— Herm... Bueno, si así lo desean por mí no hay problema, al contrario — dijo esto, les indicó dónde estaban las armaduras y demás implementos para que pudiesen equiparse de forma adecuada.

— "Hacer semejante cosa solo para que uno de sus compañeros no quedara solo... Si yo hubiese tenido esa clase de amigos, probablemente las cosas serían muy distintas ahora" — pensó Gen-san antes de quedarse profundamente dormido.

— Oigan chicos, creo que deberíamos hacer turnos a partir de mañana, así unos pocos cuidan de día y los otros de noche, ¿verdad? — propuso Usopp pensando en que no quedasen agotados al trabajar de manera extensiva.

— Tienes razón Usopp... Pero eso lo veremos mañana, por hoy estaremos todos aquí — contestó Sabo posicionándose en la puerta de la casa.

Usopp y Zoro comenzaron a dar vueltas por los jardines del lugar, Ace se paseaba por los oscuros pasillos del hogar y Luffy hacía guardia en la puerta de Nami y Nojiko. Fue una noche tranquila y sin novedad alguna, lo que tranquilizó un poco a Luffy; tenía miedo de que alguien quisiera volver a dañar a su querida pelinaranja.

Cuando fueron las siete de la mañana, el sol comenzó a iluminarlo todo con sus brillantes rayos de luz, provocando que las personas comenzaran a moverse en el pueblo y en la casa de Gen-san. Sanji preparaba un exquisito desayuno a sus dos damas favoritas y al resto del personal de la casona, en especial a Nami para que esta vez sí pudiese degustarlo, no como la vez anterior, donde terminó por expulsarlo todo por la boca. Makino ponía los hermosos arreglos de flores que llegaban cada semana desde el pueblo en distintos floreros, y luego preparó la mesa para el desayuno de las señoritas, el amo y el recién llegado. Luffy aún estaba fuera de la habitación de las hermanas, sentado en el suelo durmiendo con la espalda apoyada sobre la puerta del dormitorio. De pronto Nami abrió la puerta y vio cómo el moreno caía de espaldas y abría los ojos de golpe.

— ¡Y-yo no estaba durmiendo! — aseguró poniéndose en pie al instante, acción que le causó mucha gracia a las dos chicas.

— No te preocupes Luffy, de seguro estás agotado... Pero si vas a dormir, por favor hazlo en la habitación de invitados y no aquí — dijo Nami divertida y de mucho mejor semblante.

— ¿¡Y dejarlas solas!? ¡Nunca!... A propósito Nami, luces hermosa esta mañana, al parecer los medicamentos sí están haciendo efecto — comentó Luffy, haciéndose a un lado para dejar salir a las chicas.

— Será mejor que me adelante, no quiero estropearles el momento — susurró Nojiko riendo aún por lo del moreno y apresurándose a buscar a Ace para darle los buenos días.

— Gracias Luffy, yo... No he podido agradecer todo lo que hiciste por mí —decía Nami sintiéndose un poco culpable, después de todo, él había costeado todo con su propio dinero cuando no le correspondía. Ella era la hija del hombre más adinerado del lugar y hacer que su querido chico pagara por todo era casi un robo, por lo que apenas pudiese le diría a Gen-san que le debía dinero.

— Eso no es un problema para mi, Nami. El solo verte así de recuperada y con una sonrisa en el rostro es más que suficiente — contestó Luffy dándole una de sus mejores sonrisas.

— Pero para mí no — insistió la pelinaranja, y sin que éste se lo esperara, miró hacia ambos lados para asegurarse de que nadie los veía, le tomó el rostro entre sus pequeñas manos, se puso en puntitas y lo besó. Luffy de buena gana correspondió aquel gesto, sintiendo cómo su corazón comenzaba a palpitar más rápido que cuando la vio al despertarse.

— Nami, si me vas agradecer así siempre, creo que voy a comenzar a crear pequeños incidentes para poder salvarte — bromeó tocando suavemente la ahora sonrojada mejilla de la chica.

Mi querido guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora