La soledad de los que quedan.

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  Subía las gradas que finalizan en la puerta de la oficina y mientras lo hacía un cruel escalofrío sin medida lo hizo estremecer por dentro, se detuvo y observó la cerradura a unos cuatro escalones de distancia, sin entender motivo y con las llave lista en su mano continuó. Justo al alcanzar la puerta, una sensación extraña apareció, algo en su interior se ocultó dentro de si mismo, como una tortuga al entrar en su caparazón, su respiración se empezó a cortar, como un tartamudeo continuo en cada exhalación, la temperatura del ambiente parecía caer algunos grados, y la cerradura empuñada crujía como nunca antes al girarla, la puerta se abría con el suave empujón de sus inseguros dedos, y el rechinar ensordecedor de las bisagras lo hizo recordar que estaba solo en aquel lugar, que el compañero más cercano estaba en el edificio de al lado y que en el temor que empezó a experimentar cada metro era kilométrico. Al abrir la puerta una cortina negra de oscuridad cubría toda la oficina, era todo tan oscuro que no habría diferencia entre eso o mirar a un poso sin fondo dentro de la cueva más profunda y apartada de la luz, dar los dos pasos después de la puerta para llegar al interruptor eran como dar dos pasos al vacío, y por ser así, solo lo más rápido posible para las piernas era como se podían dar. La luz reveló cada detalle de la oficina, el escritorio, la computadora, la mesa de las reuniones, todo, pero la luz no es más que una falsa sensación de seguridad, en una esquina mientras repasaba con la vista la habitación, buscando confirmar que todo era normal, descubrió la silueta oscura que terminaría de infundir el pánico que lo haría moverse en dirección contraria a donde se encontraba, alejándolo de la puerta, un grito de terror estuvo apunto de salir desde su alma temblorosa, pero el golpe de la puerta al cerrarse lo cortó, estaba congelado frente a lo inexplicable, inmóvil, observando, como si su existencia se limitara a la capacidad de ver por medio de sus ojos, en su mente el mundo entero se redujo a una pequeña oficina, al escritorio al que casi se subió aterrorizado, y a un ser que lo aterra y que lo tenía ahí atrapado. Los segundos que pasaron no fueron suficientes para que lograra reaccionar pero si para que de aquel ser empezara a brotar el más profundo sentimiento de tristeza y soledad que lo terminaría invadiendo y transformando el temor, la luz eléctrica artificial iluminaba cada milímetro de la habitación, pero en su interior todo se había sumergido en oscuridad. Lágrimas frías como el hielo empezaron a recorrerle el rostro, y la idea de renunciar a la vida apareció en el mismo momento que la figura al otro lado de la habitación se inclinó, entonces su forma parecía mucho más humana. Otras figuras negras empezaron a salir de las paredes, la luz retrocedía con la lenta marcha de ellas, y todas en dirección a él, una tras otra no parecían que se fueran a detener hasta ocuparlo todo, hasta devorar lentamente el último rastro de luz, hasta la última pizca de él. Lo siguiente era inclinar su cabeza y esperar sin saber en que iba a terminar y con una tristeza tan grande que parecía no importar. Pero justo al momento de hacerlo notó un rostro, el rostro de lo que sea que fuera su acompañante oscuro, un rostro humano, con una expresión de sufrimiento, el sufrimiento de una larga e inexplicable soledad, o fue lo que alcanzó a interpretar mientras era finalmente consumido por la oscuridad.
Lo siguiente fue un destello de luz en sus pupilas, era la luz que se reflejaba en la cerradura aún en espera de la llave que sostenía en la mano a unos cuantos escalones de ella, con su rostro empapado en lágrimas, la piel pálida y fría, el corazón dando brincos, y la imagen de aquélla terrible tristeza dibujada en ese extraño rostro, no había duda de que nada había sido imaginado, esta vez llegó a la puerta de un salto, introdujo la llave, empuñó la llavin, la giró, abrió la puerta y entró a la oficina, todo en un solo movimiento. Nuevamente en la oscuridad, y con la incertidumbre de lo que vería al encender la luz.
Lo movía la intención de un rescate, pero al encender la luz solo vio la oficina.  

La soledad de los que quedan.Where stories live. Discover now