Capitulo 1: El capitán

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El capitán se detuvo y dirigiéndose a los tres respondió:

-Tengo noticias urgentes para el rey y no son del todo buenas, así que deseo acabar lo antes posible con este mensaje, me disculpo ante ustedes nobles señores, lugartenientes de los tres castillos.

Tratando de no pensar en el desagrado que le causaban se alejó de ellos tras una forzada reverencia.

-¿A caso ya ha descubierto el tesoro perdido del Rey? El Lugarteniente sonreía con malicia.

-Me imagino que lo siguiente que tendrá que buscar es la cordura perdida del rey, agregó otro provocando las risas de los demás.

Conteniendo su ira el hombre de gris continuó su camino. Llegó hasta una puerta a la izquierda del trono y la golpeó ágilmente.

 -Soy el capitán Mendert.

La puerta se abrió de inmediato y entró.

Era un recinto oscuro sin ventanas, iluminado solamente por unas velas en candelabros que colgaban de las paredes. El custodio de la puerta lo saludó y le preguntó si buscaba al rey. Le respondió que sí y de inmediato quiso saber si se encontraba en su  habitación.

–No, respondió el custodio -se encuentra en la sala de estudio.

El capitán subió unas largas escaleras y se encontró con un pequeño hall con dos puertas a los extremos, ambas guardadas por dos guardias cada una, y otro pasillo pequeño por donde ascendía una escalera estrecha de piedra.

La de la derecha era casi tan alta como el techo y cada una de sus dos puertas tenía medio triángulo de pata, que al estar cerradas formaban uno solo. La de la izquierda también era doble pero los triángulos eran de hierro oscuro casi del mismo color de la madera.

Dirigiéndose a los guardias les increpó: –traigo mensajes para el rey- uno de ellos abrió ligeramente la puerta y entró. Luego de unos segundos salió y mantuvo la puerta abierta, en gesto de hacerlo pasar.

El nuevo recinto era bastante grande y luminoso.  Una gran mesa circular con muchos mapas desplegados sobre ella ocupaba el centro. La sala estaba rodeada de grandes bibliotecas llenas de libros y pergaminos. Una de las paredes que se encontraba descubierta y en ella colgaba un gran tapiz que representaba a todo el reino. Las montañas resaltaban claramente así como también un gran castillo, una ciudad y sus alrededores.

Amaba ese lugar, pero en especial a las montañas. Formaban parte de su personalidad, como para tantos otros habitantes del reino.

La habitación era de techos altos y hasta allí llegaban las estanterías. Un pequeño balcón de metal que las rodeaba.

En el extremo más alejado de la puerta, un hombre bastante anciano en ropas blancas miraba atentamente los mapas desplegados en la gran mesa circular. Apenas levantó la vista, cuando el capitán entró.

Mirando por la única ventana de la habitación se encontraba el rey, con su gran capa plateada su corona de plata y sus cabellos grises. Sin darse vuelta habló:

 -Siento que estamos ya muy cerca de encontrarlo, pero aquí tengo en mi presencia otra vez al capitán de las malas nuevas. La voz sonaba gastada y melancólica, pero el tono escondía algo de alegría.

El capitán respondió tranquilo.

-En este caso no son tan malas como vos pensáis. Hemos hallado los últimos pergaminos y se encuentran bajo estudio, los posibles lugares ya han sido reducidos a menos de una docena…

-¿Entonces sugiere, capitán, que iniciemos la búsqueda? En ese momento el anciano de la mesa interrumpió.

-Perdone mi atrevimiento señor, pero no creo que deba apresurarse, es cierto que hemos avanzado considerablemente pero no podemos lanzarnos al azar, solo tenemos una oportunidad, de lo contrario perderíamos la confianza de nuestros hombres.

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