Una Luz que Apaga

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En la penumbra de la noche, bajo la luz de la luna y las estrellas, una extraña figura de luminiscencia verde vagaba entre las raíces y tallos de los arboles, tarareando una melodía utilizando su solitaria y armónica voz. La tenebrosidad de la noche no la detuvo, menos aún la extraña atmósfera que reinaba en el bosque. Los grillos no cantaban, los lobos no aullaban y las luciérnagas no brillaban. El viento ya no soplaba y un extraña calidez se sentía en el ambiente. La dama de verde aceleraba por la vereda brincando y riendo. Su belleza abría paso entre las sombras como la única luz del bosque. Amaba bailar, amaba cantar y observar; contar las estrellas y las galaxias, imaginarse mundos enteros e inventar nuevos nombres para cada una de ellos. Todas las noches y todos los días presenciaba desde su lugar como el sol moría cada noche por la luna, y como esta, en su agradecimiento decoraba el cielo de bellos colores con diversas historias escondidas en ellas.

Esa noche la dama de verde contemplaba el cielo al igual que todas las noches, escuchando la historia que nunca fue contada, cuando unos gemidos lastimeros rompieron con la ensoñacion de la dama.

Una luz roja.

Con un brillo peculiar en sus ojos, la dama de verde camino hacia el débil resplandor escarlata. Lo contemplo y el la contemplo a ella.

 Fue la primera vez que se vieron. 

Ella quizo abrazarlo pero su fuego contra su piel abraso su propia piel; no podía tocarlo, eso sorprendentemente la desanimo. Lo observo por un buen rato, se agacho y lo examino. Se pregunto lo que era pero ella no sabia muchas cosas. Llevaba el mismo tiempo en este mundo que un bebe recién nacido. Esto logro que su curiosidad por aquella identidad extraña incrementara. 

No podía tocarlo, eso ya lo sabia, con solo ver como quedaron partes de su cuerpo, sabia que era imposible alcanzarlo, pero entonces pensó en el sol y la luna, en como se amaban sin haberse visto. Deseo poder permitirse poner su mano en él sin lastimarse y se odio por no poder hacerlo, por no poder retenerlo a su lado. Su aspecto era agotador y su esencia le recordaba a la tierra húmeda cuando las nubes lloraban sobre el mundo, tristes por el sol.

Su figura era muy agraciada, elegante y poderosa. Le recordó tambien a las humanos. Si, ya los había visto, seres crueles y maquiavélicos. Vienen todos los días y se llevan con ellos a los arboles... después de ahí, ya no se sabe que pasa con ellos. 

"Espero que estén en un lugar mejor", pensaba la dama de verde cuando veía como otro árbol se despedía.

De pie, parada frente a él, acerco su delgada y delicada mano a la gruesa y robusta llama roja. No pudo evitar compararse con él: lo vio guerrero y fuerte, mientras que a ella pacifica y débil, una tormenta monstruosa.

Tenia miedo de enojarlo, hartado de su toque, pero la que estaba saliendo lastimada era ella. 

Su mano, ya de un color mas atezado de lo normal, se encontraba lastimada. Miro a su alrededor y vio un acervo de llamas a su alrededor: estaba quemándolo todo. Un áspero olor se concentraba en el ambiente. Quizo correr, pero el color rojo la tenia hipnotizada. El fuego siguió apagando la oscuridad, abriéndose ante ella. En un momento lejano, hubiera corrido viendo el peligro que se avecinaba, pero ella había cambiado. 

Se había enamorado.

La hermosura y el calor que desprendía, la tenia totalmente atrapada. Ahí mismo se quedo, sufriendo en silencio, deseando algo que no pasaría. Espiro por ultima vez el aire quemado y su cuerpo expiro. La luna y las estrellas fueron testigo de su lecho de muerte. La luna pinto en el cielo un paraíso para ella y el sol mando a las nubes a llorar por su muerte.

Otra vez el acto del hombre.

El fuego mato a la planta.





Andrea. 

La Dama de VerdeWhere stories live. Discover now