Prólogo

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Creo que el resto lo dejaré para después.

Éste es el día más importante de mi vida; en tan sólo unas horas subiré a ese podio para exponer mi discurso. Mientras tanto, estoy acomodando mi peinado para que luzca espléndido, como yo.

Luego de unas vueltas y constatar que salió justo como en el tutorial, decido salir de mi cuarto, con todos los accesorios bien colocados, como si fuera una muñeca con todas las piezas perfectamente encajadas. Abro la puerta con fuerza pero procurando no perder la delicada compostura de mi look. Justo logro lo que deseaba: todos los de alrededor se quedan mirándome, asombrados, y, algo sorprendidos por mi repentina aparición en escena –sí, se me quedaron algunas palabras, pero qué se le haría–. En fin, me dedicaron algunos aplausos, y mi madre al oírlos subió rápido las escaleras llena de felicidad; tanto, que casi se cae y uno de mis tíos tiene que sujetarle. Me vio. Ella luce espléndida, vestía un traje colorido que le llegaba hasta la mitad de las rodillas, mientras su dorada cabellera estaba adornada con un sombrerito blanco con rosas rosadas y una especie de malla.

— Está sí que es una Wenhékovitz—dijo acercándose a mí y tocando mi mejilla, con lágrimas en los ojos. Mis hermanos admiraban nuestras ropas, y la escena en general.

"Parece un cuento de hadas" pensé en mis adentros. Hace unos años no sería capaz de imaginarme con un vestido de éste color, frente a la mitad de mi familia, sin que ellos objetaran. Es más que suficiente que sean ellos, era predecible que no todos lo aceptarían. Sequé levemente sus lágrimas para que no se escurriera el rímel. Suelta una risita y cierro los ojos para contener los nervios que, anhelan resurgir. Luego de varios intercambios cargados de sentimentalismo –liderados por mí–, bajamos en fila para dirigirnos a los autos que nos esperan, que me esperan. Mi hermana me observa aguantando sus sentires, puesto que hace un rato empezó a sollozar como una niña de 4 años; tanto que incluso los de esa edad tuvieron que calmarla. Fue hermoso, pero tuve que contener la risa ante ese vergonzoso acto. Estábamos en la puerta cuando Gelianna Themelinn me detuvo antes de poder rozar la escalinata, me giré hacia ella. Con una gran sonrisa me dijo "felicidades, te lo mereces". Y devolví el gesto. Al fin salgo de la casa y ella me sigue. Confundida la miro y no puedo evitarlo, digo:

— Tú también vas a salir o...

— No tontita —Amplía tanto su mueca de alegría que aparenta dolerle—. Voy con ustedes.

No puedo disimular, ¡va a mi graduación! Nunca pensé que ella haría algo como eso, creí que, había cierta distancia entre nosotras...

— Oh, ¿e-en serio? —tartamudeo un poco debido a que ya estoy de camino al auto. Ella será una de mis auxiliares para entrar, puesto que el vestido es muy largo.

Ríe y nos acomodamos en el asiento trasero, con mi madre a mi izquierda y ella a la derecha. Mis hermanos más pequeños están, pero no se notan gracias al volumen de nuestros vestidos. Arhimnenia, mi progenitora, estaba temblando de emoción, parecía que ella sería la festejada de dicha ceremonia; aunque bueno, era algo parecido. ¿Qué mejor regalo para ella que ser mi madrina? Es algo grande, así que es normal su reacción. Confieso que ver a Mertin estar en el volante haciendo preguntas sobre nuestro estado de ánimo es algo que me estresa, ya que por notorios motivos quiero mantenerme sin pensar en ello. Los más chicos estaban más calmados que de costumbre a la par que las niñas me decían que parecía una princesa "a mi estilo". Viendo con detalle, en éste gran vehículo hay unas once personas, y los demás están esparcidos en otros automóviles, aunque en donde me encuentro están los más allegados a mí.

— Debo admitir que organizaste esto muy bien, Mer—le felicito mientras mamá hace una mueca, y el parece verlo en el retrovisor.

— Y claro, nuestra madre tuvo un papel importante... —Traga—. Sin ella, ciertas cosas serían simplemente un desastre.

Dos facetas ©حيث تعيش القصص. اكتشف الآن