— Vete al carajo, Grier.

Todos reímos al ver su expresión. Subimos al auto y Jack comenzó una plática conmigo.

— ¿En qué lugar está tu padre ahora? —me giré a él, para poder verlo. Fruncí el ceño antes de responder.

— Venecia, creo. ¿Cómo sabes que salió de viaje?

—Mi padre me comentó que saldrían ambos, pero algo pasó, que tu padre se tuvo que ir antes.

— Oh.

Obviamente no sabía nada más. No era fanática de preguntarle a mi padre a qué lugares iría, pero gracias a Jack, podía saberlo. De un tiempo hacia acá me he dado la idea de que Guilss quiere algo más que una amistad conmigo, y aun teniendo vagos recuerdos de cuando estábamos pequeños, decíamos que éramos novios y nuestros padres nos seguían el juego. Realmente, adoro a Jack, pero solo como buenos amigos y ya. No digo que Jack sea feo, o que no lo quiero, porque al contrario de todo, es muy atractivo, buen físico y sobre todo, es un chico maravilloso y respetuoso.

— ¿Entonces sí? —preguntó el mismo chico de quien estaba pensando. Mis mejillas se calentaron un poco, debido a que me dio pena no haberle escuchado.

— Perdón, Jack. No escuché lo que dijiste, ¿podrías repetirlo? — Lo mire, por lo que éste asintió con una leve sonrisa.

— Te preguntaba que si aceptarías bailar conmigo... bueno, es que dicen que ha estado yendo un chico a tocar a ese lugar, y por lo que me han contado, es muy bueno.

— Claro que acepto bailar contigo, Jack. Obviamente, ten en cuenta que haremos excepción a algún tipo de baile exótico.

Ambos reímos, él asintió. Cameron, quien tenía el poder del automóvil, manejaba a una velocidad ni tan alta, ni tan baja. Cerré los ojos por un instante, sintiendo el viento fresco y agradable de la noche al bajar del auto. Sofía estiró mi mano, hasta llegar a la entrada. Todos, sin excepción, sacamos nuestra credencial que decía "Hey, somos mayores de edad, déjanos pasar"

No, realmente aquel lugar no tenía un aspecto malo, ni grotesco. Su pintura llamaba mi atención, y ¿cómo no? Si el color rojo oscuro, es mi favorito.

Todos nos situamos en una mesa al centro, con la cual nos permitía ver todo lugar dentro del bar. Casi todos, a excepción de Cameron y yo, pidieron bebidas. Realmente se me hizo muy extraño que él no bebiera, mi curiosidad divagó hasta mis labios, haciéndome peguntar.

— Recuerda que seré yo quien conduzca el auto, no puedo beber alcohol cuando tengo la responsabilidad de manejar.

Asentí, sonriéndole. Pensándolo bien, Cameron me caía demasiado bien, podía notar su carácter, y eso me gustaba de él, en cómo trataba a mi amiga y, sobre todo, en cómo la amaba con locura. Suspiré, recordándome una y otra vez cuando fui novia de Nathan. Sí, fue hace un par de años, cuando terminamos la preparatoria.

Fue algo muy lindo de su parte. Estábamos en plena ceremonia de graduación, cuando él se levantó de su lugar, llevó un ramo de rosas hasta mi regazo y me dijo que le gustaba, pidiéndome ser su novia. Obviamente acepté, tengo desde el preescolar que lo conozco y se me hizo ¿normal? Luego de cinco meses, terminamos nuestro noviazgo por razones que aún ambos desconocemos, pero estamos bien así.

Las horas avanzaban más rápido de lo esperado, mis pies comenzaban a doler y fue ahí donde maldecía aquel par de zapatos altos que llevaba puestos. Reía una y otra vez junto a mis amigos hasta que un señor, aparentemente de unos ¿treinta y cinco años? Subió al pequeño escenario y dio un discurso por el cumpleaños de Sofía.

— Bueno, sabemos que se divertían con la música, pero el horario es justo. Tenemos una nueva categoría llamada "Time to fall in love", así que busquen una pareja, y bailen al ritmo de cada canción. Los dejo en buenas manos.

Todos en el lugar, aplaudimos. Cameron dijo algo que realmente no entendí, aun así, me uní en risa a todos.

— Buenas noches. — anunció alguien, llamando nuestra atención.

Recuerda que cada vez que te llame, será para recordarte cuánto te amo.

— Hoy tengo una nueva canción para interpretarles.

Te cantaré una canción que acabo de aprenderme.

— No es mía, pero es muy emotiva.

Es muy linda, me recuerda cuando comenzaba a darme por vencido.

— Espero y les guste.

Pero llegaste tú.

Comenzó a tocar la guitarra, las lágrimas brotaban y caían por mis mejillas. Mi corazón latía muy, muy, muy rápido, hasta el punto en que sentía que saldría y rebotaría sobre la mesa. Sin duda alguna, era él.

— Lo lamento. — habló de nuevo aquel chico. — Mi nombre es Nicolás, Nicolás Vetten.

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