PALABRAS A UN RUSO, CON MUCHO SUR

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Y tan extraño aquel arbusto, de bayas, kalinkas. Amargas, disueltas por su gran territorio, y nuestros inhóspitos ojos, agotados de sí mismos. Sos vos sus hojas hondeando y la roja sangre de nuestros cuerpos, que nunca ocasionamos desmembrar. Los vientos asfixiados manotean tus cabellos, y lo estricto e imposible, de que no seamos más que un idilio. Qué horror, decimos al espejo, que Katiuska endeble y oxidada, aun muestra sus iniciales con visible honor y olvido. Y el silencio, el leve silencio de la circunstancia, de no ser ni soldado, ni futuras hojas verdes en el frente, aquí condenados por nuestra finitud, al engullo de las habitaciones, y de la soledad de las luces. Y el vals más sentimental, del que tan alegres fuimos sin el miedo a caernos. Suponer a la muerte, en el techo, que derrumbaría, y los misiles silbarían serenos, nuestra ocurrencia de morir. Presos los dos, de un arrebatado Guantánamo, huyendo hacia delante, con el dialogo de la historia. Por ciertas Bahías, hurgar en la revuelta arena que deja el mar, otro futuro. Mi fragilidad, me ha hecho titiritero, te he interpretado, como si fueras mi reflejo. Ahora, ya la madrugada, asegura ser otra época, donde el futuro jamás, tuvo ocasión de venir. Y así se lo venera, vos soviético, yo un desteñido rojo.

 Y así se lo venera, vos soviético, yo un desteñido rojo

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PALABRAS A UN RUSO, CON MUCHO SURWhere stories live. Discover now