Capítulo 3: Dulce compañía

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—Tal vez si empieza a sentirse mal quiera hablar con alguien, posiblemente lo haga contigo—él suspiró—. Mi prima está soltera, ¿te la presento?

—No, gracias—él empezó a reír.

—Hay un antro que abrió hace un par de meses, ¿te llevo?

—Dos maestros en un antro, qué profesional—dijo irónico.

—Tal vez yo ya no esté tan adolescente a mis veintiocho años, pero tú eres joven—él se veía dudoso—. Anda, no aceptaré un "no" por respuesta.

—De acuerdo, ¿viernes a las ocho?

—¿Qué?, ¿él encanto se te acaba a media noche?—metió una papa frita en su boca—. Pasaré por ti a las diez y nos iremos del antro hasta las dos.

—¿Por qué quieres estar ahí tan noche?

—Los jóvenes se van temprano porque es el límite de permiso de sus padres, quedarán sólo mayores de edad.

—¿Habrá alcohol?—él asintió—. Sólo una cerveza y ya.

—¿Miedo a la resaca?

—No me gusta el sabor de la cerveza, tampoco pienso torturarme—él rodo los ojos—. ¿Qué es lo que quieres?

—Deja de ser tan anticuado y diviértete un poco—un plato con una rebanada de pastel le fue colocada enfrente—. Gracias, linda.

—¿Alexandra?—preguntó el hombre tras reconocer a la joven mesera.

—Ah, profesor Alexis. Buenas tardes—colocó el pay de queso frente a él—. Disfruten su comida—hizo una pequeña reverencia y se retiró a atender más mesas.

—¿Es ella?—susurró el mayor.

—Sí, pero no sabía que trabajaba—respondió viendo a la menor sirviendo la comida en otra mesa.

—Esto es raro, no se suele aceptar menores de edad en los empleos como estos—volteó a verla. Cuando parecía que ella voltearía ambos desviaron la mirada y se vieron entre ellos—. ¿Tendrá alguna dificultad económica?

—Tal vez, el problema es que ninguno de sus padres se digna a aparecer en las juntas para hablar de su situación.

—Ya, tranquilo...—volvió a verla—. Entiendo tu posición, es linda... Pero ilegal.

—Ya sé, ya sé—tocó su frente—. Estoy frustrado.

—Escucha, si alguien más te llega a gustar te apoyaré—soltó aire—. Pero no cometas una tontería con ella.

—No lo haré.

Ambos terminaron de comer, esta vez hablando de temas triviales y recordando sus tiempos en la escuela preparatoria y en su preparación para la docencia. Sus platos, ya vacíos, fueron recogidos y ellos pagaron la cuenta, dejando una propina sobre la mesa para las dos meseras que los atendieron.

Salieron de la cafetería y siguieron conversando, el tiempo y su trabajo los había distanciado, pero pareciera no haberles importado por la forma tan agradable en que ellos se podían comunicar.

***

—Sigo sin entender cómo me convenciste de venir—dijo cerca de su oído, la música alta evitaba que pudieran escucharse bien.

—Anda, no seas así—señaló una mesa al otro lado de la pista de baile, la cual difícilmente se podía apreciar por las personas que bailaban—. Esa muchacha tiene rato viéndote, invítala a bailar.

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⏰ Última actualización: Jan 05, 2019 ⏰

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