Al final del pasillo hay una puerta, lo que supongo es la salida, cuando vamos cerca comenzamos a escuchar unas voces, los tres notamos de quién es esa voz, la conozco tan bien que me alejo rápido de Marie para ir a abrir el picaporte de la puerta, antes de que pudiera hacerlo Ashton me afirma del brazo tirándome hacia atrás, con rudeza.

—¿Acaso escuchaste quien esta ahí adentro? —susurro molesta mirando directamente los ojos de Ashton.

—Mantén la calma, quédate acá con Marie.

Asiento estirando mi mano hacia Marie, esta tan asustada que no tarda en tomarla fuerte apegándose rápido a mi. Nos hacemos a un lado sentándonos en el suelo, vemos a Ashton abrir la puerta mientras el individuo se queda callado rápido, escucho golpes tan fuertes que se logran escuchar hasta donde estamos.

Los golpes siguen y siguen, y esa voz interior, aparece nuevamente.

Entra, dale su merecido.

—Paris ya quiero irme, por favor. —murmura mirándome, esquivo su mirada rápidamente.

Paris, si Ashton está haciéndolo, tú también puedes hacerlo, no pierdes nada con intentarlo. Solo levántate, y hazlo.

Pongo ambas manos en mis oídos tapándolos, negando suavemente, como si eso hiciera que la voz desapareciera.

—Paris, ven. —la voz de Marie la escucho lejos, la puerta esta ya abierta, mi mirada esta sobre un Zaid todo golpeado, sangrando por su labio y nariz, lo primero que aparece en mi campo de visión a un lado, es una silla, tomo el respaldo y se la aviento contra el cuerpo de Zaid, entre su brazo derecho y cabeza, restos de la silla de madera caen a un lado, escucho una risa gruesa, y molestosa. Me giro unos grados hacia el lado viendo a un tipo alto, piel sumamente blanca, al igual que sus cejas, sus ojos muy celestes, sus labios pálidos, y una ligera barba crece en su mandíbula, su risa molestosa risa no se detiene, y mi ira crece aún más, todo a mi alrededor se vuelve negro, solo puedo ver al tipo blanco como la harina riéndose, la palma de mi mano golpea contra su mejilla en un ruido en seco, girando su cara hacia un lado. Su risa se detiene.

—Paris. —la voz de Ashton suena algo preocupada pero no le presto atención, sus manos se envuelven en mi cintura alejándome, mi cuerpo no reacciona del todo bien.—Cariño, ya es hora de irnos. —me apega a su pecho, queriendo alejarme.

—No sabes con quien te metes, niña. —el tipo me mira, es un desafío de miradas, su intimidante mirada no provoca nada en mi, solo ganas de seguir golpeándolo, y golpear a Zaid, quien yace casi inconsciente en el suelo de madera.

—Tú no sabes con quien te metes. —le respondo de vuelta, parece sorprendido y a la vez intrigado, mis palabras salen por si sola, por alguna razón creo haberlo visto en algún lado, y me enfurece creer conocerlo.

Lo miro caminar hacia la puerta, Marie retrocede un poco pero el tipo tira de su cabello hacia adentro.

—¡No vuelvas a tocarla! —exclamo apuntándolo con mi dedo índice, él vuelve a mirarme y cierra la puerta despacio, poniéndole seguro, mi mirada no se despega de la de él.

Va hacia detrás del escritorio y se sienta cómodamente en su silla seguramente cuero, pone una pierna sobre la otra, volviendo a mirarme.

—Primero —apunta hacia otra silla frente a él para que tome asiento, pero no lo hago, suspira pasando sus manos por su cabello blanco—, vuelves a tocarme, golpearme, o simplemente mirarme, deberás tener cuidado por donde caminas. Segundo, o te sientas o te vuelvo el tinte rubio. —apunta de nuevo a la silla.

—No se quien mierda eres, pero...

Voz gruesa, piel blanca, cabello blanco, ojos celestes, me hacen recordar a la única persona que he conocido con esas características.

Paolo.

Escucho como Zaid comienza a toser, mis manos comienzan a temblar, mis músculos tensos ya no lo están, sinceramente ahora parezco una gelatina.

—¿Pero qué? —dice con un tono burlón, aprieto mis puños a mis costados, apartando la mirada. Paolo siempre quiso tenernos a los cuatro juntos, y lo obtuvo. Suelta una carcajada molesta.— Bienvenidos, Leblanc, no se preocupen por sus papis, a ellos no les importan, cálmense que el malo no soy yo.

Frunzo el ceño retrocediendo de a poco, mi cabeza comienza a doler de a poco.

—Si tu no lo eres, ¿por qué nos tenías encerrados? —miro a Zaid, quien comienza a levantarse de a poco, y a arrastrarse hacia el sofá que está a un lado de una ventana.

—No fue idea mía, —mira a Zaid— Zaid me debe muchas cosas, ¿ya lo sabían, no?, e hicimos un trato.

—Paolo... —la voz débil de Zaid llama a todos la atención, sobre todo la de Paolo—, por favor no lo hagas, ya te dije, haz lo que quieras conmigo.

Una sonrisa retorcida aparece en los labios de Paolo, mientras niega.

—No tienes derecho a hablar tú.

—Paolo, por favor.

—Eso, Leblanc, ruega, ruégame. —se ríe aún más—, es así como han sobrevivido los Leblanc, rogándome.

La tensión se nota en el aire, es inevitable que no haya tensión e incomodidad en estos momentos.

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Familia Leblanc [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora