La conocí en el panteón

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La decepción que me llevé fue muy profunda. Había confiado en ella a tal grado, que me negué a creer lo que mis amigos me dijeron, hasta que lo vi con mis propios ojos. Mi novia me engañaba con otro. Sin duda esta es una de las tantas situaciones que uno debe de superar en la vida, pero cómo cuesta. El golpe me dolió más de lo que debiera en otras circunstancias, quizá porque se juntó con la muerte de mi madre ocurrida dos semanas atrás.

Mi padre estaba superándolo muy rápido, la verdad es que me duele imaginar (aunque sea lo más probable) que no resintió tan fuerte su muerte, por las frecuentes discusiones que habían tenido desde hace medio año acerca del divorcio. Nunca llegaron a concretarlo, pero los problemas siempre habían sido constantes, quizá de esta manera fue más fácil para él seguir adelante. Será mejor que aleje estos pensamientos. Según una profesora que está apoyándome como psicóloga, no hay que darle tantas vueltas a los asuntos que pueden alterarnos; por supuesto que esto me altera.

Decidí tomarme un descanso de los amigos, novias y esas cosas durante algunos días, mientras reordenaba mis ideas por lo menos. Fui al cementerio aquella mañana a dejarle flores a mi madre. Había tomado la costumbre de hacerlo diariamente desde su partida. Aunque me deprimía mucho cuando estaba ahí, al irme me sentía mejor que cuando llegaba. Mi padre no me acompañaba, no le gustaba verse mucho últimamente desde que enviudó, pero yo no tenía problemas en ir solo, por lo que no dejaba que me molestara.

Mientras caminaba en el cementerio, descubrí que a cinco tumbas de la de mi madre, estaban sepultando a otra persona. Sólo con ver los rostros afligidos de esa gente, pude revivir el día en que fue enterrada. Había una mujer mayor llorando inconsolable junto a un hombre, quizá su marido. Curioso me acerqué, de pronto una mujer apenas unos años mayor que yo, se arrojó a mis brazos llorando.

—Ya no está con nosotros. Mi hermanita.

No me atreví a decirle que yo no era ningún conocido de su hermana, se me hizo muy cruel revelarle que estaba ahí sólo por curiosidad, por simple morbo, aunque entendía su pena tras haber perdido a un ser querido. Le di unas palmaditas en la espalda, diciéndole que lo sentía y mintiéndole al decirle lo mucho que también la extrañaría.

Regresó a su lugar pidiéndome acompañarlos, señalándome otro asiento vacío. Sin muchas opciones, me senté y me quedé con ellos durante el resto de la ceremonia. El sacerdote terminó de dar el sermón media hora después de mi llegada, entonces la gente comenzó a retirarse. La chica se despidió de mí agradecida porque al menos un amigo de su hermana había asistido, algo que me desconcertó bastante. ¿Y esa gente qué? ¿Todos sólo eran familiares? No pregunté nada para no desbaratar el teatro y solamente asentí. Ella regresó al lado de sus afligidos padres en un auto, quienes me invitaron amablemente a subir para llevarme a mi casa; rechacé la invitación con educación quedándome hasta que el resto de las personas se marcharan.

Antes de irse, el sacerdote me dio indicaciones sobre los sepultureros, los cuales avisaron a la agencia sobre su llegada hasta dentro de otra media hora. Debido a que tenía que hacer otros oficios religiosos y no podía esperarlos más tiempo, me pidió de favor que los esperara y recibiera yo. Con cierto fastidio acepté, siendo el único que se quedó tras la ceremonia.

Cuando se marchó, observé con detalle la escena y miré la lápida acostada en el suelo. Los sepultureros tendrían mucho trabajo ese día al encargarse de acomodar todo. Sentí cierta repulsión por el trabajo que hacían, de hecho este sentimiento me nació desde el funeral de mi madre. Los recordaba prestos a llenar de tierra el agujero donde colocaron su ataúd, sin embargo podía entender al mismo tiempo que sólo hacían su trabajo. Me dirigí a la lápida y leí el nombre de la mujer junto con las fechas de nacimiento y defunción. Ahora me explicaba el comentario de su hermana. La difunta no era mayor que ella como había imaginado en un inicio, resultó tener dieciséis años el día de su muerte. Me percato un poco tarde, que en la ceremonia nunca vi a ninguna persona joven además de su hermana y yo, los demás debieron de ser en efecto, únicamente familiares.

La conocí en el panteónWhere stories live. Discover now