎶. Sonó el repique de mi celular con la canción de Shawn Méndez, Stitches. Le di una mirada y una foto de Christine apareció en la pantalla, contesté.

— Hola, rubia. ¿Qué pasa?.

— Hola mi castaña hermosa, preciosa, digna de veneración — ay, me va a pedir algo.

— ¿Qué quieres?.

— Necesito un pequeñísimo favor — su voz era tierna y dulce. Típico.

— ¿Cuál?.

— ¿Hiciste el ensayo de biología? — me lo imaginé.

— Sí, ¿Por qué?.

— Bueno, sabes que es en parejas, y me preguntaba si tú...

— Está bien, pondré tu nombre, pero me debes unale interrumpí con voz cansada.

— ¡Ay, amiga. Eres la mejor! — chilló como si la hubiese salvado de la muerte, aunque ese ensayo tiene mucha ponderación, así que podría decirse que sí —. Yyyyy... ¿Qué me cuentas de nuevo?

Pensé un poco en si contarle sobre la telequinesis, pero es algo personal. Es mi mejor amiga y la conozco desde hace muchos años, pero prefiero guardarme eso para mí. No quiero que piense que soy una orgullosa-mentirosa. Lo que ocurrió hoy es bastante inverosímil.

— Pues... Mi tía me regaló una cachorrita, su raza es pudder minitoy, se llama Kira.

— ¡Aww que ternurita!chilló desde el teléfono, estoy segura de que tiene cara de enamorada en este momento —. Bueno, tengo que cortar, nos vemos mañana. ¿Quieres que te recoja para ir al instituto juntas?

— Sí contesté. No quiero sacar mi motocicleta mañana tampoco —. Adiós.

— Adiós — dijo y cortó.

— ¡Kamila, ya está lista la cena!.

— ¡Voy! — le grité de vuelta.

Me levanté de la cama y Kira me siguió.

Le serví una taza con perrarina y me senté en la mesa. La cena transcurrió en un silencio cómodo. Lavé los trastes y me despedí de mi tía, volví a mi habitación con Kira en brazos. La dejé sobre mi cama, apagué las luces, y sin darme cuenta, me quedé profundamente dormida.

Ángeles CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora