REVELADOR SAN VALENTÍN

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Honestamente, ninguno. Mucho menos yo.

Lamentaba profundamente las consecuencias que estos lujuriosos arranques podrían acarrear, sobre todo si Amelia llegaba a enterarse de ellos, pero nada, absolutamente nada iba a evitar que me entregara a los perversos instintos que estaban apoderándose del escaso autocontrol que me quedaba y que terminó por esfumarse cuando la chispeante y alocada Grace, comenzó a darme una mamada lisa y llanamente gloriosa.

―Carajo, Grace ―jadeé enredando mis dedos en su cabello.

Apoyé mi espalda en la pared porque me fue absolutamente necesario cuando mis piernas flaquearon, en el preciso instante en que introdujo mi miembro por completo dentro de su boca y un placentero sonido gutural se alojó en su pecho.

―Santo Dios.

Aun cuando gemía y resoplaba, no encontraba más palabras en mi mente que describieran el absoluto desborde mental y físico en el que me tenían sus constantes arremetidas.

Mi pene entraba y salía de su boca con una contundencia y rapidez que solo había imaginado en el más sórdido y secreto de mis sueños húmedos, en el que probablemente era un demente, sediento del más brutal e inconsciente de los sexos.

Estaba subyugado por sus encantos y habilidades.

El lado racional de mi cerebro estaba totalmente fundido, sumergido en las acuosas y ardientes profundidades de un volcán de placer a punto de hacer erupción y provocar una catástrofe de proporciones, al punto en el que necesité detenerla porque por un segundo no supe de lo que sería capaz.

Utilizando el juego de la seducción como maniobra distractora, la ayudé a levantarse y me quité los pantalones sacudiendo levemente los pies, mientras la besaba y me deshacía de la única prenda que llevaba encima. Una corta, suave y sugerente bata de satén negro.

¿Cómo llegó a mi habitación usando solo eso?

¡Ni la más absoluta de las ideas! Pero lo hizo y lo agradezco.

―Carter ―jadeó sofocada.

―Shhh... ―interrumpí― ...no digas nada.

Cual águila contra su presa, la tomé entre mis garras y sin compasión alguna la llevé hasta la cama y la recliné boca abajo, dejando expuesta toda su intimidad a mis perversas intenciones mientras rebuscaba en la gaveta de la mesita de noche, el tan preciado preservativo que necesitaba.

"Mierda. Necesito conseguir más de estas cosas" Pensé siendo perfectamente consciente de que los tres que quedaban, los usaría esa misma noche. La abstinencia había llegado a su fin y si Grace pretendía ser bien follada, era exactamente lo que le daría.

Apenas logré poner el codón en su lugar, tomé a mi nueva compañera de fantasías hechas realidad, la rodeé por la cintura con uno de mis brazos y con la mano contraria me aferré a su cuello con la sola intención de sostenerla en el momento en el que entré en ella con una sola y contundente embestida.

Me abandoné a la satisfacción de poseerla como un demente, sin control ni piedad alguna y mientras su cuerpo sudoroso se contorsionaba al compás del mío, sus gemidos, quejidos y ahogados gritos inundaban la habitación y bloqueaban cualquier posibilidad de que recuperara el control sobre mis actos.

Era simplemente sexo. El más puro, brutal y carnal de los actos, en el que todo lo primitivo, animal e instintivo de mi existencia se volcó contra la hembra perfecta, obediente, complaciente y receptiva, todas las veces que fueron necesarias para terminar enredados entre las sabanas, total y completamente exhaustos.

― ¿Dónde vas? ―balbuceé adormilado al sentirla salir de la cama.

―Amanecerá pronto y no puedo quedarme ―dijo en voz baja, mientras ella se vestía y yo trataba de entender en qué momento había perdido la noción del tiempo― Lo sabes.

MR. PRESIDENT - Trilogía Cómplices I [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora