— ¿Qué es todo este alboroto? ¿Ahora no se puede dormir?
Su cuerpo se sacudió y se volvió instantáneamente, encontrándose con la figura de la hermana de Joel, que se quitó los auriculares y echó una mirada despreocupada hacia él para luego caminar hasta la ventana y exhalar, negando con la cabeza.
— Ah, cielos, lo que faltaba.
— ¡Me muero por ti, viviendo sin ti y no aguanto, me duele tanto estar así, rayando el sol!
Las luces de los edificios cercanos empezaron a encenderse y Erick tragó en seco.
— ¡A tu casa yo fui y no te encontré! ¡En el parque, en la plaza, en el cine te busqué! ¡Te tengo atrapado entre mi piel y mi alma, mas ya no puedo tanto y quiero estar junto a ti! — Joel agitó nuevamente el ramo y se alejó un poco hasta llegar a estar en medio de la pista vehicular, ignorando los rostros que se asomaban a verlo con distintas expresiones. — ¡Rayando el sol, desesperación! ¡Es más fácil llegar al sol que a tu corazón!
Oriana arqueó una ceja y su semblante se colmó de cansancio y desagrado.
— No entiendo cómo algo así puede llevar mi sangre, es tan vergonzoso.
— ¡Me muero por ti, viviendo sin ti, Erick Colón! ¡Y no aguanto, me duele tanto estar así, rayando el sol! ¡Ven conmigo, Erick, ven acá conmigo!
Erick se ruborizó precipitadamente y la respiración se le desvaneció al escuchar su voz; sus músculos se paralizaron y apenas alcanzó a retroceder un par de pasos, mientras su nervioso corazón bombeaba la sangre con toda fuerza restante hasta estallar en pedazos, esparciendo el sentimiento de por todas sus venas. La muchacha frunció el ceño y se ahogó en una carcajada nada divertida.
— ¿Qué? ¿Ahora es gay? Lo que hace el alcohol...
— ¡Rayando el sol, desesperación! ¡Es más fácil llegar al sol que a tu corazón, joder! ¡Ven a mí, no me dejes aquí! ¡Perdóname, Erick, perdóname! ¡Voy a seguir cantando hasta que me hagas caso y vengas acá a mi lado!
Los ojos de Erick se abrieron totalmente y sus pulmones se detuvieron, sintiendo cómo la hermana de Joel abría la ventana con urgencia y lo atrapaba por los hombros, casi empujándolo hacia el cristal.
— Anda, ven acá, dile que le amas y que le vas a dar muchos hijos, pero que cierre la boca o llamo a la policía. Díselo, ¿qué esperas? — Lo zarandeó, pero no obtuvo más respuesta que el sonido de la voz de Joel. — Aunque creo que verlo encerrado no daría tanta risa, tal vez, ¿deberíamos grabarlo y dejarlo en la calle el resto de la noche?
Erick negó rápidamente con la cabeza y abrió sus empalidecidos labios.
— Hace demasiado frío afuera y Joel puede coger un resfriado. Además, no se encuentra bien y puede tropezarse en la calle o pueden ocurrirle muchas cosas peligrosas. Yo pienso que debería entrar...
— ¿Piensas que debería entrar? — La muchacha sacó la cabeza por la ventana y adoptó una media sonrisa de rebeldía. — No, tú te vas a quedar ahí por perro.
Más luces se unieron y los gritos de los diversos vecinos empezaron a escucharse. Sus miradas se mezclaban con sus susurros fastidiados y escandalizados.
— Está bien, voy a dejarlo entrar solo porque no quiero que se arme otro escándalo y quiero dormirme de una vez por todas. Pero, ven, ayúdame, que mientras antes sea, mejor para todos.
Bajaron las escaleras y no tardaron nada en llegar hasta la puerta. Oriana rebuscó las llaves en sus bolsillos y abrió la puerta con prisa, retrocediendo bruscamente al observar a Joel ingresar balanceándose hasta recargarse en la pared, mientras Erick se acercaba prontamente y hacía un esfuerzo por sostenerlo de los brazos.
— Mira todo lo que te traje, como no quisiste decirme cuál te gusta más, las compré todas, ¿te gustan?
Levantó el ramo, pero su hermana se lo arrebató, lo agarró del brazo y tiró con fuerza.
— Muévete, Joel y más te vale que no te hagas el difícil, porque te dejo en la calle. — La muchacha avanzó algunos pasos y gruñó ante el primer peldaño. — Sostenlo bien y ayúdame a llevarlo arriba.
Subieron los nueve peldaños siguientes y se detuvieron de golpe cuando Joel impulsó sus manos alrededor del brazo de Erick, buscando el contacto de sus miradas.
— Sé que todavía me amas, así como yo te amo a ti, precioso.
— ¿Precioso? Oh, santos cielos... — Oriana tironeó de él y estalló en carcajadas, siguiendo con el camino hacia su dormitorio. — Si tan solo te dieses cuenta de todas las estupideces que estás diciendo ahora, serías el hazmerreír todo el resto de la noche.
Erick empujó la puerta, sosteniendo el brazo de Joel alrededor de su cuello, todavía con el rostro sonrosado, mientras su hermana intentaba hacer camino en su cama y ambos lo ayudaban a acomodarse sobre el colchón.
— Perdóname, por favor, perdóname, nunca quise lastimarte.
— Shhh, descansa ya, Joel, hablamos mañana... — Dijo en un susurro apenas audible, encargándose de acomodar la almohada bajo su cabeza y subir un poco la frazada. — Solo cierra los ojos y descansa. Si te sientes mal, solo avísame...
Retrocedió unos cuantos pasos hasta las afueras de la habitación y su corazón se estrechó al verlo reincorporarse en la cama y mirarlo con aquellos ojos.
— No te vayas, Erick, quédate conmigo, no me dejes.
Sus latidos se apresuraron, pero permaneció quieto, solo observando cómo su hermana cerraba la puerta de la habitación y continuaba riéndose. La muchacha caminó un metro de distancia y luego se volvió para mirarlo a los ojos, colocándose los delgados auriculares y sosteniendo el ramo despreocupadamente.
— ¿Qué haces acá? Ve a tu habitación de una vez y déjalo ahí. — Elevó una ceja con una sonrisa entretenida y siguió inmersa en sus risas. — Tu nuevo pretendiente no se va a morir, porque lo dejes solo un rato.
Sus ojos se deslizaron hasta el ramo entre sus manos y se mordió el labio.
— Toma, ¿no eran para ti? — Regresó y se las lanzó sobre el pecho, colocando una expresión divertida antes de marcharse. — ¿Estás llorando o me parece?
Erick negó con la cabeza y tras observarla caminar hasta su habitación y cerrar la puerta, se encargó de hacer lo mismo, descendiendo las escaleras con cuidado y cerrando el cuaderno para luego instalarse bajo las mantas suaves y algodonadas de su cama, enredándose en ellas y pegando el ramo de flores a su pecho.
Incluso así, continuaba escuchando la voz que provenía desde el piso superior.
¡Rayando, rayando, rayando por ti! ¡Rayando, rayando, rayando, rayando el sol!
Sonrió entre lágrimas y abrazó las flores y su almohada entre sus brazos con todas las fuerzas posibles, rodando en el colchón con el corazón al borde de salir de flote.
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Inocencia Pasional || Joerick
FanfictionHay cinco cosas que vuelven loco a Joel. 1: La forma en la que el rostro inocente de Erick se torna carmesí cuando él le susurra cosas indebidas al oído. 2: Como Erick desciende la mirada cada vez que lo siente cerca. 3: Como Erick se resiste cuando...
Capítulo 44: Rayando el sol.
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