— Susan, yo... – la miro y no puedo creer su plan, me quedo sin palabras y ella dice:

— Míralo de esta manera, si te declaran inocente, podrás asistir a Columbia, hacer un cambio en tu vida, puedes volverte catedrático de la misma universidad, laborar como docente quizá, tendrás todo lo que una profesional desearía. Por el contrario, si te encuentran culpable por cogerte a un maestro ¿Crees que alguien te abriría las puertas? Supongo que te han explicado las consecuencias de todo esto.

— Te equivocas, él y yo no tenemos nada que ver. – digo al ver su bolso. ¿Cómo sé que no me está grabando a mí también?, me mira con asombro. – Podrás ser su esposa y creerte muy inteligente, porque evidentemente lo eres, pero te equivocas al querer relacionarme con tu marido. No me importan sus problemas maritales, porque te aseguro que yo no soy el problema, una relación es de dos, yo no tengo porque cargar con sus problemas. – me acerco a su oído y susurro: – Sé que me estas grabando. – sonrió, ella queda atónita por un momento y pregunta:

— ¿Aceptas? – extiende su mano y la tomo sin decir más.

Esa mujer parece tener muchas cartas bajo la manga, tiene un plan y estrategia para vencer a Joseph, lo quiere ver derrotado e incluso pensaría que quiere que le ruegue su perdón, lo que no sabe es que ambas tenemos diferentes estrategias.

Cuando llegamos a clases es bastante extraño no ver a Britany ahí, no es que me importe, pero quizá también tuvo una visita inesperada, la única vez que veo a Joseph siento que se me revuelve el estómago, evito todo tipo de contacto a pesar de que me muero por tenerlo entre mis piernas.

— Lo siento – dice Jonathan al chocar contra mí.

— Es una costumbre, creo. – comento y sonríe.

— ¿Cómo estás? – pregunta y asiento.

— Bien.

— ¿Tienes algo que hacer? – pregunta interesado.

— ¿Cómo qué? – sus preguntas me generan un poco de intriga, me mira por un momento, desvía su mirada hasta mi escote.

— No lo sé. – responde, lo ha arruinado.

— Pues yo tampoco, pero tengo que escribir un artículo.

— El viernes habrá una fiesta, por si quieres ir.

— ¿Una fiesta? – pregunto y asiente.

— Puedo pasar por ti. – ofrece. Bien jugado Jonathan.

— ¿En tu ambulancia? – sonríe al igual que yo.

— Solo la uso en emergencias, aunque las camillas son muy cómodas para otras cosas... tú me entiendes.

— Realmente no. – contesto, su rostro luce desconcertado y suelto una carcajada. – Tranquilo, no tienes que explicármelo.

— ¿Y demostrártelo? – pregunta coqueto.

— Quizá...

— ¿Entonces paso por ti? – pregunta mientras camino, le guiño un ojo y lo veo correr a dónde quiera que fuera.

Las manos de alguien me agarran de los brazos y me avienta a uno de los cuartos de servicio, me quedo sin movimiento por un momento, sus manos acarician mis piernas y su lengua busca la mía.

— No sabes cuánto te he echado de menos. – conduce mi mano hasta su erección, quiero disfrutar cada centímetro pero no podemos hacerlo, no aquí, ni mucho menos ahora que continuo molesta.

— Joseph, suéltame. – digo y le doy un ligero empujón. – No aquí, pueden vernos. Además no quiero hablar contigo.

— Amber, sabes que no es cierto.

EL PLACER DE LA TENTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora