Me giré de inmediato y salí al jardín por la cristalera de la cocina. Ale me siguió y ambos dejamos la zona de la piscina atrás y salimos hasta el camino de tierra que daba a los aparcamientos y a la parte principal. La puerta estaba abierta y salía luz de allí, pero no había nadie en el porche, por lo que pudimos entrar perfectamente dentro del coche de Lip sin que nadie nos viera.
— ¿Dejáis las llaves puestas?—preguntó la chica levantando una ceja.
—Hay una valla de acero de casi cuatro metros de alto rodeando la finca—le recordé—. Y tenemos más seguridad que un museo, ¿Quién crees que pueda entrar aquí y robar un coche?
Ella guardó silencio y yo activé el monitor del coche. Estuve un rato trasteándolo hasta dar con el GPS y luego saqué en el mapa su última ruta. En el mapa se vislumbraba una línea roja desde nuestra posición hasta una calle en el centro de la ciudad.
— ¿Te suena ese lugar?—me preguntó Ale con alguna clase de esperanza en la cara.
Negué repetidas veces.
— ¿Crees que esa mujer viva allí?—insistió mi prima.
—Vamos a averiguarlo—zanjé con disposición. Arranqué el coche y lo puse todo en marcha—. Navegador, indicar ultima ruta.
La luz del navegador se puso en marcha en cuanto quité el freno de mano. La voz de la pantalla comenzó a indicarme la ruta para llega hasta esa calle, mientras Alejandra se ataba el cinturón de seguridad y yo me ataba el mío. El viaje, completamente silencioso, duró unos veinte minutos, hasta que aparqué en el barrio de aquella mujer, Ale y yo nos bajamos y comenzamos a caminar por la acera.
— ¿Y ahora qué?—preguntó mi prima.
—Buscaremos en los edificios—inventé sobre la marcha—. Sí esa mujer vive aquí, su nombre deberá aparecer en algún telefonillo.
—Vale—dijo ella—. Yo derecha y tú izquierda.
Asentí y nos pusimos en marcha. Revisamos uno por uno todos los portales de aquel barrio. Por suerte no tuvimos que esperar mucho rato, mi prima me llamó a voces cinco minutos después y yo corrí hasta ella.
—Meredith Raydor—apuntó el letrero de su apartamento—. Vive en la planta veinte, apartamento tres, ¿qué hacemos ahora?
—Déjame a mí—la aparté con cuidado y llamé al timbre de una vez y sin pensar.
Estuvimos en silencio un momento, hasta que la voz de una mujer sonó a través del interfono preguntando quien era.
—Traigo una pizza para Lip Steig—dije sin tener ni idea de si aquello iba a surtir algún efecto. La mujer guardó silencio un momento, supuse que había pillado mi mentira o que Lip no estaba allí en absoluto—. ¿Es aquí, señora, por que la pizza se enfría?
—Eh—receló—. Sí, supongo que sí—dijo con algo de duda en la voz.
Pero eso no me importó, la mujer apretó el botón para abrir la puerta y eso era lo único que necesitaba. Que me abriera, junto con la confirmación de que mi hermano estaba allí.
—Está aquí—le dije a mi prima—. Espérame en el coche, anda, enseguida bajo.
— ¿Estás seguro?—ella levantó una ceja y me miró con algo de recelo, pero yo volví a asentir y le di las llaves del coche.
Alejandra suspiró y me miró intentando adivinar mis intenciones. Yo la miré llegar hasta el coche, por que ya era de noche y no quería dejarla desvigilada, y luego me giré y entré en el edificio. Lip estaba allí y era hora de que nos reencontráramos y de que él volviera a casa, retomara su vida normal y se dejase ya de tanta idiotez. Me subí en el ascensor y pronto este pitó en la planta veinte, crucé el pasillo y me detuve frente a la puerta número tres, suspiré y llamé con decisión a la aldaba. Esperé unos segundos y después, una mujer rubia, alta, y de muy buen ver, me abrió la puerta. Era evidente que era mayor, pero la mujer estaba muy buena, era un pibonazo de señora.
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CRÓNICAS STEIG "LIBRO DOS"
Teen FictionLAS AVENTURAS DE BAY Y LIP CONTINUAN CON SUS HIJOS
VEINTITRES
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